Por Susana Ibáñez
Por Susana Ibáñez
(*) Novela breve. Editorial Palabrava, año 2022, 100 páginas.
Bajo la invocación de un fragmento de "Eisejuaz" de Sara Gallardo, Franco Rosso cuenta una historia de amor y de hambre. "Para todo bicho suelto que come carne, criaturas del que es uno, hemos dejado esto nosotros, criaturas del que es uno", dice el epígrafe de Gallardo, palabras que bien resumen esta historia de carne, fuego, celos, venganza y amor. La historia tiene dos protagonistas: primero el Pino, después la Chilena. Vemos al Pino transitar la muerte de su padre, su inusual velatorio y el responso que oficia un monje lisérgico –al decir de Selva Almada en la contratapa–, habitante estrafalario de una ermita perdida en el monte. Asistimos al arribo de los carneantes, trabajadores que cada año ayudan en las actividades del campo. Con ellos llegan el Vasco, su compañera la Chilena y un sobrino al que llaman "el idiota" y a quien ponen a cargo de mandados y quehaceres que nadie más quiere realizar. Los celos del Vasco, quien sospecha que ella se encuentra a escondidas con el Pino, provocan un primer enfrentamiento; las acciones del idiota precipitan la tragedia.
La novela transcurre en una estancia del centro norte de la provincia de Santa Fe, lugar indeterminado que va surgiendo junto con los personajes. El tiempo que transitan se pierde en un futuro incierto en que el campo –reconocible por sus costumbres– se ve invadido por una plaga que devora animales, la de los Zuritas. Se trata de un tiempo dividido en "antes de la nubla", cuando había gatos y todo era diferente, y "después de la nubla", cuando los Zuritas ya los han comido a todos. Los Zuritas, como grupo, son el primer personaje en ingresar a la historia y actúan como clave y tono: "Y por la guasada de comadrejas que andaban, también se llenó de Zuritas. En cunetas, montes y entre los espartillos, armaban ranchadas precarias con cinas, barro y nylon de silo o bolsas, y se metían a hacer covacha con yuntas y crías a cuestas."
La historia de la muerte del padre es vieja como el mundo, tanto como la de lo irrefrenable de la pasión y la desgracia que sigue a la deslealtad. El enfrentamiento de dos hombres por viejas rencillas y por una mujer, pero en esta novela se cuenta distinto: "Era sabido, también, que de antes de ese antes ya venía la discordia con el Vasco. De cuando el Pino supo ser puestero suyo. De más chango lo había tenido de prestado por el viejo Bautista, ofertado de favor por lo que durara la cosecha grueso en nubla clara. Peor que golondrina. Con poco fiado en el almacén del pueblo y haciendo rancho en la pieza de atrás de los fondos". Porque lo nuevo, eso que hace memorable un libro, es lo otro: la invención del lenguaje, el lugar con su nubla, los personajes familiares pero extraños que trae ese futuro imaginario, el hambre interminable de los Zuritas. La carneada como momento de reunión de los trabajadores del campo, la cuereada de un animal salvaje y su puesta al fuego en medio del campo solo, los círculos de mujeres con sus cuentos y sus quehaceres, todo se narra en un lenguaje que el autor bautizó "criollontés", una mezcla del hablar del descendiente de piamonteses y de la jerga de los trabajadores de la pampa. Mediante este lenguaje se logra una gauchesca poética y apocalíptica, un mundo extraño donde la luz del sol apenas traspasa la nubla que les llega a las vacas hasta las verijas y donde los Zuritas devoran lo que encuentran a su paso, el Pino carnea y asa comadrejas, los carneantes se entregan al asado y a los embutidos que les ofrece la Chilena. Hay un hambre hondo en este campo, un alimentar el cuerpo para sobrevivir y para gozar, para atravesar el tiempo de la nubla en espera de algo mejor. El mundo mejor –el que añora la distopía– acaso los está esperando, pero lejos, en la huida impulsada por el hambre de supervivencia.
"Los carneantes" se suma a un número de novelas que en los últimos diez años vienen renovando la gauchesca, género que cuenta sobre el gaucho y su forma de vida, su mentalidad y su tiempo y que se hizo popular en esta parte del mundo entre 1870 y 1930. Retomando la tradición de José Hernández, Estanislao del Campo, Hilario Ascasubi, Benito Lynch y Ricardo Güiraldes, autores como Marcelo Carnero ("La boca seca", 2012, Mardulce) y Juan Ignacio Pisano ("El último Falcon sobre la tierra", 2019; "El viento de la pampa los vio", 2021, Baltasara) vienen ubicando en escenarios rurales historias de seres degradados y sin esperanza, espacios del terror y la catástrofe. En "Los carneantes", un número de elementos desfamiliarizan el campo que conocemos: criaturas que sobreviven robando comida, un clima enloquecido que no deja ver el sol, los delirios místicos de un monje, el fuego que todo lo arrasa, la pasión devoradora. Estos mundos de pesadilla podrían pensarse como distópicos, como postapocalípticos. Las distopías se caracterizan por presentar una visión pesimista del futuro, por edificar mundos posibles donde reinan el miedo, la tiranía, el desastre ambiental, el derrumbe de la sociedad como consecuencia de problemas para los que no encontramos solución. La narrativa distópica se solapa con la postapocalíptica, que también presenta una sociedad deteriorada como resultado de desastres nucleares, ambientales o bélicos, con la diferencia que la distópica busca resaltar las responsabilidades sociales, ecológicas, políticas, económicas y científicas del presente, y advertir acerca de los peligros de no actuar a tiempo para prevenir males peores.
Sea cual sea el adjetivo que elijamos para calificar cada novela, lo cierto es que la gauchesca sale al encuentro de escritores que la reescriben, la renuevan y la hacen hablar de esclavitudes, de falta de recursos, desastres ambientales y sanitarios. En "Los carneantes", Franco Rosso arma una historia difícil de olvidar, donde aunque las pasiones se reconocen, los lugares se borronean y el hambre cunde, selectivo: están los que nada hacen y todo tienen, los que nada hacen porque son invisibles a los que tienen, los que trabajan y no tienen nada. Y está el amor. Y está el fuego.
Sobre el autor
Franco Rosso nació en Tostado, Santa Fe, en 1979. Estudió Cine en la Universidad Nacional de Córdoba y Profesorado de Lengua y Literatura en el Instituto del Profesorado de Rafaela. En 2002 fue cofundador del grupo de escritura Prima Liter, junto a Santiago Alassia, Matías Aimino y Gustavo Lombardo.
En 2004 publicó "Sobre todos los Sobre" (edición Diario Castellanos), en 2005 "Cruz y Ficción de Ismael Fixman" (ediciones Prima Liter), en 2009 "Tratado de la soledad bajo la lluvia" (ediciones Prima Liter, Versiones de la Tan Sombra) y en 2019 la nouvelle "Mandarinas" (Editorial Municipal de Rosario-EMR), que fue finalista del Primer Concurso Regional de Nouvelle 2018 de la EMR. Además, en 2021 publicó la novela "Los idos" (FEM), primer premio del Fondo Editorial Municipal Rafaela 2019.