Queridos Amigos. ¿Cómo están? ¿Cómo se encuentran? Hoy celebramos la Fiesta de la Exaltación de la Cruz. En el centro de la Palabra de Dios está el tema del Amor de Dios. El Evangelista San Juan dice: "Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenarlo, sino para que el mundo se salve por Él". La cruz es la expresión extrema del amor de Jesús hacia nosotros. El palo vertical hace referencia a nuestra relación con Dios y el palo horizontal, los brazos extendidos de Jesús, se refieren al amor universal entre nosotros que nos invita a abrazar a los demás.
El cardenal de Brasil, don Helder Cámara, gran estudioso de la Biblia, en cierta oportunidad dijo: "Toda la Sagrada Escritura nos habla del amor de Dios hacia los hombres. Incluso, si se sacaran todos los textos que hablan sobre el amor, la Biblia, si bien es gruesa se quedaría muy fina". ¿Qué duda cabe? El Amor de Dios no es abstracto. Dios actúa. Y envía a su propio Hijo para salvarnos, para ofrecernos un nuevo proyecto de vida, para enseñarnos cómo vivir, cómo actuar, cómo querernos y amarnos como hermanos. Sus actitudes y sus enseñanzas nos invitan a actuar como Él.
Hoy, más que nunca, contemplando la realidad dividida, fragmentada y rota, necesitamos mirar la cruz para cambiar nuestra forma de vida. El 6 de marzo de 2021, el papa Francisco hizo su viaje a Irak y en el segundo día visitó Ur de los Caldeos. Desde allí, al lado de las ruinas de la casa de Abraham, hizo un fuerte llamado a "remar juntos". En forma profética dijo: "En las tempestades que estamos atravesando no nos salvará la idolatría del dinero, que encierra a la gente en sí misma y provoca abismos de desigualdad que hunden a la humanidad. No nos salvará el consumismo, que anestesia la mente y paraliza el corazón. El camino que Dios indica es otro. "Nos corresponde a nosotros tener la valentía de levantar los ojos y mirar a las estrellas, al cielo".
En la sociedad de hoy, cuando abrazamos tantas ideologías; cuando caemos en la trampa de las mentiras, de la corrupción, y del fraude es tremendamente importante mirar el Cielo. En el Evangelio de hoy Jesús nos advierte diciendo: "Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella". ¿Cómo no pensar en tantas realidades nuestras? Sabemos que debemos cambiar porque no siempre vemos bien, no siempre comprendemos bien, no siempre interpretamos bien la realidad. La ceguera se apodera de nosotros, y mucho más de un corazón endurecido. Hace tiempo escuché esta bella historia que quiero compartirles:
"Había un hombre miope que no sabía que era miope. Charlando con su amigo, se dio cuenta de que su amigo veía más cosas que él. Seguramente que eres miope, le dijo el amigo. Deberías ir al oculista para mejorar tu visión. Nuestro amigo miope hizo caso y fue al oculista. Este le examinó y le dijo: Nada de importancia. Con un colirio se curará. Vaya a la farmacia, compre este colirio y aplíquelo tres veces al día. El hombre miope salió contento. Compró el colirio y mientras iba a su casa pensaba: Comenzaré por mi mujer. Llevamos casados casi cincuenta años y apenas veo su rostro y la quiero con toda mi alma. Llegó a la casa y lleno de alegría dijo a su esposa: Quiero que tú seas la primera. Sacó el colirio y con un paño limpio comenzó a untar los ojos de su mujer. Pasaron varios días y su visión no mejoraba nada. El hombre miope se sintió engañado por su amigo y estafado por el oculista. Tomó su colirio y fue a ver al oculista y le dijo: Este colirio no sirve para nada. El médico muy extrañado le preguntó: ¿Puedo saber lo que ha hecho usted? Lo que usted me mandó: untar tres veces al día los ojos de mi esposa para poder verla. El oculista no podía creer lo que escuchaba. Después de un silencio dijo al miope: Mi querido amigo, la miopía la tiene usted. Es usted quien debe curar sus ojos. No debe intentar que sean los otros quienes cambien, porque el mal está dentro de sus ojos. Hágalo así y comenzará a ver a su mujer, a sus hijos y a todo el mundo de otra manera".
Qué bello el mensaje. Esto nos pasa muy a menudo a todos nosotros, porque pensamos que siempre deben cambiar los demás. Pero, "si yo cambiara, cambiaría el mundo". ¿Se puede ser cristiano, siendo indiferente a los hermanos que viven a nuestro lado? ¿Se puede compartir el pan eucarístico si no se comparte el pan de cada día? La salvación o la condenación acontecen en el interior del hombre y por propia decisión. Mis actos, mis conductas y comportamientos me salvan o me condenan. Pensemos por unos minutos. Dios nos ama a todos. Y nosotros... ¿cómo actuamos? ¿Cómo practicamos el amor que Jesús nos enseña?
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