Así surgió este artículo, una pócima acá, cucharadas de muchas lecturas aquí, varios galones de muchos viajes por allá... en el que se irán mezclando, amigando, los mitos con los hechos, las creencias con las leyendas… desde Egipto a Grecia y Turquía.
El disparador fue un reportaje a un médico, por TV, en el que el facultativo repitió una vez más la definición de salud, quedando claro que no basta no estar enfermo para estar sano, sino sentirse bien, amigo con uno mismo y para que eso llegue, es necesaria la actividad física.
¡Ay de nosotros, a lo que no nos gusta nada de nada ni Pilates, ni gimnasia y ¿caminar?, ¡bajo protesto! Entonces, viajes y lecturas vinieron en auxilio. Si se trata de mover el cuerpo para que la endorfina dibuje nuestra sonrisa, pues ¡ilustres antecedentes tenemos las mujeres! ¡Vayamos a buscarlos!
Tomo de un resumen de "Mujeres que corren con los lobos / Women Who Run with the Wolves" de la psicóloga Clarissa Pinkola Estés, la seguridad de que "En toda mujer hay fuerzas poderosas pendientes de descubrir."
También es autora de "El baile de las mujeres sabias "/ The Dancing Grandmothers, donde asegura que "Cuando las mujeres que corren con los lobos alcanzan la madurez, empieza el baile de las mujeres sabias".
Y como gran fuerza motora de esas capacidades, redescubre el mito de Deméter y Perséfone, (Ceres y Proserpina, para los romanos).
Deméter es la hermosa de larga cabellera rubia, como los trigales que protege, poderosa diosa del Olimpo, la que fecunda los campos, la que cuida las cosechas, protectora del matrimonio y de los nacimientos.
Tuvo una hija bellísima a la que llamó Perséfone, a la que se la denominaba también Kore, con significado de doncella, muchacha, hija. Tan hermosa era, que hombres y dioses se enamoraban tan solo verla, por la que Deméter trataba de mantenerla alejada de las miradas.
Un día, la joven disfrutaba del sol, paseando y jugando, con las ninfas del Océano, cuando vio entre el verde del pasto una flor desconocida, de gran belleza. Se agachó tratando de alcanzarla, se inclinó aún más intentando recogerla, cuando un terrible estruendo sacudió todo el entorno.
Abriose la tierra, se separaron los bordes atronando el aire y surgió un carruaje tirado por negros caballos y una inmensa y poderosa figura se presentó. Era Hades, el dios del Inframundo. Tomó sin miramientos a la muchacha. Ropa, calzado, volaron por los aires y los gritos desesperados de la joven retumbaron en la tierra. Gritó desesperada, se sacudió indefensa, mientras carruaje, caballos y secuestrador iban siendo tragados por la tierra.
Sólo fueron quedando las flores pisoteadas, los alaridos impresos en la brisa, los gritos taladrando la tierra y el horror llegando hasta Deméter.
Todo el espanto se fue pegoteando en la diosa. Sin saber qué había ocurrido, la madre supo que le habían robado la hija.
Desesperada fue madre antes que diosa, voló sobre la tierra pidiendo noticias, nueve días, nueve noches caminó todas las sendas, sin comer, sin beber, buscando, implorando por noticias de la hija amada. Se arrancó sus lujosas vestiduras, se cubrió de cenizas. Su hermosa cabellera quedó embarrada de lluvias y no encontraba una pista que le señalara dónde estaba la muchacha.
Un día, ya desmadejada, se apoyó en el brocal de un pozo para no desfallecer y vio reflejada una extraña figura en el agua. Al levantar la cabeza ve una pequeña y extraña ¿mujer? Era senos, boca casi sin cabeza, pero se movía en forma ondulante y su vientre danzaba por sí mismo, de forma casi hipnotizante.
