Soy libre, atrás quedan los muros que por más de veinte años consumieron lo poco que tenía de humano. Hay imágenes que vuelven para espantar, pujan por llevarme a la oscuridad. Estoy solo, encapsulado en este tiempo que no es el mío, deseando ser convencional.
Mi nombre retumba en la soledad de la calle. Reconozco a Fabián, secretario de la empresa, está parado al lado de un auto oscuro.
- Fabián, qué sorpresa. Digo mientras lo saludo con un apretón de manos.
- Hola jefe, vine a buscarlo.
- Hace rato que no soy tu jefe. ¿Cuánto hace, unos veinte años? Igual gracias.
Subo al auto, Fabián no para de hablar. Observo la ciudad, no ha cambiado. Nos detenemos frente a un edificio.
- El departamento está como lo dejaste. Dice, dándome las llaves.
Parado frente a la puerta recuerdo lo que dijo Fabián: "está como lo dejaste".
Después de tanto tiempo, no puedo borrar la sucesión de imágenes. Valeria en el piso, un charco de sangre pintando la alfombra, sobre la mesa del living restos de cocaína. Desde el sillón, indiferente, observo cómo agoniza, la botella de whisky en mi boca disuelve la última pastilla de éxtasis.
El poder, la empresa, los lujos, no son nada,… extraña paradoja, lo tengo todo y siento que soy un desposeído. Abro la puerta, todo está limpio y ordenado, busco la mancha en la alfombra pero no la encuentro. El departamento fue renovado, como si con cambiar muebles, cortinas o pintar las paredes se pueda ocultar la tragedia.
En la heladera hay comida, agua y algunas gaseosas, nada de alcohol. "Alguien quiere cuidarme". Pienso. En el dormitorio la cama se siente rara, el cuerpo no se amolda a este colchón premium. Voy al vestidor, hay trajes, camisas, ropa deportiva, calzado de todo tipo.
Vuelvo al comedor, sobre la mesa una nota. "Te espero mañana en la empresa. Papá". Sé que no puedo esperar nada de ellos. Mamá murió tratando de salvarme.
En el baño, el espejo revela arrugas profundas como cicatrices. Es el rostro de un hombre consumido por las adicciones.
Vuelvo a la cama, sobre la mesa de luz, un paquete envuelto en papel de regalo. En la tarjeta reconozco la letra de mi hermana. "Espero te haga feliz", dice. Al abrirlo reconozco la pureza de esta "Dama Blanca". Juego con el paquete, los dedos se humedecen con la transpiración. La necesidad de consumir es intensa, llevo limpio más de una década.
Camino por el cuarto, siento la respiración agitada, el corazón acelerado. La mano cerrada es una tumba que lleva al infierno. De un tirón rompo el envoltorio y lo vuelco sobre la mesa de luz. Ya no hay puertas, ni cerrojos, ni retornos. Sin explicación alguna la foto de mamá cae sobre la cocaína. Ella, otra vez, salvándome. Busco con qué limpiar, desecho la droga en el inodoro y descargo el agua.
- Señor se ve muy bien esta mañana. Dice Fabián mientras abre la puerta del auto.
- Gracias. Le respondo, mientras me acomodo la corbata.
Nota de la autora
"A veces sólo puedes encontrar el cielo, alejándote lentamente del infierno" (Carrie Fisher)
Al escribir esta historia intenté alcanzar un paralelismo entre la vida de Carlos, el personaje de la obra, y Carrie Fisher. Carlos y Carrie lo tenían todo, las adicciones los llevaron a la ruina moral, psicológica y física. ¿Qué lleva a una persona a entrar en el círculo de las adicciones? ¿Los genes, el sufrimiento emocional, la depresión, el estrés, el entorno, baja autoestima u otro problema de salud mental?
La actriz que saltó a la fama con "La guerra de las galaxias", al punto de quedar identificada para siempre con su personaje, murió en Los Ángeles el 27 de diciembre de 2016. En su sangre se encontraron restos de cocaína y otras drogas. Desde hacía años venía batallando contra las adicciones, pero también con el peso aplastante de dos padres famosos que casi no la dejaban respirar.
Así como en la ficción su personaje luchaba contra los enemigos del "lado oscuro" de la galaxia, en la vida cotidiana la actriz enfrentaba su propio lado oscuro, el de las adicciones. Pero, al margen del lado oscuro de las adicciones en las que cayó desde temprano, Carrie tuvo también su lado luminoso: hizo su propia carrera como actriz, escribió novelas y libros autobiográficos.
El éxito tuvo su contracara cuando le diagnosticaron un trastorno bipolar y la sometieron incluso a sesiones de electroshock. Para evitar esos saltos entre la manía y la depresión, Carrie empezó por automedicarse y luego reforzó el efecto de los medicamentos con un consumo excesivo de alcohol. Cuando estaba filmando "El imperio contraataca" descubrió la cocaína, y poco más tarde el LSD. No es que cambió una adicción por otra, sino que las fue sumando. Luchó contra ellas, pero jamás logró superarlas.
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