La Inteligencia Artificial (IA) fascina tanto como intimida. Su nombre, acuñado por John McCarthy en 1956, fue brillante para atraer financiamiento y atención científica, pero también instaló una idea equivocada: que las máquinas poseen una "inteligencia" capaz de competir con la humana.
Ese sesgo semántico alimenta temores profundos: perder control, empleo o propósito. La historia se repite con cada revolución tecnológica: la imprenta, la electricidad, las computadoras… la IA es solo el capítulo más reciente de un miedo ancestral al cambio.
Pero la verdadera disrupción no está en la máquina, sino en el sistema en el que la insertamos. La IA no piensa ni siente; ejecuta tareas específicas según lo que nosotros le enseñamos. Lo que sí cambia -y de manera radical- es el entorno global donde esta tecnología se despliega: un escenario atravesado por tensiones económicas, geopolíticas, laborales y ambientales.
Entender este contexto exige abandonar la narrativa apocalíptica y adoptar una perspectiva más amplia y madura. Esa perspectiva es el marco de Inteligencia Humana Aumentada (IH+IA), una visión que desplaza el protagonismo hacia donde realmente importa: el ser humano y su capacidad de integrar, interpretar y gobernar la tecnología.
IH+IA: un modelo para entender el caos
La implantación de la IA no ocurre en el vacío. Está condicionada por cuatro fuerzas de entorno:
1) Macro y Microeconomía: la gravedad del sistema. En un clima económico presionado, las empresas buscan resultados inmediatos. Esto provoca implementaciones apuradas, recortes en lugar de creación de valor y proyectos que fracasan por impaciencia. La paradoja: quienes más necesitan IA son quienes menos condiciones tienen para adoptarla bien.
2) Geopolítica: el tablero global. El poder tecnológico está concentrado en pocas potencias y corporaciones. La regulación es inestable, la logística es vulnerable, y el costo energético es enorme. Cada decisión local de IA está en realidad inserta en un juego global de poder.
3) Mercado Laboral: el atajo que puede convertirse en agujero. Muchas empresas usan IA para suplir talento escaso, eliminando capas intermedias que históricamente formaban a los futuros expertos. Resultado: organizaciones más eficientes, pero más frágiles. La verdadera pregunta es si la IA se usará para homogeneizar o para liberar tiempo para cultivar talento humano diferencial.
4) Sostenibilidad Social y Ambiental: la conciencia del sistema. Aunque la IA promete eficiencia ecológica, su huella energética y su opacidad generan rechazo ciudadano y regulaciones defensivas. Sin legitimidad social, ninguna tecnología prospera.
El problema no es la IA, sino la narrativa
El miedo nace del término "inteligencia artificial", que sugiere competencia con lo humano. Pero la realidad es que estamos frente a inteligencia aumentada: sistemas que expanden nuestras capacidades, no que las reemplazan. Igual que un barco no compite con nuestro cuerpo para cruzar el mar, la IA no compite con nuestra mente: la amplifica.
Jonatan Loidi lo expresa con una matriz simple:
- Ineptos: sin actitud ni aptitud.
- Vendehumos: mucha actitud, poca aptitud.
- Atrincherados: saben, pero no quieren cambiar.
- Inteligencia aumentada: quienes combinan saber y querer, y usan la IA como palanca para multiplicar creatividad, empatía y estrategia.
Casos reales lo demuestran:
Google Glass fracasó como producto pero abrió puertas en salud e industria. Netflix potenció la creatividad humana con datos, no la reemplazó. Kodak inventó la cámara digital y aun así cayó por miedo a reinventarse.
El futuro: actitud × aptitud = adaptación
El futuro no pertenece a los más grandes ni a los más inteligentes, sino a los más adaptables. La IA no va a reemplazarte: te reemplazará alguien que sepa usarla mejor que vos. Integrar tecnología sin propósito es moda; hacerlo con intención es estrategia. Como suelo repetir en cada conferencia: "No estamos ante una era de cambio, sino ante un cambio de era."
La IA por sí sola no existe como "inteligencia". Lo que existe es inteligencia humana aplicada, potenciada y aumentada. Las máquinas no nos sustituyen: nos amplifican. Y eso nos lleva al punto crucial: el mayor desafío del futuro no será tecnológico, será profundamente humano.
(*) Nota original del magíster Marcos Lovera, docente en diversas cátedras para Escuelas de Negocios. En calidad de conferencista internacional aborda temas como Ventas, Marketing y Experiencia del Cliente, brindando métodos aplicables y moptivando a la audiencia.