Espero que la dirigencia política comprenda el mensaje que recibió en las elecciones del domingo 26 de octubre. Fuimos 24 millones de argentinos que votamos esperanzados en que por fin asumirán el compromiso de terminar con sus peleas estériles y comenzar a pagar la enorme deuda que tienen con la sociedad.
Salir de su burbuja dogmática y comenzar a ocuparse de las políticas de Estado ausentes desde hace rato, para el día a día del ciudadano común: trabajo, salud, educación, seguridad. Desempolven la vieja Constitución Nacional y en lugar de recitarla, cumplan con su mandato.
Con nuestra riqueza y nuestro pueblo tenemos todo para crecer y sin embargo la incapacidad de sostener acuerdos políticos constructivos nos ha llevado a la sin razón de ser un país que desde hace rato, para salvar su economía, vive de prestado.
Hay un trabajo enorme pendiente para despertar las fuerzas productivas que, como sucede en cualquier país, son las únicas que pueden garantizar el bienestar de las próximas generaciones. Tal como hizo la Argentina del siglo XIX, que consiguió un progreso sostenido por décadas con resultados concretos para el pueblo.
Y para restituir la confianza plena en las instituciones, perdida por razones obvias que no hacen falta explicar, de ahora en más resulta imprescindible exigir un currículum impecable para cada uno de nuestros representantes y funcionarios y también mejorar los controles del estado, que en la práctica han demostrado su ineficiencia.
La Argentina hasta hoy ha vivido en decadencia y una oportunidad como la que ofrecieron estas elecciones debe ser aprovechada por todos, gobierno y oposición. Estamos creyendo una vez más que por fin se pondrán a trabajar por y para la gente. No nos fallen.