I

La legislación laboral argentina sigue siendo un terreno de disputas, con la historia mostrando que las reformas son un desafío constante para cualquier gobierno.

I
Si el gobierno nacional suponía que los resultados electorales de octubre le facilitaban la sanción de leyes que hicieran posible la modernización laboral, la revolución libertaria o como mejor lo quieran llamar, los sucesos del miércoles pasado le demostraron que en este país no hay ni ganadores ni perdedores absolutos, una evaluación de sabiduría política, aunque pareciera que en estos pagos cuesta mucho asimilar.
Los caciques del oficialismo adelantaban que antes de fin de año el presupuesto y la denominada modernización laboral se aprobaban después de Navidad. Incluso, ya estaba gastando a cuenta, cuando se sabe que en política nunca es prudente abusar de esa licencia. Si alguna duda había al respecto los hechos se encargaron de disiparla.
No habrá ni presupuesto ni modernización laboral. Por lo menos no lo habrá hasta febrero del año que viene, un período de tiempo que en las actuales circunstancias puede llegar a ser muy prolongado.
II
Tampoco la CGT está en condiciones de tirar cañitas voladoras. La movilización que prometieron fue pobre. Lejos quedaron los tiempos de Augusto Timoteo Vandor, Lorenzo Miguel o Saúl Ubaldini y esas huelgas, la mayoría de ellos conspiradores, que paralizaban al país.
Yo no sé si esto es una buena o una mala noticia, pero lo cierto es que los dirigentes han hecho méritos para ser uno de los sectores de la clase dirigente más desprestigiada del país. De todos modos, las reformas o modernizaciones laborales -lo mismo da- siempre han sido un temita complicado en la Argentina.
En estos menesteres no le fue bien a Raúl Alfonsín, tampoco le fue bien a Fernando de la Rúa y hasta ahora Javier Milei está en puntos suspensivos. En principio todos están de acuerdo con que la actual legislación laboral debe reformarse. El acuerdo pareciera que empieza y termina con este título, porque cuando llega al hora de discutir los contenidos empiezan las disidencias.
Y no es para menos. Se está legislando acerca de relaciones de poder en el marco de las relaciones de producción capitalistas. Las tensiones entre el capital y el trabajo existen, No es necesario ser un marxista leninista confeso para reconocer esta realidad.
Tampoco es necesario ser un reaccionario ultramontano para admitir que a lo largo del siglo XX las burocracias sindicales y la demagogia populista hicieron todo lo necesario para degradar los derechos sociales o transformarlos en fuentes de privilegio y abusos.
III
No olvidarlo. Pensar la legislación laboral nacional en las sociedades modernas como un reclamo justo a favor de los trabajadores sometidos a diversas modalidades de explotación y dominación. No olvidar que en Argentina la primera iniciativa para disponer de una legislación laboral que proteja a los trabajadores fue de un conservador: Joaquín V. González.
Como corresponde a nuestro país, el proyecto fue rechazado por la derecha por considerarlo comunista y por la izquierda por considerarlo demasiado concesivo a las patronales. De todos modos, en 1905 se aprobaba en el Congreso el descanso dominical. No vayan a creer que los conservadores más rancios estaban contentos.
Basta leer las declaraciones de algunos de ellos y de las instituciones que los representaban, para saber que en estas cuestiones pueden pasar cien años, pero en ciertos temas los protagonistas dicen más o menos lo mismo. Quiero ser justo en la semblanza histórica: el peronismo amplió la legislación social. La amplió pero no la inventó.
Una medición hecha por una central internacional de trabajadores en 1940, admitía que Argentina disponía para esos años de la legislación social más avanzada de América Latina. Y sin necesidad de dictaduras militares o/y populistas.
IV
Pareciera que el miércoles los problemas empezaron en la Cámara de Diputados cuando se trataba la aprobación del presupuesto. Otra vez el temita de las universidades y los discapacitados. Menudo problema. Le aconsejaría al presidente que maneje con tacto estas situaciones. Ser presentado como un verdugo de los discapacitados no es elegante ni sensible.
Y meterse en líos con la Universidad puede llegar a ser muy complicado. Respecto de los estudiantes, los políticos con experiencia saben que conviene mantenerlos tranquilos. Los muchachos en condiciones normales se dedican a estudiar, a enamorarse, a compartir, cuando llega un giro salvador, un asado, un vino y una cerveza con los amigos, y no mucho más.
Pero soliviantados le complican la vida al gobierno más pintado. Son jóvenes y toreados les encanta enfrentarse a las autoridades. Y cuando empiezan el baile, y los policías los mandan con algún que otro chichón a su casa, la mamá y el papá empiezan a solidarizarse con ellos. Hipólito Yrigoyen y Juan Domingo Perón lo saben.
“Culpa de ellos me puse en contra a toda la clase media”, comentó Perón en el exilio. Otros que decidieron torearlos también aprendieron la lección. Hablo de Arturo Frondizi y, por supuesto, de Juan Carlos Onganía y Alejandro Agustín Lanusse.
Y si no les alcanzan los ejemplos locales, preguntenle a Charles De Gaulle o a Richard Nixon. O a los burócratas comunistas de Checoslovaquia, Polonia y Alemania.
V
Se sabe que en política, y en los ajetreos parlamentarios, las puñaladas en la espalda no sé si están permitidas pero forman parte del cotidiano. Además, como me dijera un político amigo ducho en estos candombes, “los que te traicionan siempre son los “amigos”, si es que esa palabra posee algún significado a la hora de discutir el poder.
En nuestro caso, Cristian Ritondo puso el grito en el cielo cuando se desayunó que La Libertad Avanza (LLA) cerró un pacto pampa con los kirchneristas y algún gobernador matrero del norte para ocupar los cargos de la AGN. “Traición”, gritó. Y todos pusieron cara de “yo no fui”. Motivos tenía Cristian Ritondo para estar enojado.
Una vez más los seguidores de Mauricio Macri eran pasados para el cuarto por sus queridos aliados de LLA. A llorar a la iglesia, habrán pensado Lilia Lemoine o Karina Milei. De todos modos, después de todos estos entreveros, y disipada la polvareda, puede decirse que por ahora no hay ni ganadores ni perdedores.
El gobierno habló de más diciendo que antes de fin de año se sancionaban las leyes, y la oposición habla pero no agrega nada nuevo y muchos de sus capitanejos son decididamente impresentables. Una de ellas, por ejemplo, está condenada y con tobillera electrónica.