Por Juan Bautista Walpen


Por Juan Bautista Walpen
La sanción de la Constitución Nacional posee una carga simbólica muy fuerte para la capital santafesina.
Es un acontecimiento que marca el calendario de conmemoraciones públicas de la ciudad, como así también el calendario político de la provincia, ya que el 1 de mayo de cada año se da inicio al período de Sesiones Ordinarias de la Legislatura Provincial.
Es por ello que todo lo relacionado al tema de nuestra Carta Magna se constituye como un anclaje simbólico con nuestro pasado y una apelación identitaria a una condición intrínseca de Santa Fe: la de ser una ciudad Estado.
En este sentido, la imagen de la obra "Los constituyentes del 53. En la sesión nocturna del 20 de abril", del pintor Antonio Alice, evoca, para quienes habitan en Santa Fe las más profundas pasiones, a tal punto que ha desatado arduos debates (y mitos) en torno a su lugar de pertenencia y de emplazamiento.
Los santafesinos sentimos que nos pertenece. No obstante, es su historia poco conocida y una enorme parte de la misma está guardada, en un conjunto de más de 50 bocetos, estudios previos y apuntes, en el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez de Santa Fe.
Pero, esta no es la única obra de este artista que tiene a la Constitución como tema de composición.
Hay otra, del año 1928, denominada "Argentina, tierra de promisión" y, como dato casi desconocido, su boceto definitivo también forma parte del mencionado museo. El propio Alice instaba a que "por intermedio del arte, contribuyamos a difundir la historia de la argentinidad y daremos con ello un sano ejemplo de amor a la patria".
Es por este motivo que, dentro de su vasta obra, la pintura de género histórico ocupa un lugar de relevancia. Composiciones como "La muerte de Güemes", el retrato del General Julio Argentino Roca, "San Martín en Boulogne Sur Mer" son algunas de las obras más paradigmáticas en lo que respecta a su esfuerzo por representar hechos y personajes que hacen al cánon o al panteón de héroes de la historia patria de principios del siglo XX.
A ese listado de trabajos de Alice debemos agregar las dos obras que indagan respecto a un hito fundacional de la Argentina moderna, a saber: la constitución de 1853. Respetando un orden cronológico encontramos primero a "Argentina, tierra de promisión" (1926) y luego "Los constituyentes del 53…" (resentada en público en 1934). La primera posee un fuerte contenido alegórico siendo una representación del "espíritu" del Preámbulo de la Constitución, está emplazada en el antiguo Palacio de Correos, hoy Centro Cultural Domingo Faustino Sarmiento, Capital Federal.
La otra, se presenta como una invención de un momento fundacional de la Argentina moderna. Momento con el que, en palabras del mismo Alice, "el arte argentino está en deuda".
Hago referencia al momento en que el diputado Juan Francisco Seguí "persuade" a la asamblea constituyente de sancionar esa noche (la del 20 de abril de 1853) un andamiaje legal para el funcionamiento de este novedoso experimento político denominado "Confederación Argentina". Está emplazada en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso Nacional.
"Los constituyentes del 53…" es, entonces, un intento de "recrear" de la manera más fidedigna un evento del cual no hay registro visual alguno. Es por ello que el artista incurrió en arduas investigaciones e indagaciones persiguiendo una pretensión de verosimilitud.
En cambio, "Argentina, tierra de promisión" es una obra netamente alegórica. En la literatura, la retórica y en las artes plásticas, se apela a la alegoría como recurso de dotar una de una imagen, una idea o una abstracción. Los ejemplos son casi infinitos y el uso de este recurso se emplea para "dar forma" a virtudes, defectos o, incluso, algún mensaje implícito.
En este sentido, tierra de promisión es una forma que encuentra Antonio Alice para concretar una representación plástica del espíritu del preámbulo de la constitución nacional en especial la oración dedicada a "todos los hombres que quieran habitar en el suelo argentino...".
La composición de la obra está plagada de elementos del clasicismo, entendiendo este concepto como el uso de patrones estéticos y filosóficos de la antigüedad clásica como lenguaje estético.
En esta frase del preámbulo la invitación a poblar la pampa; esa indómita y eterna línea de horizonte; esconde la necesidad de dotar de mano de obra a esa enorme llanura que ofrecía un destino de grandeza pero no había manos para construirlo. Un nuevo orden mundial se asomaba basado en una nueva división internacional del trabajo.
El "ingreso" a ese nuevo orden suponía que la Confederación Argentina, aún en ciernes para 1853, primero se organizará internamente. Las autonomías de los poderes locales debían someterse a un poder central, capaz este de garantizar estabilidad institucional, una moneda firme, un ejercicio de la soberanía sobre un territorio definido.
Pero, paralelamente a esto, era necesario contar con una mano de obra capaz de extraer los frutos de esa pampa hasta el momento despoblada, barrida por los vientos, desaprovechada. Era menester poblar esa pamba y que esos vientos peinen trigos y vacas.
Para transmitir este mensaje el artista apela a una composición de tres planos. El primero: una familia (de espaldas) llega y es recibida por un grupo de personas (segundo plano). Detrás de ellos, el paisaje. La pampa. Vamos ahora a un análisis de la obra en su conjunto. A esa familia la recibe un grupo de gente (segundo plano) en el cual se agolpa pasado, presente y futuro.
Si iniciamos el recorrido desde la izquierda, vemos un soldado español con el característico casco de conquistador. A medida que avanzamos hacia la derecha, se va conformando una amalgama de personas (¿Habita allí la idea de crisol de razas?).
Al final un cuerpo inclinado quizá esquilando una oveja, un hombre con un cajón al hombro y torsos "en cuero" que hablan de un país (aún inexistente) forjado por el trabajo de generaciones.
Ese grupo; que leemos a modo de recorrido; concluye en un hombre, también trabajador, pater familia que los recibe y, con su brazo extendido, le abre las puertas a la pampa casi eterna, confundida con el horizonte, llena de ganado. La mujer que lo acompaña amamanta a sus tres hijos, esos niños simbolizan el futuro.
Abajo, sobre la tierra, los elementos de trabajo y la paja hacen referencia a la capacidad productiva de esas tierras, la cual solo se consigue trabajando. La familia que llega (primer plano), viste ropas de inmigrantes y la habitan también muchas generaciones: una mujer mayor, un matrimonio. La mujer carga algo, carga el anhelo de un futuro mejor, esperanzas, un pasado, y sus manos para las labores que este desafío demanda.
Sarmiento y Alberdi derramaron ríos de tinta sobre el origen de esas millones de familias "de espaldas" que llegaban a poblar nuestra pampa, tema que generó calurosos y polémicos debates que impactaron de lleno (ya entrado el siglo XX) sobre una cuestión que aún no está del todo resuelta: la del ser nacional, pero esa es otra historia.
Si hay algo que está fuera de debate al respecto de quienes llegaron aquí a "hacerse la américa" es que sólo pudieron progresar (aquellos que pudieron hacerlo) en base al sudor de su frente y a un enorme sacrificio en un país tantas veces paradójico que parece estar cada días más empecinado en acrecentar su deuda con una inmensa mayoría de quienes habitan hoy su argentino.
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