En un balotaje, el marketing político no se trata solo de sumar números, sino de tejer narrativas que conviertan la incertidumbre en lealtad emocional.

El balotaje chileno será una verdadera batalla de narrativas. Y en dicho contexto Jeannette Jara, la referente del oficialismo izquierdista, buscará ampliar su base electoral más allá del 27% inicial, enfrentando en un reto político e ideológico al derechista José Antonio Kast.

En un balotaje, el marketing político no se trata solo de sumar números, sino de tejer narrativas que conviertan la incertidumbre en lealtad emocional.
Lo sostiene Jennifer Stromer-Galley, experta en comunicación digital y autora de "Presidential Campaigning in the Internet Age", al analizar cómo las segundas vueltas electorales en democracias polarizadas transforman candidatos en símbolos de esperanza o temor.
El domingo 16 de noviembre de 2025, Chile vivió una primera vuelta presidencial que, lejos de resolver la fragmentación política heredada del estallido social de 2019 y el desgaste del gobierno de Gabriel Boric, la acentuó.
Jeannette Jara, militante del Partido Comunista (PC) y ex ministra de Trabajo, se impuso con el 26,85% de los votos, apenas por encima del 23,92% obtenido por José Antonio Kast, líder del Partido Republicano de extrema derecha.
Ninguno alcanzó el umbral del 50% necesario para evitar el balotaje, programado para el 14 de diciembre, lo que obliga al país andino a una quincena de campaña intensa en medio de una economía estancada, crecientes preocupaciones por la seguridad y un descontento generalizado con la dirigencia política.
Jara, de 52 años, emerge como la figura de una izquierda renovada pero cargada de contradicciones. Su victoria relativa no es un aval al comunismo ortodoxo, sino un reflejo del anhelo por políticas sociales agresivas en un Chile donde la desigualdad persiste pese a las reformas de Boric.
Como ministra, Jara impulsó aumentos del salario mínimo y protecciones laborales que beneficiaron a millones de personas, ganándose el apoyo de sindicatos y movimientos feministas. Sin embargo, su afiliación al PC -un partido con raíces en la era de Salvador Allende y una historia de resistencia bajo Augusto Pinochet- la etiqueta como "extremista" en el imaginario conservador.
El PC, con figuras icónicas como Pablo Neruda y Víctor Jara, ha evolucionado desde su radicalismo post 1973 hacia un rol institucional: ocupa tres ministerios en el actual gobierno y cuenta con diez diputados y dos senadores.
No obstante, su presencia en la fórmula presidencial revive fantasmas de la Guerra Fría, especialmente en un contexto donde el 60% de los chilenos desaprueba la gestión de Boric por su lentitud en materia de pensiones y seguridad.
El desafío para Jara en el balotaje es monumental: ampliar su base más allá del 27% inicial hacia el centro y los desencantados de la derecha moderada. Debe desmarcarse del estigma comunista sin alienar a su núcleo duro, un malabarismo que expertos en marketing político comparan con "vender un sueño inclusivo en un mercado saturado de miedos".
Su campaña ha pivotado hacia temas pragmáticos: diálogo con el sector privado, control migratorio estricto -frente a la crisis en el norte del país- y énfasis en la seguridad pública, abandonando retóricas ideológicas puras. ¿Suspenderá su militancia en el PC para apelar a votantes indecisos?
Esa incógnita podría definir su suerte, ya que encuestas preliminares muestran que el 35% de los electores rechazan explícitamente candidaturas "rojas". Además, el voto femenino -clave en 2021- podría fragmentarse si no aborda con mayor profundidad la violencia de género, un pilar de su plataforma, pero opacado por la agenda económica.
Por el contrario, Kast arranca con ventaja estructural. El aspirante ultraconservador, inspirado en Jair Bolsonaro y Viktor Orbán, capitaliza la consolidación automática del voto derechista.
Los tres candidatos conservadores eliminados -incluyendo a Johannes Kaiser del Partido Libertario Nacional, con un 8%- suman cerca del 20% adicional que, por afinidad ideológica, migrará en masa hacia él en la segunda vuelta.
Kast, de 59 años y exdiputado, ha construido su imagen como el "defensor de la familia tradicional" y el "baluarte contra el caos migratorio", temas que resuenan en un 40% de la población preocupada por el aumento de la delincuencia.
Su discurso antiinmigrante y promercado libre, matizado con promesas de austeridad fiscal, lo posiciona como el antídoto al "populismo de izquierda" de Boric. En 2021, Kast alcanzó el 44% en la segunda vuelta contra Boric; hoy, con un electorado más conservador tras el fracaso de las reformas constitucionales, las proyecciones lo favorecen.
El balotaje no es solo una contienda binaria, sino un termómetro de la polarización chilena. Chile, con su PIB per cápita de 16.710 dólares (según datos del Banco Mundial), pero con el coeficiente de Gini de 0,44 -uno de los más altos niveles de desigualdad de la OCDE-, enfrenta dilemas profundos: ¿priorizar equidad social o estabilidad económica?
Jara representa la apuesta por una redistribución audaz, pero arriesga estigmatización; Kast encarna la restauración del orden pinochetista light, atrayendo a clases medias temerosas, pero alienando a jóvenes y minorías. Los indecisos (15%) serán decisivos, influenciados por debates televisados y campañas en redes, donde el deepfake y la desinformación acechan.
En términos internacionales, el resultado chileno no pasará inadvertido. Una victoria de Jara fortalecería el eje progresista latinoamericano -aliada de Lula da Silva y Gustavo Petro-, mientras que Kast alinearía a Chile con el giro derechista de Argentina bajo Javier Milei y Ecuador con Daniel Noboa, potenciando bloques comerciales conservadores en el Pacífico.
En un año de elecciones globales -Estados Unidos, México, Reino Unido-, Chile ejemplifica cómo la fatiga democrática fomenta extremismos. El marketing de Jara intentará humanizar su ideario; y Kast buscará potenciar su narrativa de "orden y progreso", evocando el Chile preestallido.
El balotaje que se aproxima es la prueba de si América Latina puede navegar su encrucijada sin caer en una polarización excesiva. El pulso del 14 de diciembre definirá no solo La Moneda, sino el alma de una nación que, entre vientos de cambio y brisas de nostalgia, busca su rumbo.
La historia de Chile es la historia de un país que se busca a sí mismo en el espejo roto de sus propios crímenes y de sus propias esperanzas.
El autor es analista internacional, docente universitario, consultor político y escritor.