El calentamiento global tiñe de rojo los ríos de Alaska
El descongelamiento del permafrost por el aumento de temperaturas libera metales tóxicos que contaminan el agua en ecosistemas antes prístinos. Científicos advierten sobre un proceso difícil de revertir.
El calentamiento global tiñe de rojo los ríos de Alaska. Crédito: The New York Times.
Los ríos del norte de Alaska están cambiando de color: de sus tradicionales tonos cristalinos han pasado a un inquietante rojo anaranjado. Este fenómeno, que comenzó a observarse con mayor frecuencia en los últimos años, ahora se ha vuelto más recurrente y preocupante.
La causa principal: el derretimiento del permafrost, el suelo permanentemente congelado del Ártico, que está siendo afectado por el aumento récord de temperaturas en la región.
El proceso, según investigadores estadounidenses, genera reacciones químicas naturales que liberan metales pesados y compuestos ácidos en el agua, lo que no solo altera la coloración, sino también la calidad y composición de estos ecosistemas.
Científicos advierten sobre un proceso difícil de revertir. Crédito: The New York Times
¿Qué está ocurriendo bajo tierra?
El permafrost actúa como una cápsula del tiempo: contiene materia orgánica, minerales y sustancias químicas que han permanecido congeladas durante milenios. Con el calentamiento global, este suelo comienza a descongelarse, exponiendo minerales como sulfuro de hierro, que al entrar en contacto con el oxígeno y el agua genera una reacción similar al drenaje ácido de minas.
Este proceso libera una mezcla tóxica de metales como hierro, cadmio, zinc y aluminio, que termina en los cursos de agua. Ríos como el Salmon River y afluentes en el norte de Alaska presentan hoy niveles de contaminación que superan los límites aceptables por las autoridades ambientales de Estados Unidos.
Los efectos no se limitan a un cambio estético: las aguas contaminadas comprometen la vida acuática y las cadenas tróficas del ecosistema. Especies como el salmón chum, base alimentaria y cultural de comunidades indígenas del Ártico, ven alterados sus hábitats y ciclos reproductivos.
Además, insectos acuáticos que forman parte de la dieta de aves y peces desaparecen en zonas donde la acidez y los niveles de metales pesados se disparan. Todo esto repercute no solo en la salud del ecosistema, sino también en la subsistencia de poblaciones humanas que viven en equilibrio con el entorno natural.
Alarma en el Ártico. Crédito: Reutes.
Un fenómeno difícil de contener
A diferencia de la contaminación por actividad minera —que puede mitigarse con ingeniería y contención—, este proceso natural ocurre en áreas remotas y protegidas, sin intervención humana directa. Por eso, los científicos advierten que no existen soluciones fáciles ni rápidas.
El problema, además, podría expandirse. A medida que el calentamiento del planeta avanza, el permafrost continuará degradándose, liberando más elementos contaminantes. Incluso si las emisiones globales se redujeran drásticamente hoy, el daño ya iniciado en estas cuencas podría continuar durante décadas.
Este fenómeno es una de las tantas señales de alarma que emite el Ártico. La región se calienta a un ritmo más del doble que el promedio global, convirtiéndose en una zona clave para entender el futuro del planeta. La transformación de sus ríos no es un hecho aislado: es una advertencia global.
Los científicos esperan que esta visibilización sirva para redoblar los esfuerzos internacionales por frenar el cambio climático y monitorear de cerca los impactos ecológicos en las regiones polares, que funcionan como sistemas de alerta temprana del desequilibrio ambiental.