—¿Cómo fue aquéllo que Colón te dejó libre, “Villita”?
A Hugo Villarruel, Colón lo dejó libre y se fue a Racing, cuando lo quería Independiente. Su anécdota cuando jugaba en reserva y no iba a entrenar, mintiéndole a su madre, es de “colección”. El chaqueño se sintió mal la noche de los 100 años: “Nos forrearon. Al lado nuestro estaban los jugadores del plantel de ese momento y a los del 75 ni siquiera nos vinieron a saludar los dirigentes”.
—¿Cómo fue aquéllo que Colón te dejó libre, “Villita”?
—Me dolió, porque no me quería ir... Era muy pegado a mi papá y a mi mamá. ¡Tenía 11 años y dormía con ellos! Yo quería jugar en Primera y en Colón. Al principio extrañaba... Yo quería jugar acá (Villarruel).
—¿Son conscientes de que hoy podrían ser millonarios con lo que se gana y con las oportunidades que te da el fútbol?
—No teníamos ese objetivo, queríamos jugar y llegar a un equipo grande. Yo quería jugar y no pensaba cuánto iba a ganar. De ese equipo del 75 se hubiesen ido varios al exterior, no tengas ninguna duda. Teníamos un equipazo. No sólo fueron los 18 partidos sin perder, sino la cantidad de grandes partidos que se hacían. Y Unión, que también tenía un gran equipo, no nos pudo ganar en todo el año. ¡Cuatro clásicos jugamos en el 75! (Mazo).
—¿Es mejor el fútbol de antes?, ¿se ha perfeccionado ahora?, ¿cómo lo ven?
—Antes, el 10 y el 8 jugaban, eran buenos... Antes estábamos mucho más tiempo en cada club, no nos vendían a los 6 meses. Todo fue cambiando. Antes era más vistoso, porque era más lento... Hoy siguen habiendo jugadores, incluso más vistosos que en nuestra época. En ese tiempo, teníamos tiempo para parar la pelota y pensar. Hoy tenés que volar y jugar bien, como los de nuestra época. En esa época no estábamos 10 puntos físicamente (Mazo).
—Es que no estaban los métodos de ahora, quizás...
—Yo sí estaba bien, ¡pero había compañeros que fumaban en el banco con el técnico y a la noche se encontraban a tomar whisky por ahí!... Hoy eso no existe. En otros clubes pasaban cosas peores. Hoy se preparan físicamente para jugar al fútbol (Mazo).
—¿Es cierto que ibas a entrenar en “bondi”?
—Trossero, Villaverde, Coscia y yo nos tomábamos el colectivo, el 2, para ir a entrenar... Los choferes nos conocían y no nos cobraban. Vivíamos en una casa de familia y mis compañeros de pieza eran Elio Omar Barro e Hilario Bravi, que en ese momento jugaban en Unión, en el equipo del Toto Lorenzo y habían ascendido el año anterior. En la pieza éramos amigos, salíamos a la calle y éramos rivales.
—¿Por qué te retaba Cheves, “Villita”?
—Porque yo no iba a entrenar... Mi mamá me tenía preparada la leche cuando volvía, pero yo no iba a entrenar, me iba a lo de un amigo... Hasta que un día, ella me pregunta por qué no jugaba. Yo le decía que el técnico no me ponía... Hasta que un día llega Cheves a mi casa. “Señora, ¿por qué su hijo no va a entrenar?”, le preguntó. “Pero si siempre se va de acá”, le dijo mi mamá. “No señora, le está mintiendo, al club no va”. En eso llego yo, haciéndome el cansado. Y ella me dice: “Qué bien, no vas a practicar”... No sabía qué decirle. Lo que pasa es que yo le tenía miedo a Cheves (Villarruel).
—¿Y qué te dijo Cheves cuando lo volviste a ver?
—Uhhh. ¡Me pegó un reto!... “¡¿Qué es eso de mentirle a su mamá?!”... Es que éramos nueve hermanos, mi papá trabajaba en el ferrocarril y yo le dije que no iba porque me tenían que vestir y dar plata para el colectivo... Y no alcanzaba... Yo estaba en reserva. Y Cheves me hizo dar una beca... (Villarruel).
—¿Se dieron algún gusto con sus padres?
—Si... Le regalé una casa a mi mamá. En eso estoy tranquilo por todo lo que hicieron (Villarruel).
—¿Te diste cuenta en algún momento que no comían ellos para que ustedes lo hicieran?
—Si si... Mi papá era el único que trabajaba. Y costaba, te digo la verdad, costaba.... Yo era de estar muy encima de mi mamá. Se me fue antes de las fiestas, mi hermano y mi mamá. Me golpeó muy fuerte... (Villarruel).
—¿Y vos Osvaldo?
—Nosotros éramos diez hermanos, éramos re humildes, como la familia de Hugo. Para poder subsistir, teníamos familiares en Buenos Aires y los hermanos iban a trabajar a Buenos Aires para ayudar a los padres a sostener la familia. Yo me fui a Salta a los 16, estaba a 1.000 kilómetros y recién volví al año. No tenía plata para viajar y vivía a cartas con mis padres. Yo tenía en claro que había nacido para jugar al fútbol. Pienso y vivo como un jugador de fútbol, aún hoy. Y en esa época, que fui a Salta, sabía que no iba a volver. No les decía nada... Primero se fue mi viejo y después mi vieja. No los tengo a ninguno de los dos, como Hugo... Pero desde el primer año que estuve en Salta, ellos tenían dinero todos los meses (Mazo).
