La primera sensación que tuve al leer "Bicho sin dueño" (*), el flamante libro de poemas de Leonardo Pez, fue la de hallarme ante un libro millennial. No intento, con esta afirmación darle entidad a una categoría literaria específica (acaso inexistente); sólo pretendo señalar que, al recorrer sus páginas, sentí cierto perfume existencial propio de alguien perteneciente a esa generación, sentí que estaba frente a las percepciones y al universo de alguien que mira y pinta la década del 20 desde su condición de joven- no tan joven. Es decir, me encontré con una poética lo suficientemente joven como para seguir siendo fresca y descontracturada, pero no tan joven como para detectar en ella rasgos de inexperiencia.
La obra contiene dos partes: "Una velocidad distinta" y "No te mueras con tus muertos". Apelando a una simplificación extrema -y tal vez por esa misma razón, imprecisa- podría decirse que mientras en la primera parte el poeta se dedica a observar su presente con actitud de cronista, en la segunda se aboca a examinar el pasado, saliendo al rescate de algunas historias familiares y ejerciendo cierto ajuste literario de cuentas con la propia infancia. Admito, de todos modos, que ese criterio de división temporal no es tajante. En "El octogonal del 95", poema incluido en la primera parte, el pasado se filtra en el ahora mediante la contemplación de una foto.
El libro es sumamente visual. Las imágenes que ofrecen los poemas, sin embargo, no son estáticas, no están en reposo como en una naturaleza muerta, sino que transmiten una impresión de constante movimiento, como en un videoclip algo caótico armado con palabras. Palabras mediante las cuales el autor intenta poner cierto orden a ese movimiento para descubrirle o asignarle un sentido profundo.
"Bicho sin dueño", de Leonardo Pez. Gentileza
En estos poemas hay taxis, colectivos, edificios y gente moviéndose en las calles, pero también hay canillas, termos, gatos y facturas de la EPE. Como a través de un zoom ajustado y reajustado en forma constante, la mirada se concentra alternativamente en escenas callejeras, se repliega hacia espacios íntimos y vuelve a expandirse. O viceversa.
El paisaje urbano y suburbano que aparece en este poemario tiene algo de decadente. No es melancólico ni mucho menos sórdido, pero en sus versos se cuelan postes de luz que penden de un cable, canaletas que emiten malos olores, estructuras oxidadas. El poeta observa pero, al mismo tiempo, nos comparte sus sensaciones al observar. Nos cuenta lo que ve, pero también nos transmite en simultáneo lo que va sintiendo mientras lo ve, deja traslucir una mezcla de ansiedad y desesperanza -nunca explícitas- que aparece como un fondo existencial desde el cual escribe.
Quizás, este mecanismo se explica con claridad en la dualidad que expone el poema "Colgante": hay un juego permanente entre la "foto real" y la "foto mental". Para quienes conocen y siguen a Leo en sus múltiples facetas de periodista cultural, hombre de radio y -desde la irrupción de "Bicho Redactor", su newsletter semanal- cronista urbano, "Bicho sin dueño" es una excelente oportunidad para (re)descubrirlo en su retorno público a otro de sus grandes y viejos amores: la poesía.
(*) "Bicho sin dueño" es el cuarto libro de Leonardo Pez. La obra, trabajada en clínicas de poesía a distancia con José Villa, reúne treinta poemas del autor santafesino. El arte de tapa y las ilustraciones fueron realizadas por la artista visual Virginia Abrigo. En su última etapa de impresión, el proyecto contó con el apoyo del Ministerio de Cultura de Santa Fe, tras haber sido seleccionado en la convocatoria Espacio Santafesino 2024.
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