El trío musical que integran Santiago Torricelli (quien le da su nombre al grupo), Flor Bobadilla Oliva y Titi Chiappero presentan este mes, en forma oficial, un nuevo disco titulado "Para lo invisible".

Editado por el sello Shagrada Medra, el álbum es un viaje entre lo visible y lo oculto. "Las canciones nacieron de esa parte que permanece en la sombra", confesó el pianista y compositor que le da nombre al grupo.

El trío musical que integran Santiago Torricelli (quien le da su nombre al grupo), Flor Bobadilla Oliva y Titi Chiappero presentan este mes, en forma oficial, un nuevo disco titulado "Para lo invisible".
Editado por Shagrada Medra, es una obra que el grupo describe como "hilada por canciones y melodías instrumentales, pausas y arrebatos". Torricelli, pianista y compositor, profundiza un camino que une música académica y popular.
La presentación oficial será el próximo viernes 31 de octubre a las 20 en el Centro Cultural Borges de la Ciudad de Buenos Aires, pero antes dialogó con este medio.

-"Para lo invisible" propone un cruce entre lo audible material y lo intangible, entre lo visible y lo que queda en el plano del misterio. ¿Cómo surgió la necesidad de transformar esa tensión en música, y de qué manera el trío logra sostener ese equilibrio en escena?
-Esa necesidad no surge en un momento claro o identificable, fueron inquietudes que se deslizaron de a poco. Luego se transformó en una búsqueda enriquecida por mucho de lo que me rodea, y de la gente que me acompaña.
La primera canción, "El viento nos llevará", la escribí en 2019 y al poco tiempo la grabamos con Flor. La experiencia fue muy motivante para mí e internamente sentí que algo nacía a partir de eso.
Y así fue, las siguientes canciones llegaron a cuentagotas pero luego descubrí que en esas pocas poesías había un eje común, que es nuestra vinculación con esa parte de nosotros que permanece en la sombra.
A partir de esa conciencia el proceso fue mucho más fluido. Aparecieron libros, o películas que me nutrieron mucho. La lectura de Clarice Lispector por ejemplo, me acompañó como ninguna otra. Por otro lado creo que nada de esto existiría sin las interminables charlas con mi amigo Gastón Taylor.

Con Flor y Titi, compañeras de este viaje, casi no hablamos de los textos, pero sabemos que nos pasan cosas parecidas cuando interpretamos las canciones. Claro que no tienen un sentido unívoco, sería una contradicción. En el escenario es más fácil, la música también es invisible.
-La obra nació como un proyecto integral con danza, imagen y puesta en escena, y ahora se presenta en una versión donde la música y la poesía tienen centralidad. ¿Qué cambia en la experiencia para ustedes, y para el público, al pasar de lo escénico a lo estrictamente musical?
-En realidad la obra nació como una obra musical pero inmediatamente fue escenificada, con lo cual vio la luz primeramente como un proyecto interdisciplinario con danza y hasta el momento nunca fue presentada de otro modo.
Pienso que la gran diferencia para con el público es que en el formato escénico, el espectador arma sentido entre lo que escucha y lo que ve. Combina las palabras con la imagen o el movimiento y con esa información hará su lectura.
La imaginación del espectador juega un rol importantísimo, clave diría, porque justamente la imaginación es un eje troncal en la poética de la obra.

La experiencia sin la escena es muy distinta aunque sean las mismas canciones, dado que el marco escénico impacta muchísimo sobre nuestros cuerpos. De todos modos considero que algo de la experiencia teatral quedará impregnado y no será como un concierto tradicional.
-El piano, la voz y el violonchelo generan un diálogo interesante. ¿Qué hallazgos y desafíos encontraron en esta formación, y cómo influyó cada instrumento en la construcción del universo del disco?
-El formato es, en el sentido más estricto, un formato camarístico. Y la escritura musical también lo es. De un modo resumido, se trata de un tipo de composición donde el rol de cada instrumento es equitativo en relación a la jerarquía.
Hay una comunión, y en el caso puntual de las obras con texto, esa comunión realza el sentido que se desprende de la poesía.
Este disco en muchos aspectos ha sido un gran desafío, de hecho estas son mis primeras composiciones con texto, pero el formato camarístico no es un terreno nuevo para mí, yo diría que es mi zona de confort.
La música de cámara se relaciona ante todo, con la música académica y el cincuenta por ciento de mi actividad profesional como músico pertenece a ese mundo desde mis primeros pasos.

Además toda mi labor docente está relacionada a la música clásica. Enseño piano y música de cámara en la UNA. Nuestra amada y tan amenazada universidad, en los tiempos que corren.
-"Para lo invisible" es una obra atravesada por muchas miradas: músicos, coreógrafas, fotógrafos, diseñadores y sonidistas. ¿Qué aportó ese trabajo colectivo al resultado final?
-El trabajo colectivo ha sido fundamental, ha expandido la idea original mucho más allá de lo que imaginamos. Desde lo musical tanto Flor como Titi son artistas que proponen, y mucho, que recrean en cada nota que ejecutan.
Sacar estas canciones del papel y empezar a sonar juntos fue un momento mágico y ahí comenzó otra instancia de la creación, y esa instancia es necesariamente colectiva. Es como someter a un proceso químico nuestras propias sensibilidades.
Lo mismo sucede con la parte escénica, pero en este caso la historia es más personal, dado que con Carla (Rímola) y Laura (Figueiras) ya teníamos experiencia creando juntos.
Ellas tienen muchas obras en colaboración. Son creadoras de universos, y parte de esos universos existen en mis canciones por conocerlas y admirarlas desde hace tantos años.
Las fotografías de Javier Pérez Bassi, son la clara decantación de esa energía colectiva, son el resultado que de algún modo cristalizó lo que sucedió entre la música, la poesía, la danza y nosotros mismos. Surgió casi por accidente, teníamos que hacer un flyer y Flor propuso una idea, con la niña como protagonista y surgió la primera imagen.
Javi fue un artesano de la luz, y el resultado fue tan hermoso que abrió una ventana creativa más a este proyecto. El imaginario de visual y el poético convergieron y el proyecto encontró más respuestas y muchas mas preguntas.
Esa niña fotografiada, Carmela, es la tercera bailarina de la obra. Estábamos hablando de lo invisible, los sueños, la imaginación, de los recuerdos y de repente en los ensayos aparece una niña. Y bailó. Y todos fuimos ella. En escena se me olvida que es real.
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