

Se han iniciado las sesiones deliberativas para reformar la Constitución de la provincia de Santa Fe y hay que decir que la convocatoria se hizo respetando los procedimientos establecidos por la ley y, muy en particular, el que establece que la necesidad de la reforma exige la aprobación de las dos terceras partes de las cámaras de Diputados y Senadores, es decir, una mayoría especial prevista para iniciativas trascendentales. También hay que decir que los santafesinos votaron para elegir los convencionales, y si bien el ausentismo fue alto, los candidatos fueron elegidos legítimamente porque esa baja participación no quita legalidad al proceso. Señalaría, además, que la pretensión manifiesta de modificar el artículo que prescribe para el gobernador un solo mandato puede que atienda a las ambiciones de Maximiliano Pullaro (no conozco político en el mundo que no las tenga, y el que diga lo contrario tengo motivos para sospechar de su palabra), pero en términos constitucionales la reforma no hace más que poner en sintonía lo prescrito por la Constitución nacional en la materia.
Dicho esto, agrego a continuación que de los problemas reales que nos afligen a los santafesinos -narcotráfico, pobreza, jubilaciones, crisis de las economías regionales, hidrovía y tantos otros-, la Constitución provincial de 1962 no tiene la culpa. Y si algún tirón de oreja hay que propinarle a los políticos y funcionarios del pasado no es porque hayan cumplido sus artículos, sino porque más de una vez no los cumplieron. Respecto de la supuesta vejez de la Constitución de 1962, observo que a las constituciones las distingue, las valoriza y les otorga prestigio su vejez, no su juventud. Como a los buenos vinos, a las buenas constituciones les da calidad el tiempo. Los norteamericanos y los ingleses algo saben al respecto. Pero bueno, los dirigentes políticos y un amplio sector de la opinión pública santafesina expresó su acuerdo por la reforma, y, muy en particular, la reforma del mandato del gobernador. Según peronistas de la guardia vieja, Pullaro se sale con la suya porque hubo compañeros que actuaron como traidores. No sé si la imputación concreta es verdadera, lo que sé es que según las propias imputaciones de los seguidores de Juan domingo Perón y Evita, en estas escaramuzas políticas el peronismo siempre ofrenda para la causa un distinguido plantel de traidores. Por otra parte, me resultaría asombroso, truculento y estrambótico que algún convencional peronista, es decir un convencional del partido de los Kirchner, Insfran, Menem, Juárez o del propio Perón, se oponga a la reelección. Por último, una observación de estricta y despojada naturaleza política. Una reforma constitucional es más un acto político que un acto jurídico. Y si de privilegiar la política se trata, recuerdo que lo que la define es la lucha por el poder, y en el caso que nos ocupa la perla más valiosa -no la única- es la habilitación para un período más para el gobernador. Las otras reformas son importantes, sí, pero comparadas con la reelección son un juego de niños, propinas generosas pero propinas al fin que como escribiera un viejo político conservador, cordobés para más datos, solo entretienen a los profesores de Derecho Constitucional.
No exagero. El tema decisivo del orden político desde los romanos hasta la fecha fue el de la sucesión. Resolver ese intríngulis del poder incluyó guerras, asesinatos y salvajadas parecidas. Hoy estamos en tiempos más civilizados y nadie envenena a nadie por una reforma constitucional, nadie contrata sicarios para imponer su voluntad constituyente, pero no obstante ello el tema de la reelección es un tema serio, es un tema decisivo del orden político y en particular del poder político. Yo creo que en Santa Fe a este "inconveniente" lo vamos a superar sin pagar grandes costos. De hecho, si los trascendidos no están equivocados, la cláusula reeleccionista está asegurada, es decir, están los votos para aprobarla. Después se discutirá si, por ejemplo, a Pullaro le corresponde presentarse en 2027 en tanto juró por una Constitución que lo habilita para un solo mandato. Seguramente algunas palabras resonarán en el recinto, así como seremos testigos de algunos duelos verbales, pero desde ya advierto en términos prácticos que ningún gobernador o presidente auspicia una reforma constitucional para después no presentarse. Después veremos lo que deciden los rigores de los hechos. Si la reforma consagra la posibilidad reeleccionista, habrá que ver si Pullaro se presenta y, sobre todo, si gana. En el orden nacional, en su momento Mauricio Macri y Alberto Fernández disponían de la posibilidad de ser reelectos y ya sabemos lo que pasó. En provincia de Buenos Aires, María Eugernia Vidal dispuso de las mismas chances y también sabemos cómo le fue.
Patricia Bullrich acusa a Victoria Villarruel de "traidora", de haber engañado a sus votantes y de pensar más en lo que le conviene a ella que en lo que le conviene al país. Las imputaciones son terminantes, fiel al estilo de Bullrich. Claro, lo sorprendente es que si Villarruel respondiera con las mismas imputaciones y las mismas palabras más de un observador estaría dispuesto a darle la razón. Puede que Villarruel haya traicionado a Milei, pero tampoco es arbitrario suponer que Bullrich traicionó a Macri. Es probable que votantes de Villarruel se sientan traicionados por ella, como también es muy probable que a los votantes de Bullrich le pase lo mismo. Respecto del ego de Victoria y de Patricia, prefiero no meterme en camisa de once varas porque sería como internarse en una selva plagada de acechanzas, emboscadas, espejismos y precipicios. Argentina y sus singularidades. Millones de personas aseguran que la gestión de Milei es la más exitosa de la historia; otros millones aseguran que el gobierno se derrumba a la vuelta de la esquina. En definitiva, la noción "término medio" pareciera inexistente en este curioso país. Se dice que la actual experiencia política es la más original de las últimas décadas; también se dice que el proyecto de Milei es una copia mediocre de los ensayos de Álvaro Alsogaray, José Martínez de Hoz y Domingo Cavallo. Respecto de la calidad intelectual del presidente, también las antinomias son terminantes. Sus seguidores lo califican de "genio", sus enemigos aseguran que es un "imbécil". Es el país que nos tocó vivir; el país al que no obstante amamos.
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