"El hombre no puede vivir sin arrodillarse, no se soportaría, ninguno sería capaz de ello. Y si a Dios se rechaza, ante un ídolo se inclina, de madera, de oro, o imaginario. Idólatras son todos, no ateos". Fiódor Dostoievski ("El adolescente" - 1875)
Hemos visto como Fiódor Dostoievski presenta en su obra "Demonios" a un hombre-dios, autosuficiente y encerrado en sí mismo en el sentido opuesto a Cristo. Una verdadera rebelión contra Dios consumada en la exaltación del hombre y camino a ser el Anticristo. Esta voluntad maltrecha del hombre descansa en la inmanencia, que busca la eternidad en el tiempo y el paraíso en la tierra. Por eso mismo, es importante señalar que Kirílov, uno de los personajes de "Demonios", intentó expresar su autosuficiencia en el suicidio. Asevera, así pues, que mucha gente no se atreve al suicidio por dos principios: uno pequeño, el "dolor"; el otro grande, "el más allá": "La libertad absoluta existirá cuando dé lo mismo vivir que no vivir".
Mirá tambiénEl fin de los tiempos en DostoievskiEn dicho personaje, justamente, Dostoievski (también escrito Dostoyevski) supo encarnar a la perfección el ideal del superhombre. Kirílov es Zaratustra y su idea fundamental no es tanto "Dios no existe", sino que debe extinguirse. El hombre para que pueda vivir debe auto-liberarse de la angustia y de la dependencia, es decir para poder realizarse en lo finito. Adviértase que el hombre asume las prerrogativas de Dios, una posición lúcida, ya que no se trata de un estado del alma o de sentimientos incontrolables. Es ante todo, una actitud sin equívocos, porque expresa una construcción conceptual bien definida.
"Demonios", además, plantea la toma del poder por parte de los socialistas y la construcción, en efecto, de la "Torre de Babel". En esta obra, el gran Fiódor presenta una especie de "iglesia de ateos" que va a contrario sensu de lo que podría llamarse espíritu tradicional ruso y cuyo grupo había jurado cumplir con su objetivo: la transformación de Rusia. En uno de sus diálogos, Dostoievski lo demostró así:
- ¿Es usted ateo? ¿Es usted ateo ahora? - le pregunta Schátov a Stavroguin.
– Recuerde usted su expresión: "un ateo no puede ser ruso. El ateo inmediatamente deja de ser ruso".
La meta era clara: subvertir a Rusia y para ello había que destruir su tradición y, sobre todo, su sentido de religiosidad. Se debía, naturalmente, vaciar al hombre y su fuerte vocación de trascendencia, su destino sagrado en el mundo. El proyecto era excitar el instinto animal y ciego: la burla a la cultura, al orden y, principalmente, a los valores tradicionales. En reemplazo se debía reglamentar la vida terrena, limitada a una felicidad horizontal, o sea en exclusión de la otra vida que mira a Dios. El socialismo pretende ser la religión final de la humanidad, no compite con el cristianismo, lo reemplaza para extinguirlo. No hay Dios, inmortalidad, alma, redención, ni bienaventuranza. La felicidad debe ser material y tangible. La libertad proclamada en la Revolución Francesa se exalta hasta límites insospechados, desembocando en el totalitarismo. La liberación socialista conduce a la esclavitud y al igualitarismo que, en su camino, destruye la cultura, la propiedad, los vínculos de fidelidad y, particularmente, la fe como signo de oro de la Rusia tradicional que hacía gala y culto al honor, que no era otra cosa que expresión de la Rusia caballeresca.
Nuevamente en "Demonios", sus personajes se mueven en un escenario satánico. Stavroguin y sus compañeros están "poseídos", se encuentran en el infierno "ya que no son capaces de amar", dice el Stáretz Zósima en "Los Hermanos Karamázov". Estos demonios aparentan ser ángeles por parecer redentores de la humanidad. Sin embargo, el odio es su atmósfera y alimento, y Dostoievski lo hace ver a través del crimen, pues sus personajes se alinean a través del asesinato; no por algo la Escritura dice que el demonio es asesino desde el comienzo y Stavroguin, naturalmente, en línea con lo anterior, confiesa: "Yo creo en Satán canónicamente". Abiertamente el protagonista de Demonios hace gala y culto a lo satánico.
