Por Javier Francisco Aga (*)

Su historia personal se asemeja a la historia de esta Argentina con sus dolores más profundos y sus alegrías más fugaces.

Por Javier Francisco Aga (*)
Las instituciones universitarias, bien podrían ser juzgadas en razón de las personalidades que las visitan y a las que les rinden homenajes.
El pasado martes 22 de septiembre, nos visitó Graciela Fernández Meijide, y las universidades nacionales -Litoral, Tucumán, Nordeste, San Luis, Catamarca y Sur- a través de sus Facultades de Derecho, le rendimos un sentido homenaje, aún en la virtualidad, a la extraordinaria Mujer que todos le dicen simplemente Graciela.
El seminario permanente de debate de la Reforma Judicial, se gestó entre dichas casas de estudios con la idea que siempre ha pregonado Graciela en su vida política: buscar los consensos necesarios, debatir ideas con honestidad intelectual y espíritu crítico sin agredir verbalmente a nadie.
Se ha dicho que su historia personal se asemeja a la historia de esta Argentina con sus dolores más profundos y sus alegrías más fugaces.
Sabemos que el motivo decisivo de su pasión pública obedece a esa trágica madrugada del 23 de octubre de 1976, cuando cinco sicarios armados irrumpieron en su casa para secuestrar a su hijo Pablo de 17 años.
Fue el día más triste de su vida. Y desde ese incontable dolor que significa para una madre perder a un hijo, se abrazó a la militancia a favor de la justicia, la vida y la libertad.
Incansable, sabia y lúcida al hablar. Graciela nunca censuró ni escrachó a nadie y ni mucho menos pretendió "adueñarse" de la bandera de los derechos humanos.
Al contrario, supo encontrar el equilibrio necesario para mantener viva la llama de la memoria de su hijo Pablo, sin quemarse en el fuego del odio, el resentimiento y la venganza.
Su vida política giró siempre alrededor de las causas más nobles de nuestra república: la Constitución Nacional y la Democracia.
Fue dirigente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.
En 1983 integró la CONADEP, donde se dedicó a recibir las denuncias de los campos de concentración, los delitos de lesa humanidad y el terrorismo de Estado.
En sus orígenes se asoció políticamente con Carlos Auyero, un demócrata-cristiano íntegro de transparencia a toda prueba y gran capacidad intelectual.
Fundó el FREPASO, fue diputada nacional, senadora y ministra de desarrollo social.
Autora de los libros "La ilusión", "La historia íntima de los Derechos Humanos en la Argentina"; pero los más significativos fueron las críticas y autocríticas de la violencia política de los años ´70. Uno se llamó "Eran humanos, no héroes" y el otro fue un extraordinario diálogo reconciliador con el ex dirigente montonero Héctor Leis.
En el año 2017 fue declarada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.
En el año 2019 recibió la "Mención de Honor Juan Bautista Alberdi", máxima distinción que otorga la Cámara de Diputados de la Nación.
Dirigió un ciclo de entrevistas en la Televisión Pública; conduce un programa en Radio Ciudad y es la actual presidente del Club Político Argentino.
Pero a pesar de toda su lucha, sufrió injustas acusaciones. Le dijeron abortista, Alfonsín con polleras, pituca de Barrio Norte que solo conoce a los pobres por televisión. Algunos la insultaron como autoritaria, ineficiente y hasta la acusaron de ama de casa. No solo soportó todo sin injuriar a nadie, sino que sigue de pie peleando por sus convicciones que mantiene firme y valiente hasta el día de hoy.
Dirá el filósofo Santiago Kovadloff "La dignidad de Graciela es la dignidad del esfuerzo. Más no se le puede hacer a una persona para derrotarla, para quebrarla, pero ella es hija de ese dolor, brotó de ese padecimiento y llevó a cabo algo que aún es inaudito: pidió que seamos capaces de transformar al enemigo en adversario".
Se sabe que a Graciela no le gusta hablar de estos temas. Pero sabrá entendernos, que en el ámbito universitario todo reconocimiento imprime un horizonte a seguir para todos los ciudadanos que formamos parte de esta República de Estudiantes.
Como a muchos argentinos, le preocupa el presente político, social y económico del país. En especial, la justicia como pilar fundamental de toda república.
Su olfato político la lleva al convencimiento de que la reforma judicial que impulsa el gobierno nacional, tiene la firme pretensión de lograr el sobreseimiento de todos los funcionarios políticos sospechados de actos de corrupción.
"Necesitamos recuperar la confianza social en la justicia. Por esa razón creo que no es el momento. No podemos reformar la justicia a los empujones y a los apuros con un chasquido de dedos. Debemos darle la importancia que la justicia se merece para la salud de la República".
Graciela cree necesario la búsqueda de consenso y para ello resulta imprescindible el diálogo concebido como la convicción de escuchar al otro y estar dispuesto a revisar posicionamientos políticos mutuamente.
En todo momento de su disertación, nos alentó a seguir luchando por la institucionalidad del país, a pesar de su rostro cansino de esperar una Argentina que tarda en llegar y dejar atrás al país de sueños incumplidos, de futuro incierto y de antagonismos insalvables.
Graciela Fernández Meijide NUNCA SE RINDIÓ y ese quizás, esa su gran legado para que las jóvenes generaciones prosigan en la irrenunciable lucha por los derechos humanos.
En el ámbito universitario le sobran pergaminos para recibir la máxima distinción honorífica, no obstante, aplaudimos de pie el título que la reconocida periodista Magdalena Ruiz Guiñazú la distinguió con una extraordinaria frase que quedará en nuestra memoria: "Graciela Fernández Meijide es la gran dama de los derechos humanos".
(*) Decano FCJS - UNL
Graciela cree necesaria la búsqueda de consenso y para ello resulta imprescindible el diálogo concebido como la convicción de escuchar al otro y estar dispuesto a revisar posicionamientos políticos mutuamente.
Graciela Fernández Meijide NUNCA SE RINDIÓ y ese quizás, sea su gran legado para que las jóvenes generaciones prosigan en la irrenunciable lucha por los derechos humanos.