El cometa 3I/ATLAS alcanzará su punto de máxima aproximación a la Tierra el próximo viernes 19 de diciembre, cuando pase a unos 270 millones de kilómetros; después seguirá su rumbo hiperbólico fuera del Sistema Solar y no regresará.

El próximo viernes pasará a unos 270 millones de kilómetros de nuestro planeta durante su máximo acercamiento. Será visible solo con telescopios pequeños o binoculares y luego seguirá fuera del Sistema Solar.

El cometa 3I/ATLAS alcanzará su punto de máxima aproximación a la Tierra el próximo viernes 19 de diciembre, cuando pase a unos 270 millones de kilómetros; después seguirá su rumbo hiperbólico fuera del Sistema Solar y no regresará.
Ese día marcará la distancia mínima entre el objeto interestelar y nuestro planeta, según mediciones de la NASA. A esa separación, el cuerpo no representa riesgo físico para la Tierra, pero la cita del momento es relevante porque permitirá obtener "la última imagen por el resto de la historia" antes de que el cometa se aleje definitivamente.
El brillo del cometa es bajo: su magnitud aparente se estima alrededor de 10, por lo que no será visible a simple vista; la recomendación es usar telescopios pequeños o binoculares astronómicos.

El mejor momento para intentar observarlo será en las horas previas al amanecer, mirando hacia el horizonte sureste, en la zona del cielo próxima a las constelaciones de Virgo y Leo.
Tras el paso del 19 de diciembre, la trayectoria hiperbólica del cometa lo llevará más allá de la órbita de Júpiter en la primavera boreal de 2026. A medida que se aleje, su brillo disminuirá progresivamente hasta desaparecer de nuestra vista y no volverá al Sistema Solar.
3I/ATLAS fue detectado en julio y presentó actividad notable tras su máximo acercamiento al Sol, ocurrido el 29 de octubre. Imágenes recientes obtenidas por el telescopio Hubble mostraron el núcleo y la coma, así como la presencia de dos colas; la Agencia Espacial Europea (ESA) explicó que una es una “cola de plasma” y la otra una “cola de polvo”.

Los equipos que analizan el objeto registraron un comportamiento pulsante: chorros de gas y polvo que se disparan en ráfagas cada 16,16 horas, con variaciones de brillo intermitentes del 20 al 40%. NASA y ESA atribuyen ese patrón a la rotación del núcleo, que cada 16,16 horas expone zonas de hielo que se subliman y generan los chorros; el material expulsado puede alcanzar velocidades de hasta 1.585 kilómetros por hora y recorrer hasta 25.000 kilómetros.
Algunos científicos señalaron anomalías en las observaciones y abrieron polémica. El astrofísico Avi Loeb consideró que el brillo registrado es demasiado intenso para explicarse únicamente por la rotación del núcleo, porque la coma debería suavizar esos destellos y reducir la variación a alrededor de un 5% según su evaluación.

Además, se mencionaron una aceleración no gravitacional inusualmente grande y una composición química atípica con niveles de dióxido de carbono y níquel fuera de lo esperado.
Esas particularidades motivaron hipótesis más especulativas sobre posibles orígenes no convencionales, pero “descartó esa hipótesis e insistió en que el 3I/ATLAS es un objeto natural”, dijo la NASA.