"Quereme así piantao, piantao, piantao" Astor Piazzolla y Roberto Goyeneche
"Quereme así piantao, piantao, piantao" Astor Piazzolla y Roberto Goyeneche
¿Fue cierto? Sí, lo fue, es que el presidente de todos los argentinos, se mandó un hermoso furcio. Uno a veces se pone a pensar en la cantidad de cosas que deben tener en la cabeza nuestros mandamases de la política, por ello, ellos siempre están rodeados de asistentes y "marketineando" cada acción de gobierno. Furcios hay muchos, de distintos colores y profundidades, desde altas esferas y desde vernáculos personajes y pseudo opinadores del mundo de la política hecha show o del show de la política.
A lo largo de nuestra nueva democracia, nuestros presidentes y políticos han tenidos famosos furcios o actos fallidos. ¿Qué se entiende por furcio? Para los diccionarios furcio es un argentinismo y sería algo así como un error o incorrección oral sin intención, que comete alguien en público. El acto fallido tiene mucho más que ver con la cuestión psicológica. Dicen los analistas que cuando se produce un acto fallido, se dice algo que conscientemente no se tenía la intención de decir y que es una expresión contraria a la que se quería decir; se entiende, desde la psicología, como una expresión de deseos reprimidos, o el intento por evitar hacer algo consciente que antes se reprimió.
Ante todo este análisis no quiero pensar en lo que debió haber estado pensando, o reprimiendo, nuestro presidente, cuando quiso referirse a los individuos que representaban a la "Garganta Poderosa" y le salió la garganta profunda. Pero hay tanto en las expresiones fallidas que han aparecido a lo largo de nuestra historia reciente. Algunos ejemplos. Dijo una vez Menem: "Vamos a eliminar todas las escuelas primarias…eh, precarias". Deolindo Bittel acuñó un furcio histórico: "La alternativa del ahora es libertad o dependencia, y yo elegí la dependencia". Más aquí en el tiempo, un gran hacedor de furcios y actos fallidos, Mauricio Macri, en la apertura de sesiones se mandó un: "Todos sentados alrededor de una mesa pensando que trabas podemos renovar". Hay mucho y de todos los colores, por suerte ahora todo queda y podemos disfrutar y/o sufrir de ellos.
En esta era de los celulares, de las redes, de la lupa en el discurso y la imagen, todo lo dicho y hecho es una condena eterna; excepto que algunos "miedos" de comunicación decreten no publicar. Lo que se dice a veces no es tan nocivo como lo que no se dice, lo que no se informa. Ahí entramos en una cuestión espinosa, justamente desprendida del concepto de lo que es información o no.
Cuando un medio de comunicación, a través de sus periodistas, nos cuenta que "se viralizó la foto de tal o cual…" ellos mismos terminan siendo la herramienta que sirve, justamente, para masificar ese mensaje a personas que no utilizan la app de Twitter, por ejemplo. A través de multiplicar el mensaje que se generó en las redes, éstos ayudan a difundir y, a su vez, incitan al domesticado usuario de Google a buscar eso que tal o cual periodista está diciendo en el programa de televisión. Colocar una palabra en el buscador más buscado del planeta para buscar algo es un ejercicio que simplifica y facilita mucho de nuestra moderna y ajetreada vida. Nuestros hijos ya no agarran un libro, los apuntes del colegio o la facultad les llega en formatos PDF a sus casillas de correo; los exámenes y hasta la libreta vienen en forma virtual.
Ejemplo de esto que digo me sucede con mi hijo. – Hijo, no te vi haciendo la tarea, o el trabajo práctico. – Ya lo hice papá y ya está enviado. Una carpeta famélica y flaca adorna y hace peso en su mochila – ¿Dónde escriben? Está todo en la nube. Trabajan con sus celulares, hacen ronda y dirimen las cuestiones escolares y educativas a través de sus celulares. Me sentí fuera de todo el orden pre establecido por la enseñanza a la que fuimos sometidos. A saber: fajos de fotocopias, carpetas con la solapa y el marcador de cada materia; libros; biblioteca; dolores de espalda; biromes y lápices de colores; cartulinas, hojas canson, y seguramente algunos otros elementos útiles para el proceso escolar. Entonces me aclaro el pensamiento y me digo: bueno, si funciona para el mundo, debería funcionar acá… Claro, entonces la entrometida voz interior me sale con que la economía funciona bien en el mundo, menos acá. No quise interiorizar al respecto con mi interior, así que hice caso omiso al planteo interno y me guardé la respuesta, que obviamente no tengo.
El fin de semana extra largo siempre me deja la sensación de poco, pero a muchos nos dejó mucha tela para cortar, principalmente, y lo que para mí es lo primordial, es el sentido patriótico de la cosa. Siempre sostuve que la enseñanza y el amor a la bandera y nuestros símbolos patrios están fuera de nuestra casa. Hasta me la juego y digo que en estos momentos quien más infunde el amor y la pasión, con insistencia y recursos, es la televisión en tiempo de mundiales; mucho más en un año como este, que se viste de mundial (estamos a solo cinco meses para el comienzo del mismo). Así, sobrecargados de creatividad visual, recurriendo a iconos deportivos e hitos pasados, la industria publicitaria pone a prueba nuestro sentir patriótico; no importa si son golosinas, seguros de salud, o cerveza, ellos nos disparan con lo que mejor tienen, para que nuestro corazón siga eligiendo estos colores celeste y blanco, para que la bandera flamee perfecta y en cámara lenta, para que los ojos se inunden de lágrimas al ver ese viejito que las sufrió todas pero que eligió y va a seguir eligiendo por el resto de su vida a la albiceleste. La Argentina te abraza emocionada, como el vecino, o esa ignota mujer ataviada de colores nacionales que te besa y salta de felicidad, y no importa si sos rico o pobre, la publicidad que se nos viene mostrará, como cada cuatro años, toda la sobrecarga moral y espiritual del sacrificio, del amor, la dedicación por nuestra bandera y nuestra patria. Aunque sea así, bienvenida sea, pero a no olvidar a nuestros patriotas, esos cuyos ideales motivaban sus actos, desinteresados y hasta dando la vida por sus semejantes.
Esta semana recordamos a dos grandes que dieron su vida por la patria, Manuel Belgrano y Martín Miguel de Güemes. Y como siempre digo, nuestra bandera tiene que flamear toda la vida, porque es la más linda. Tan linda es, que hasta el cielo la dibuja.