Un búho en la rama del hombro. El cuerpo poblado de aros y tatuajes. La esfera fulgura en la habitación oscura y le da un tono amarillento a mi pijama: "¡Recuerde al despertar! Desayune liviano o le va a caer mal. No use el auto para ir a trabajar porque van a caer piedras; vaya caminando y pare en la quiniela de la vuelta de su casa para apostar todo su salario al 231 a la cabeza en nacional (¡se va a forrar en guita!); con ese premio, compre todos los dólares que pueda porque se va todo al carajo (¡no se hace falta ser vidente para darse cuenta de eso!); no sea gil, no los ponga en el banco porque se viene un corralito (¡tampoco hace falta ser brujo para esto!). Cuando llegue a su oficina, putee de arriba abajo a su jefe: ¡No se ahorre nada! ¡Hace meses que el muy turro planea rajarlo, haga lo que haga usted! De todos modos, si apuesta al 231 en la quiniela como le dije, tendrá los bolsillos repletos de billetes para iniciar una nueva etapa. Otra cosita: en las próximas vacaciones, no viaje a Brasil en avión porque se estrellará. En las elecciones que se avecinan, no vote a ESE candidato porque lo defraudará. No le salga de garante a su amigo porque perderá mucho más que una amistad. Y, por sobre todas las cosas, descrea de todos los que se autoproclaman adivinos: ¡Haga su vida, trace su destino y recuerde que los sueños… sueños son! ¡Ah! Casi me olvidaba: ¡No vea a su amante mañana porque, en la puerta del hotel alojamiento, se cruzará con su esposa y su jefe! ¡Recuerde al despertar!".