Por Raúl S. Vinokurov


Por Raúl S. Vinokurov
El resultado de las elecciones en la provincia de Buenos Aires fue un golpe tremendo para Javier Milei y su equipo. El supuesto "empate técnico" que pronosticaban se transformó en una derrota que todavía tratan de entender, a la vez que buscan a quién culpar. Si este resultado es el anticipo de lo que pasará dentro de dos años, Cristina puede preparar los festejos del indulto. O no, porque la relación con el gran ganador del domingo, Axel Kicillof, no es muy buena, más bien mala.
Lo bueno que se le podía o puede reconocérsele a la gestión Milei, y el consenso conseguido, se rompió en pedazos debido a los errores, fundamentalmente políticos, cometidos. Las principales demandas y las mayores críticas que causaron la derrota no fueron la desocupación y el bajo poder adquisitivo, o no ver que el esfuerzo de millones no es compartido por la "casta" que tanto prometió aniquilar; o no ver la disminución de la pobreza a pesar de lo declarado; o la creciente inseguridad, la angustia por perder el empleo aquel que lo tiene y otras cosas más.
No, los porqués de la derrota deben buscarse principalmente en tres cuestiones: 1) La insensibilidad brutal ante la realidad de la discapacidad, pretendiendo corregir la corrupción imperante con medidas absolutamente injustas que provocan mucho dolor; 2) La nada resuelta realidad del Hospital Garrahan y la salud en general, llevando el dolor y la injusticia a más habitantes; 3) El pésimo trato a los jubilados. Por supuesto que aquí hay problemas antiguos y de fondo, pero aplicaron la misma y equivocada política no mejorando en nada la dura realidad.
Ahora bien, a esas tres causas principalísimas se les sumó una cuarta: la de las sospechas de corrupción. Las sospechas que generan -por ejemplo- el cobro de coimas por parte de Karina Milei y sus allegados, en cuestiones vinculadas a la industria farmacéutica: fentanilo, compras dirigidas de medicamentos sin licitaciones, descontrol de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat). Y una vez más la respuesta del gobierno de Milei fue pésima, aumentando las sospechas, con dictámenes de censura previa incluidos. Todo esto a escasos días de la votación.
Los argentinos parece que nos hemos cansado del mal trato, de las injurias y las ofensas en todos los discursos de Milei. De ufanarse hace dos meses del dólar tocando pisos, a casi mil quinientos; el riesgo país a seiscientos pesos y llegar a casi novecientos y a mil luego de la derrota. Groseros errores en la forma, que ya fueron criticados reiteradamente. De criticar y no aceptar ser criticado. El presidente debe saber que a sus errores no los paga él, los pagamos todos los argentinos. Mejorar la macroeconomía era y es necesario, pero si eso no provoca una mejor calidad de vida para todos, algo está faltando.
Eso le reclamamos a Javier Milei hoy. No asumió ayer. El nervioso discurso del domingo asumiendo la derrota no incluyó ninguna autocrítica. Y pasados los días no se conocen cambios: ni de personas, ni de políticas. La "casta" sigue viva, con mucho poder. Tanto, que varios ganadores en las elecciones ya reconocieron que no asumirán, solo fueron "candidaturas testimoniales". Eso es estafar la voluntad popular. Y es corrupción, que la "casta" política no hace nada por modificar.
Se acercan cada vez más las elecciones de octubre. ¿Podrá Milei modificar cosas importantes que puedan mejorar la intención de voto? ¿Le alcanzarán los dos años que restan de su mandato? La no concurrencia fue elevada una vez más. No votar a favor de Milei, que nacionalizó la elección en otro error político, no significa votar al peronismo que suma años en una provincia cada vez más decadente en todo sentido. ¿Qué otra cosa disputan Kicillof y Milei que no sea poder? Hasta aquí el poder -cada uno tiene su porción- no es sinónimo de mejoras para el país. El pueblo, en gran parte, no lo votó a Milei por él mismo, lo votó por lo que prometió solucionar. Tiene que cumplirlo. Pero sin corrupción.
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