Héroe argentino. Con solo un par de palabras, esas palabras, el doctor Jorge Tartaglione -médico cardiólogo, comunicador y escritor- supo sintetizar alguna vez la esencia y el significado del legado de don Esteban Laureano Maradona.
A pocos meses de cumplirse ciento treinta años de su natalicio (4 de julio de 1895, en Esperanza), y en el año del trigésimo aniversario del fallecimiento (14 de enero de 1995), Diario El Litoral quiere recordar con el mayor de los respetos y rendirle un sincero homenaje al médico rural al que sus pacientes de los pueblos originarios del noreste argentino llegaron a venerar como Piognak, el "Doctor Dios".
Héroe argentino. Con solo un par de palabras, esas palabras, el doctor Jorge Tartaglione -médico cardiólogo, comunicador y escritor- supo sintetizar alguna vez la esencia y el significado del legado de don Esteban Laureano Maradona.
Autor de un libro que rescata la trayectoria de doce médicos argentinos que hicieron historia (*), Tartaglione no dudó en incorporar en esa singular lista el nombre de Maradona, junto a los de Cecilia Grierson, René Favaloro, Florencio Escardó, Ramón Carrillo, Salvador Mazza, Pedro Cossio, Bernardo Houssay, Enrique Pichon-Rieviere, Osvaldo Raffo, Luis Agote y Arturo Umberto Illia.
Guiado por una profunda admiración e inocultable estima, así describe Tartaglione a nuestro homenajeado (mejor síntesis, imposible):
"La vida de Esteban Laureano Maradona parece más una leyenda que una realidad. Con una excelente formación médica, se instaló en una remota localidad de lo que es hoy la provincia de Formosa. Vivió cincuenta años sin luz, gas, teléfono ni transporte en un lugar inhóspito, en donde ejerció la medicina con una mezcla de chamanismo. (…) Fue un médico rural, naturalista, filántropo y escritor que renunció a todo tipo de honorarios y premios materiales. Con extrema modestia y abnegación se dedicó a sanar a las personas en situación de vulnerabilidad social, particularmente a las comunidades originarias del noreste argentino. Y vivió de la manera humilde, igual que sus pacientes".
Don Esteban era santafesino, nacido en la localidad de Esperanza el 4 de julio de 1895, pero descendiente de una familia patricia de la provincia de San Juan.
A este dato bien vale aclararlo con cierta puntualidad y rigor, porque el joven Maradona pudo haber hecho una vida completamente distinta a la que en definitiva hizo (despojado de cualquier propiedad ostentosa, fortuna o prosapia hereditaria que lo precediera), alejado de los designios patricios que pudieron haberlo atado a una vida acomodada, llena de privilegios y bastante confortable, si daba continuidad a los lazos familiares sanjuaninos (**).
El 2 de noviembre de 1935 el tren en el que Maradona viajaba con destino a San Miguel de Tucumán a visitar a su hermano se detuvo para hacer un cambio de locomotora en el paraje Guaycaru (también lo verán escrito Guaycurri, pero Tartaglione utiliza la anterior), luego conocido como Estanislao del Campo.
Justamente, en ese pequeño pueblito formoseño, mientras esperaba hacer el traspaso en cuestión, le pidieron que atendiera a una parturienta que se debatía por su vida y la de su hijito en un parto que ya es histórico, ocurrido en medio del monte formoseño.
Allí, el joven Esteban -de 40 años- decidió quedarse a vivir y a trabajar, motivado por las necesidades y el panorama angustiante que observó. Durante todos esos años no solo atendió a los nativos sino que también estudió sus costumbres y las incorporó a sus conocimientos
Genuinamente autodidacta y multifacético, Maradona fue entre otras cosas tipógrafo, agricultor, biólogo, antropólogo y maestro "a tiempo completo", sin ostentar certificados ni diplomas, pero con un dominio absoluto de las distintas disciplinas, que les servían ante todo para explorar la flora y fauna autóctonas.
El suyo era un compromiso total con los seres humanos en general y con la comunidad indígena en especial, lo que lo llevó a conocer a la perfección todos sus problemas.
"Se entendía con los indios con pocas palabras. Hasta con una mirada les bastaba", comenta Tartaglione.
"Los apoyaba en sus iniciativas tendientes a lograr que las autoridades los comprendieran en sus legítimos derechos y les permitieran ejercerlos con merecida dignidad", acota el autor de la semblanza aquí referida, sin dejar de mencionar que en varias oportunidades Maradona se puso al frente de los reclamos de su gente.
En octubre de 1939, por citar un caso, un grupo importante de matacos y tobas de una zona sin agua y alimentos marchaban por la costa del río Bermejo buscando lugares más propicios para subsistir. Ante esa situación, las autoridades policiales estaban decididas a detenerlos, para lo que habían organizado un fuerte contingente de gendarme, policías y particulares.
Cuenta Tartaglione en su libro que la imagen era conmovedora: familias enteras de pueblos originarios, con mujeres y niños sucios y desgreñados habían resuelto dirigirse a Formosa para pedir trabajo y ayuda al gobierno.
Enarbolando un pañuelo blanco, Maradona, junto al presidente de la Comisión Honoraria de Reducciones de Indios, Juan A. Domínguez, se pusieron al frente de la marcha indígena, impidieron que fueran reprimidos y lograron que se los asistiera.
De andar manso y tranquilo, don Esteban era incansable. Les enseñó a los indígenas a hacer ladrillos para que puedan construirse sus propia viviendas. Y los instruyó sobre cultivos de algodón, ayudándoles a hacer huertas, a sembrar y a cosechar.
El humilde y modesto Maradona –explica Tartaglione- se calificaba a sí mismo como "un ser siempre preocupado, siempre trabajando en un ritmo de vida que lo hacía feliz".
Los 80.000 aborígenes de la zona llegaron a llamarlo Piognak que en lengua pilagá significa "Doctor Dios": hombre sabio o sublime.
Veían en don Esteban a un hombre solidario, que trabajó de manera permanente para mejorarles la calidad de vida, luchando durante cinco décadas, con escasísimos recursos, contra las enfermedades de la pobreza: lepra, mal de Chagas, fiebre tifoidea y paludismo. Seguramente volveremos a escribir sobre él. Se lo merece.
(*) "Héroes argentinos. Doce médicos que hicieron historia". Editorial Planeta, año 2018. Capítulo 10, "Pilagá o el Doctor Dios".
(**) A su familia pertenecieron, entre otros, Plácido Fernández Maradona -que fue varias veces gobernador de San Juan- y José Ignacio Fernández de Maradona, clérigo jesuita que se desempeñó como primer diputado electo por el pueblo sanjuanino ante la Junta Grande de 1811.
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