Salvatore Roncone está sentado frente a un sarcófago en el museo de Villa Giulia, en Roma. El viejo, que viene de un pueblito del sur de Italia, espera la llegada de su hijo mientras observa la escultura de terracota que muestra a dos esposos reclinados sobre un lecho, celebrando un banquete.
Los movimientos de las manos de los cónyuges, el gesto afectuoso del marido para ceñir a su compañera con el brazo, así como las expresiones de sus rostros, enfatizan un profundo afecto y respeto mutuos.
Salvatore espera, frente a una escultura del siglo sexto antes de Cristo, quieto, como si él mismo fuera una estatua. Es un hombre viejo, de mal genio, tozudo, que llega del sur de Italia, mundo de sabores, de olores, de costumbres machistas y de rencillas familiares.
Su hijo ha formado familia y trabaja en Milán. Viene para llevarlo a la ciudad y hacerlo tratar por un cáncer, al que Salvatore nombra como "la rusca". José Luis Sampedro cuenta esta historia en su novela "La sonrisa etrusca". En la escena inicial de la espera, el autor preanuncia el desarrollo de la historia, que incluye la intensa relación de amor que Salvatore alcanza a vivir.
Ubica a su personaje frente a una urna cineraria. Más allá de la influencia griega en esa escultura de terracota, la atención dedicada al gesto es un elemento típicamente etrusco.
De hecho, la mujer fue tenida en gran consideración en la sociedad etrusca y, en este sarcófago de Villa Giulia, el gesto de la mujer de verter perfume sobre la mano del hombre no apuntaría tanto a su representación como un elemento vinculado a un banquete, sino como un ritual vinculado a los difuntos.
Por lo tanto, la imagen representaría a una pareja que celebra un banquete terrenal en el más allá. Nada de lo que expresa la escultura -ni siquiera lo narrado por Sampedro en una de las mejores novelas españolas del siglo XX- podría interesarle a Salvatore, atenazado por "la rusca" mientras espera la llegada del hijo, a quien el tránsito ha demorado.
Salvatore no entiende por qué la imagen de terracota se impone ante sus ojos, ni alcanza a comprender que de allí brota el sentido de un amor que trasciende lo terrenal. Salvatore no es capaz de imaginar que esa espera ha comenzado a tejer un sentido.
Pronto conocerá a su nieto, Bruno, de trece meses de edad, que lleva el nombre que él, Salvatore, recibió en la clandestinidad partisana y por quien desarrollará inesperados sentimientos de ternura. José Luis Sampedro Sáez nació en Barcelona, en 1917. Fue un escritor y humanista licenciado en Ciencias Económicas.
Murió en abril de 2013, en su residencia en Madrid, a los 96 años. Según palabras de su viuda y esposa de sus últimos doce años, Olga Lucas, Sampedro no tenía ganas de protagonizar "el circo mediático en torno a la muerte de los famosos", por lo que sus restos fueron incinerados antes de publicar la noticia de su muerte. Publicó "La sonrisa etrusca" en 1985, a los 72 años.
Sampedro, como su personaje Salvatore, vive con intensidad su vida hasta el final, fiel a su estilo y a sus convicciones. Su esposa Olga afirma que lo mejor que le sucedió en la vida fue conocer a José Luis. Tal vez, la imagen de los esposos etruscos represente en todo su esplendor esa relación de amor entre el autor de la novela y su esposa.
Salvatore, quizás, alcanza a presentir en la fuerza de la sonrisa etrusca de la escultura de terracota la manera de mantener quieta a "la rusca" el tiempo suficiente como para encontrar un pasaje al amor como último sentido de su vida.