—¿Qué hicieron con el primer sueldo?
—Era poco... Lo único que yo quería era jugar... Me jodieron, era callado, no hablaba... Por ejemplo, pedía plata para arreglar el contrato y me decían que no, vas a cobrar esto y agachaba la cabeza... ¡Yo sé que me jodieron! (Villarruel).
—A mí también, no era fácil para los que éramos del interior (Mazo).
—Pero quizás vos, Osvaldo, tenías otro carácter...
—Pero no era fácil, había contadores, abogados, más capacidad de negociación que nosotros (Mazo).
—Y también eran tiempos en los que se ganaba lo justo para estar bien, pero no muy bien...
—Lo único que hice en Colón fue ganar para una casa y un auto, todo lo otro lo hice con Racing. Yo le agradezco a Colón, pero la diferencia la hice en Racing... Veía que venían los de afuera y cobraban más que yo, que me rompía todo adentro de la cancha y sentía la camiseta. Cuando digo de afuera, digo de Buenos Aires, no del exterior. Lo que pasa es que yo era callado, agachaba la cabeza... (Villarruel).
—La gente de Buenos Aires respeta más al jugador. Hoy, después de 30 años, me presento en Independiente y me tratan como un jugador actual. Y acá, que jugué los mejores años de mi vida y tuve las peores lesiones, si quiero ir a la cancha para ver las instalaciones, no para ver un partido, tengo que pedirle permiso a medio mundo... No sos reconocido para nada... Mirá, la noche de los 100 años me invitaron. Yo no salgo a ningún lado, salgo a jugar con los amigos al Gato Félix, no hago sociales... Pero fui, me sentaron con Cococho, Poroto Saldaño, Edgar Fernández, el Bambi... A dos metros estaba el plantel actual, no tengo buena memoria de los dirigentes de ese momento, pero vinieron esos que manejaban el club, saludaron a los jugadores actuales y al lado estábamos nosotros... Y nada... Cuando entregaron medallas, me vine a mi casa en lugar de subir al escenario. Le dije a mi señora: ¡Vamos!... Nos forrearon... Me duele y me cuesta ir a mostrarme en algún lugar que fui jugador de Colón.
—Triste, ¿no?
—Pero estamos en un tiempo en el que se compensa todo con la familia, con los amigos y jugando al fútbol, algo que sigo haciendo y nunca dejaré... Tengo a mi hija arquitecta viviendo en España, mi hijo contador, tengo un nietito, estoy con mi señora de siempre. No pido más (Mazo).
—Osvaldo tiene un nietito y yo le compito con la nietita... Eso es lo bueno, lo que no tiene comparación y es lo que te da las mayores alegrías.
“Cococho Alvarez era la primera figura, el actor principal de la película, todos girábamos alrededor de él. Nosotros acompañábamos, pero el ritmo del equipo, la aceleración o la pausa, la manejaba él. Cuando perdíamos un partido en Buenos Aires, volvíamos 6 o 7 horas en el micro lamentándonos. A la hora de pelear por todos, Cococho era el primero. Fue un ejemplo”. Osvaldo Mazo, ex jugador de Colón
El golazo del chaqueño a Fillol
Jugando para Independiente, Osvaldo Mazo le marcó un golazo desde afuera del área a Ubaldo Matildo Fillol. Fue en el Metro de 1980, el partido terminó 2 a 2, el otro gol de Independiente (también golazo) lo marcó Alzamendi —que luego fue a River— y los dos de River fueron convertidos por Leopoldo Luque y Daniel Passarella de penal.
El del chaqueño, fue un remate desde afuera del área que se clavó en el ángulo superior izquierdo del Pato, que voló en forma espectacular pero no llegó ni a tocar la pelota. Independiente alistó ese día a Pogany; Mario Killer, Olguín, Angeletti y Osvaldo Pérez; Mazo, Zimmermann y Larrosa; Alzamendi, Miño y Magallanes, bajo la conducción técnica del Gitano Juárez. River, por su parte, lo hizo con Fillol; Saporiti, Pavoni, Passarella y Tarantini; Jota Jota López, Merlo y Alonso; Pedro González, Luque y Commisso.
“Villita” y los clásicos
En la charla, Hugo Villarruel reconoce que le encantaba jugar los clásicos y hay uno, en 1977, en el que Colón gana 2 a 1 y él convierte uno de los goles.
Fue el 31 de julio de ese año. Erni; Fertonani, Di Plácido, Zimmermann y Fernández; Villarruel, Roldán y Di Meola; Vega, Luñiz y Aricó fueron los once rojinegros. Por Unión, Irusta; Hugo López, Trullet, Merlo y Bottaniz; Bongiovanni, Telch y Bianchini; Moreno, Trossero y Casaccio. Abrió la cuenta Víctor Alfredo Bottaniz para Unión, de penal, empató “Villita” y desniveló Ricardo Aniceto Roldán de penal.
Villarruel fue la gran figura de ese partido y ambos goles de Colón, con un Brigadier López repleto de espectadores, fueron en el arco de la Jota Jota Paso, donde se ubicaba la popular barra de la Santa Rosa de Lima.
El día anterior, sábado 30 de julio de 1977, Monzón derrotaba por puntos a Rodrigo Valdez y le ponía punto final a su brillante trayectoria en la defensa número 14 del título de campeón mundial de los medianos.