Por Alberto Fabián Estrubia


Por Alberto Fabián Estrubia
La palabra "digno", desde sus orígenes, significó "valor", "meritorio" y propio del ser, por lo tanto, por el sólo hecho de ser humanos, somos dignos, somos valiosos. Pero la dignidad no le viene desde afuera, no es extrínseca al humano, sino que deviene de su mismo ser, por lo tanto, es intrínseca. Y por ser propia e íntima, nadie desde el exterior, se la puede quitar o negar. El hombre (varón o mujer) vale por su humanidad y su dignidad, y no es una etiqueta que se le puede poner o quitar.
Desde el ámbito religioso se suma que la dignidad le viene por ser creado o engendrado por Dios a su imagen y semejanza y por consiguiente en cierto grado, partícipe de su divinidad. Otra idea más reciente sostiene que la primera Fuente de Energía , como hecho inicial, le dio inicio a los Universos y a todo lo que existe y por eso vivimos en un Todo divinizado Y esto le confiere mayor fundamento de dignidad.
La dignidad que posee el ser humano, le da derechos. Derecho a la vida, al respeto que se concreta en un cuidado que involucra la salud, la educación, la alimentación, la seguridad, la propiedad, etc. Derechos estos que no dependen de la generosidad, benevolencia o buen talante del que conduce la institución o el país, sino que en forma diversa, le son propios a todos los ciudadanos e incluso a todos los seres existentes que catalogamos como inanimados, in-animus (sin alma).
Al ser humano, su dignidad es un valor inherente en cuanto ser racional, dotado de libertad y capacidad de creación. Y posee autonomía responsable, o sea, puede elegir las acciones que crea más convenientes para su realización personal o comunitaria, sin deteriorar la de otros seres vivientes como el agua y los frutos de la tierra. Esto a veces lleva a opiniones y actitudes contrarias, las que deben ser consideradas porque es una consecuencia del obrar de seres libres y dignos que supuestamente buscan el Bien Común, o sea, el Bienestar General.
En distintos momentos de la historia de nuestro país e incluso otros países del mundo, los poderes tanto económicos, como políticos o religiosos, negaron u opacaron esa intocable dignidad y consideraron al hombre como un objeto pasivo y sólo receptivo. Dada tal cualificación, se lo usó como un objeto de servicio o de producción, sin importar el respeto a su vida y a sus derechos salariales, educativos y demás, condenándolo a vivir sin libertad, negándole concretamente su dignidad de humano.
En 1948 cuando se proclaman los Derechos Universales del Hombre, se hace hincapié en su dignidad; dignidad que es intangible, esto es, intocable. No queda al arbitrio de nadie para valer. Por eso, todos los humanos y principalmente los gobernantes, tienen el deber de respetarla y protegerla. Si así no lo hacen, son pasibles de sanciones por delitos de lesa humanidad. Sería bueno recordarlo en este momento histórico nuestro, abriendo nuestras mentes hacia un futuro que nos merecemos.
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