Sobre la poesía como un camino, como un largo poema interminable
Héctor Berenguer, poeta rosarino ampliamente reconocido. En 2020 fue galardonado por su labor poética con el Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía. "La poesía nos interroga y también es interrogante", nos dice. Gentileza
Con motivo de la más reciente publicación que ha realizado el poeta Héctor Berenguer, que se titula "En la línea del tiempo. Poesía reunida (2001-2024)", cuya edición cuidé y cuyo prólogo produje (1), conversamos acerca de algunos aspectos del presente libro, de su poesía y de la palabra poética en general.
Para quienes no lo sepan, Héctor Berenguer nació en Rosario en el año 1948, ha ejercido por más de veinte años, una intensa actividad de gestión cultural, organizando un ciclo de lectura de poesía en el Teatro El Círculo, cuya apertura se realizó con la voz de la poeta Olga Orozco en 1998. En 2020, Berenguer fue galardonado por su labor poética con el Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía, ubicada en la ciudad de Buenos Aires.
Portada del libro de Héctor Berenguer, para quien "el lenguaje ha sufrido un deterioro impresionante, un vaciamiento". Gentileza
En esta entrevista, Berenguer comenta una experiencia que ha tenido en su juventud, cuando vivió unos cuántos años retirado de la ciudad. Nos cuenta cómo era compartir en la comunidad en la que estuvo inmerso, dedicada al trabajo de campo y al estudio diarios. Narra qué le aportó esta experiencia a su quehacer poético y reflexiona, por otra parte, acerca del proceso de creación de este libro, y de su encuentro con su propia voz poética, que declara haber descubierto hace apenas diez años.
- Héctor, usted ha vivido unos cuántos años en una comunidad, ubicada en una zona rural y dedicada al estudio de temas filosóficos-literarios, en la que el estudio ocupaba un rol central, cuya jornada se alternaba con el trabajo diario. ¿Puede contarnos acerca de esta experiencia?
- En aquellos días, más de uno de nosotros tenía ya previamente una serie de estudios y tareas que había llevado a cabo en solitario y que decidimos, entre todos, comenzar a desarrollar de forma grupal y más organizada. Asumimos responsabilidades vinculadas a la propia existencia, en un contexto de convivencia, que no fue nada sencillo, como lo es vivir por tiempo indefinido con otras personas. Como dije, si bien algunos de nosotros nos conocíamos desde antes, otros se sumaron una vez que estuvimos radicados ya en el campo. Pasaron por nuestra comunidad algunos filósofos, profesores universitarios, escritores argentinos y extranjeros que andaban de paso por nuestro país. Nos visitaron personalidades que nos acompañaron algunos días en nuestras jornadas de estudio, como Giuseppe Lanza del Vasto (filósofo, poeta y discípulo de Mahatma Gandhi), Padre Amadeus (un cura estadounidense que había sido amigo de Alan Watts y conocido de Thomas Merton), uno de los miembros de la editorial Lohlé, entre otros. Por otra parte, el poeta y compositor Atahualpa Yupanqui estuvo de paso por allí nada más que una tarde, pero no se dedicó a estudiar con nosotros, sino que nosotros nos dedicamos a escuchar lo que él tuviera para decirnos. Además, manteníamos correspondencia con Ernesto Cardenal -que nos extendió una invitación para que nos uniéramos a su comunidad radicada en Solentiname (Nicaragua), pese a que después decidimos que no iríamos- y también con otros intelectuales extranjeros.
Hacía parte de la comunidad, un entrañable amigo, Ricardo Cavallo, a quien no quisiera dejar de mencionar. Es un gran pintor y actualmente reside en Francia pero nació y creció en Buenos Aires. Hace unos meses grabó una entrevista en la que recordó con mucha estima a quien guiaba la comunidad en aquel entonces. Él cuenta que esta persona fue muy importante en su vida: "Me hablaron de un hombre que vivía prácticamente como un monje, pero retirado en el campo y leyendo mucha filosofía -Heidegger, entre otros-, y psicología particularmente junguiana. Y es ahí que yo pude comprender, gracias a su luz, (...) la relación que se podría hacer entre un misticismo -tal vez de pacotilla- y el arte. Jamás tuve la conciencia de que uno podía entrar en ese tipo de religión que es el arte" (2). Hoy en día, me parece mentira que todo esto sucediera en medio de una dictadura militar: habíamos decidido cambiarnos a nosotros mismos, no al mundo. Esa fue nuestra forma de resistir, aún ahora lo es.
- ¿Qué tipo de formación le brindó esta experiencia?
- En lo personal, uno lo sabe mucho más tarde, cuando ya no está ahí, cuando todo se terminó. En ese momento era tanta la experiencia que tuvo que pasar el tiempo para poder definirlo. Rescataría cierta disciplina fundamental, una profunda honradez intelectual para no hacer de esto algo heroico, sino un sentido de resistencia y una profunda educación emocional e intelectual. Además, contábamos con esta persona, a la que se refirió mi amigo, que había tomado cierto rol de liderazgo que fue, sin dudas, fundamental. Creo que fue una experiencia intransferible, muchos de los que ya no están, pero que pasaron por allí, no volvieron a ser las mismas personas. Supieron diferenciar entre saber que la vida es un compromiso y que la cultura no es un cuento de hadas, sino algo muy difícil de incorporar en la vida. Lo sintetizaría en estas palabras, como lo digo en unos versos: "Sinceritas: vivir es estar al lado de la palabra empeñada, la vida comienza y termina en el gobierno de las palabras".
- ¿Piensa que es importante -y/o necesaria- una experiencia de este tipo en la vida de un poeta?
