Por Romina Garcilazo


Por Romina Garcilazo
Marta Bonaudo nació el 8 de julio de 1944 en Las Perdices, Córdoba. Durante sus primeros años de vida fue alumna de la escuela fiscal de su pueblo y a mediados de la década de 1950, por cuestiones vinculadas al trabajo de su padre, se trasladó a la ciudad de Rosario. Luego inició sus estudios secundarios en el Colegio Normal Nº 1 y egresó con el título de maestra normal nacional. En 1962 comenzó su carrera universitaria de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras, todavía perteneciente a la Universidad Nacional del Litoral que, en ese momento, se encontraba imbuida en un proceso de renovación disciplinar que excedía el plano nacional y se correspondía con los debates abiertos por la segunda posguerra.
Marta es un fiel ejemplo, de acuerdo a sus propias palabras, de que "sin ser un buen escritor, se puede ser un buen investigador". En entrevistas de 2007 y 2014, ella misma reconoció que su inclinación hacia la historia se había dado como consecuencia de sus limitaciones para la escritura literaria, y de la fascinación que le había provocado descubrir una historia problema que contrastaba con la tradición enciclopedista recibida en su enseñanza secundaria.
El período que transcurrió desde su llegada a la universidad hasta 1966 fue muy prolífico. En esos años Marta se incorporó a proyectos de investigación liderados por Sergio Bagú y Nicolás Sánchez Albornoz. Paralelamente, ingresó como auxiliar alumna en la cátedra de Historia de España a cargo de Reyna Pastor, quien se convertiría en su referente académica y a la que la uniría un fuerte lazo de amistad que se mantuvo a lo largo del tiempo.
Sin embargo, ese proceso se vio interrumpido por la dictadura impuesta por Juan Carlos Onganía en 1966. En Rosario la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias del Hombre fue abatida por las numerosas renuncias que, a modo de protesta, emprendieron docentes y estudiantes. En ese complejo contexto, Marta se sumó tristemente a quienes debieron abandonar sus cargos. No obstante, continuó la carrera de Historia y rindió las materias pendientes en condición de libre.
En 1967 egresó como profesora de Enseñanza Media en Historia. Durante esos años y gracias a los contactos mantenidos con Reyna obtuvo una beca del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia para trabajar en lo que sería su tesis de doctorado en la Universidad de Aix-en-Provence bajo la tutela de George Duby. La tesis referida se tituló "El Monasterio de San Salvador de Oña. Economía agraria. Sociedad rural (1011-1399)". Esta temática sería recuperada años después por Marta en su trabajo de licenciatura dirigido por Reyna en la ciudad de Rosario.
La década de 1970 se abrió con nuevos desafíos que tiñeron la trayectoria de Marta. En 1970 se casó con Juan Carlos Magnani y como fruto de ese matrimonio nacerían sus dos hijos: Juan Pablo y Andrea. En 1972 y como corolario del proceso de relativa apertura política iniciado por el presidente Alejandro Lanusse muchos de quienes habían tenido que abandonar la universidad retornaron a ella. Marta se integró nuevamente en calidad de auxiliar ad honorem a la cátedra de Historia Moderna a cargo de su mentora.
Algunos de los resultados de investigación que se desarrollaron en ese espacio se publicaron en prestigiosas revistas nacionales e internacionales como Cuadernos de Historia de España y Annales. Economies, Sociétés, Civilisations. Esa etapa de crecimiento llegó a su fin en 1975. El clima de violencia política que se había agudizado por la muerte del presidente Juan Perón en 1974 y el avance de la Triple A calaron hondamente en los ámbitos universitarios.
La noticia de que su nombre, al igual que el de muchos de sus colegas, había sido incluido en una lista confeccionada por aquella organización para que abandonara la universidad forzó a Marta a renunciar a sus cargos y dejar Rosario. En ese momento, estando embarazada, se refugió en la casa de una de sus abuelas en Río Cuarto. Luego del golpe de Estado de 1976 retornó a la ciudad del sur santafesino, pero las intimidaciones que recibió de parte de la cúpula militar en su propia casa la terminaron de expulsar nuevamente del ámbito académico.
Durante esos años buscó trabajo como maestra en una localidad cercana a Rosario. Hacia fines del período dictatorial, en 1982, obtuvo una beca en el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) para estudiar la historia de la Federación Agraria Argentina. De ahí en adelante sus temáticas de investigación comenzaron a orientarse hacia la historia argentina con especial atención a la provincia de Santa Fe.
La apertura democrática significó para las universidades dejar atrás una época muy oscura e iniciar un período de esplendor. En ese contexto Marta, como recordaría Hilda Sábato en 2020, cumplió un rol fundamental en la configuración de la carrera de Historia. En 1984 fue designada por el decano organizador de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario directora normalizadora.
Allí desempeñó una intensa labor en la celebración de concursos en las cátedras que habían sido ocupadas por docentes ligados al proceso, la elaboración de los nuevos planes de estudio de la carrera, la dinamización de proyectos de investigación, la organización de reuniones académicas y la revitalización de publicaciones científicas. Desde 1990 a 1994 fue vicedecana de la mencionada facultad y en 1999 volvió a ocupar el cargo de directora de la Escuela de Historia.
Al margen de lo anterior, entre 1993 y 1994 accedió por concurso como docente titular de la cátedra de Historia Argentina II y se convirtió luego de su jubilación, en 2014, en Profesora Titular Honoraria. Asimismo, en 1987 ingresó a la cerrera de investigadora en el Conicet. En 2005 accedió a la categoría de Investigadora Principal, siendo, tal como se recuerda en una nota periodística, una de las pocas mujeres que había alcanzado ese escalafón en la ciudad de Rosario.
Sus últimos años de vida fueron muy prolíficos en lo que respecta a su producción académica y a su desempeño en la docencia de grado y posgrado. Durante este tiempo fueron asiduos sus contactos con investigadores e investigadoras de universidades españolas. Muchos de sus trabajos referidos a las culturas políticas, la cuestión biográfica y la corrupción política se forjaron al calor de esos intercambios académicos.
También fueron momentos igualmente fecundos para Marta en lo referente a la gestión institucional. En 2007 conformó, en el marco del Conicet, la Unidad Ejecutora en Red Investigaciones Socio Históricas Regionales (Ishir) y ocupó el cargo de directora desde esa fecha hasta mayo de 2020. Como consecuencia de una enfermedad que la aquejaba desde hacía un tiempo, falleció el 6 de diciembre de 2020.
Al pensar un cierre para esta nota se me ocurren varios caminos posibles, sin embargo, creo que uno de los finales más sugerentes puede brotar de las propias palabras de Marta. Recuerdo que en una de las charlas que mantuve con ella me expresó lo siguiente: "Una de las cosas que a mí me interesan cuando escribo o enseño Historia es provocar algo en las otras personas". Seguramente -y retrotrayéndonos a aquel deseo de nuestra biografiada- estas líneas provocarán en lectores y lectoras preguntas, reflexiones y resonancias al calor de una vida que ha dejado profundas huellas para pensar la complejidad de nuestro pasado.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos en el año de su 90° Aniversario (1935-2025). La autora es docente universitaria e investigadora (UNR-Conicet-Uader)
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