Mirá tambiénEl fin de los tiempos en Dostoievski (Parte II)Definitivamente, Dostoievski se vale de considerar los acontecimientos terrenales desde una mirada divina y espiritual, a la luz de la biblia, ya que buscó correspondencia entre ambos mundos. Del apocalipsis surge la trama que erigió la obra maestra: Demonios; y allí, justamente, el autor ruso ve el cumplimiento de la profecía escatológica en nuestro tiempo y particularmente con el advenimiento del socialismo, el cual, Dostoievski, supo premonizar fielmente, puesto que vio cómo el "mundo moderno" está poseído y el único medio de luchar contra él es mostrarlo ridículo, en su pleno fastidio y de un aburrimiento insoportable. El príncipe Myschkin, en "El idiota", al decir "los que creen en el ateísmo, divinizan al cero", expresa la apologética más certera para develar la verdadera naturaleza atea que se esconde en el socialismo.
Consecuentemente a lo expuesto, tres momentos definirán el fin de la historia: la gran apostasía, el reinado del Anticristo y –finalmente- el reinado de Cristo. En "Demonios", su autor trasluce lo anterior en la figura del apóstata Stépan Trofímovich, un verdadero modelo de la generación liberal, con rasgos de socialismo utópico y la ruina que ocasionó al aplicar sus ideas hasta las últimas consecuencias. Respecto del reinado del Anticristo, el autor ruso se basa en el capítulo 17 del Apocalipsis en la figura de la gran ramera y la representación que en dicho libro se extrae sobre las siete cabezas de la bestia. Una Europa en decadencia. La propia destrucción del cristianismo en occidente. La implantación del liberalismo y el socialismo, y la consecuente amenaza a la fe rusa. Y por último, la victoria de Cristo o traducido en "Demonios" en la figura de Schátov, personaje que no presta adoración Stavroguin sino que, incluso, lo desafía. Se rebela contra él. Aunque se le dará muerte, el día del juicio revivirá y será admitido en el milenio. Esta es la esperanza del autor ruso.
Hasta ahora se ha visto como Dostoievski reveló el movimiento que iniciaba y hacia dónde se dirigía. Comprendió con claridad los principios ideológicos de la Revolución Rusa y en ese sentido fue un profeta de las desgracias ocurridas en octubre de 1917, tal como lo había previsto. A partir de los acontecimientos vividos por el autor ruso desde su juventud, pudo penetrar, por tanto, en la honda realidad que se avecinaba. Los personajes –los Stavroguin, los Kírilov, los Verjovenski, los Schálev– no existían en la época del profeta ruso sino que aparecieron más tarde, en pleno auge de la revolución. Así pues, la obra cobraría una nueva dimensión con los acontecimientos de la Revolución de Octubre, como profecía ya anunciada desde un trasfondo psicológico, espiritual y teológico.
Sin embargo, más allá del escenario político e ideológico, lo más importante a destacar es la dimensión escatológica o el advenimiento de los tiempos del Anticristo. Por ello, Dostoievski no puede ser considerado un conservador o reaccionario, como un hombre que quiere preservar la Rusia tradicional. Su visión penetró mucho más allá, es decir en el fin de la historia con una interpretación apocalíptica y hechos que lo confirma- ron de sobremanera en tanto de que se trata de un comentario vivo del Apocalipsis. La obra trae una "sana inquietud" para aquellos que están instalados en el conformismo, para que puedan abrir los ojos ante los dramas actuales, los que anunció Dostoievski y hoy están más presente que nunca.
Finaliza la obra con el exorcismo de Rusia, puesto que el pueblo ruso nació en el seno del cristianismo, aunque, por algún tiempo, cayó bajo los "demonios" (liberales y socialistas). Su alma poseída algún día se vería libre del acoso demoníaco que tantas catástrofes trajo a Rusia o, en otras palabras, volvería "a los pies de Jesús", como aparece al final de la obra en uno de sus diálogos. Así lo profetizó el gran Dostoievski, y gracias al padre Alfredo Sáenz pudimos entenderlo.
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