- Creo que en estos tiempos no se podría dar de esa manera, tal como nosotros lo vivimos. Dado que el lenguaje ha sufrido un deterioro impresionante, un vaciamiento, se ha banalizado y con esta banalización se ha caído un mundo. A raíz de esto, yo no recomendaría a otras personas tener una experiencia de este tipo. Más bien, es el resultado de un tiempo y ciertas circunstancias intransferibles. Hoy vivimos en tiempos de nihilismo.
- Usted señala que escribía, incluso, antes de esta experiencia: ¿qué temas le preocupaban entonces? ¿Son los mismos que le preocupan hoy?
- Siempre me preocupó la pregunta por el ser, por el estar en el mundo, por la existencia en el tiempo y en sí misma. Y, ¡¿ qué hacer con todo eso?! Hay veces que lleva toda una vida resolver preguntas esenciales, y algunas tampoco se terminan de resolver: grandes problemas de la vida, a veces, se cierran en pequeños instantes, como si fueran iluminaciones.
- ¿Qué es lo esencial de la poesía? ¿Juega la pregunta algún rol importante en el acto de la creación poética?
- La poesía nos interroga y también es interrogante, vincula el afuera con el adentro. Tal vez, nunca haya respuesta para algunas preguntas esenciales, pero tiene que haber claridad porque no es lo mismo transitar a ciegas que transitar con los ojos abiertos, haciéndose cargo de la propia vida y no separando "vida y palabra" (por lo menos, en mi caso). La poesía crea zonas de claridad, "parajes" según el decir de Martin Heidegger, donde nuestro saber provisional dura hasta que la incertidumbre crea nuevas preguntas. Ir más afuera es también, ir más adentro. Los acontecimientos, las experiencias se transforman en la materia primordial, en esa suerte de opus nigrum, de la que habla Yourcenar en su novela de nombre homónimo. Uno se siente Zenón en la existencia misma, en esa especie de alquimia que es el vocablo.
- Y todo esto que ha mencionado, ¿cómo se inscribe en su obra y en este libro, puntualmente?
- Este libro es una recopilación imperfecta, dado que es una recopilación, y como toda recopilación, implica un proceso de selección que no evita que algo quede afuera. Sin embargo, lo encuentro una suerte de declaración jurada de buenas intenciones poéticas. En estas páginas hay períodos de mi vida que me hubiera gustado omitir, pero que los acepto por honradez intelectual, porque son parte de mi "línea de tiempo". Hace apenas diez años que comencé a acercarme a mi voz poética. Hube de bucear entre los materiales que me parecieron rescatables de todo este período y que, seguramente, ya no volveré a rever. Si pensara en términos rilkeanos, diría que aquí faltan las "Elegías de Duino". Es decir, una idea que amalgame todas las ideas de mis libros anteriores. Ahora bien, no hubiera podido dejar de lado ciertos poemarios, como el que refiere a mi propia experiencia de la dictadura, que es "Remanso Valerio", o el que recoge una parte de mi vida que ha estado muy próxima a la cultura asiática, como se puede leer en "Tinta China". Sin embargo, no puedo hablar como alguien que ha llegado a ningún lado, ya que la poesía es un camino, no un fin. No es una aspiración a la eternidad, ni a un hermoso entierro, ni siquiera a la fama. Creo que no hay adónde llegar, que la vida misma es una consagración a una búsqueda que no tiene final. ¿Cómo podría cerrarse una obra? El poeta siempre está reescribiendo un largo poema interminable.
- He notado en su poesía que le preocupa el silencio como tema. ¿Por qué?
- Porque las palabras están inmersas en el silencio. Los hombres normalmente mueren habitando la palabra que no habitan. Tienen costumbres, no vocablos. El habitar poético es hijo de escuchar el advenir que se presiente en la ausencia del vocablo. El silencio, precisamente, le permite al poeta escuchar la voz de la palabra, advertido de que está en un espacio lejos de dioses y de hombres. Él habita en la dimensión humana, como hijo del vocablo.
- A partir de una lectura compartida de Gadamer (3), reflexionamos acerca de una pregunta nodal: "¿Están enmudeciendo los poetas?". Usted me habló de que la poesía hoy, o por lo menos la suya, es una poesía del "rescate". ¿A qué se refiere?
- Me refiero a que haber pasado una infancia difícil obliga a rescatarla, para que la niñez no nos mate. He tenido que vivir en un país donde se han estado peleando dictaduras, democracias, personas de todos los signos y colores, acaso en el absurdo color de una divisa. Era como para quedar mudo, o era como para escribir. Cuando comencé a escribir, empecé a tener una patria chica, una ciudad, límites, di inicio a mi gran recuperación. Comencé, sin saberlo, a darme cuenta de que tenía una patria. Viviendo entre obreros extranjeros, gente que hablaba otras lenguas, descubrí que el hombre es narración: el sentido de la pertenencia, el lugar, la lengua natal. Más tarde, comprendí que no había un divorcio entre las palabras y la vida, sino un profundo anhelo de reconciliación. Y que el vocablo es hijo dilecto del hombre que ha vencido el propio absurdo en el círculo de la vida, encerrado en sus propias ideas y que descubre, también en el otro, la belleza del mundo con gratitud. En parte, eso es poetizar.
Aclaraciones
(1) "En la línea del tiempo. Poesía reunida (2001-2024)" ha sido publicado por la editorial Nueva York Poetry Press. En la colección "Piedra de la locura", que es un homenaje a Alejandra Pizarnik.
(3) Hans-Georg Gadamer, "Poema y diálogo" (Título del original: Gedicht und Gespräch), año 1990. Traducido por D. Najmías y J. Navarro, Barcelona. Editorial Gedisa.
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