Era encantadora, insuflaba energías, la música le brotaba de la piel y al mismo tiempo comenzó a contarle entretenidas historias, algunas hasta con incidentes cómicos. Y Deméter sin darse cuenta, se sonrió, luego rio y al poco tiempo danzaba junto con Baubo, la prodigiosa diosa que danzaba con el vientre (1).
Recuperándose por el poder de la danza y el humor contagioso, Deméter prosiguió la búsqueda pero otra diosa, Hécate, bruja benefactora en esta ocasión, viendo el peregrinar de Deméter, viene en su ayuda y consiguen, ¡al fin! saber dónde está Perséfone.
Y a las tinieblas desciende la madre para rescatar a la muchacha, pero poderoso señor es el habitante del Tártaro y se niega a liberarla.
Desesperada, Deméter vuelve al Olimpo y le pide a Zeus que haga justicia. Pero éste no quiere pleitos con Hades y trata de convencer a la madre que se resigne a su destino.
Perséfone muestra entonces su poder de diosa y le jura a Zeus que dejará la tierra yerma, que no habrá espigas con granos, que los frutales inclinarán sus copas en señal de luto, sin flores ni frutos, las mujeres no volverán a quedar grávidas y a las que estén amamantando se les secarán los senos. Y sin más, el polvo de la tierra seca, se fue levantando, tanto que oscurecía el cielo y no dejaba ver el esplendor de Zeus.
Así que al patriarca del Olimpo no le quedó más remedio que intervenir y negociar con Hades la libertad de Perséfone. Pero, como si fuese un juego de tronos, había que cumplir con las leyes creadas y cada dios sabía hasta dónde llegar. Y el dueño de los infiernos se las ingenió para negociar el regreso de Perséfone al mundo de los vivos. Fue así que la muchacha, convertida en esposa de Hades, podría regresar seis meses con su madre, pero permanecer otros seis en el Averno.
Y eso dio origen a las estaciones: cuando madre e hija se reunían regresaba el calor, las flores y los frutos, era el hermoso tiempo de la primavera y el verano, pero cuando la doncella descendía al mundo de Hades, las hojas se secaban en los árboles, llegaba el frío y las nevadas.
Mientras Perséfone había estado buscando desesperada a la muchacha, hubo un momento en que la madre había dejado de ser diosa para ser sólo mujer sufriente y en medio del dolor que la anulaba, algo logró penetrarla, llegar y sacudir la resiliencia que tienen las mujeres. Y fue el baile. La danza del vientre.
Muchas interpretaciones y distintos significados se le han dado a través de la historia. Tal vez se hizo más conocida la danse du ventre. a través de Francia, cuando dominaba Argel. Con el tiempo se convirtió en espectáculo, ganando en popularidad pero perdiendo el profundo significado de sus lejanos orígenes. No fue lo que hoy conocemos como danza árabe, tampoco la danza de los Siete Velos, que bailara Salomé.
Esa danza egipcia es una de las formas de danza más antigua y fue practicada para infundir placer y a través de él, ayudar a la mujer embarazada a distenderse.
Formaba parte de los ejercicios previos al alumbramiento, antecedente egipcio del Parto sin Dolor. Pero toda actividad humana en el Egipto de los faraones, estaba también destinada a los dioses. Para los egipcios era una bendición la llegada de los hijos y la familia numerosa era agradable a los ojos de Isis. Por eso, esa danza era una elevación hacia los dioses, una comunicación humana con lo sagrado.
Y esto nos lleva también a Turquía, donde tienen una danza poderosa de elevación de lo humano a lo divino. Quien haya visitado Anatolia, seguramente presenció la danza de los derviches giróvagos.
Tienen su origen en las enseñanzas del legendario poeta religioso del siglo XIII, Mevlana Jalaluddin al-Rumi. Fue científico, académico y un pensador de avanzada, enseñando el respeto que se les debe a otras religiones. Murió en 1273 y sus discípulos y seguidores fundaron la Orden de los Derviches Giradores, famosos por su danza, que es una ceremonia de conexión del hombre con el cielo.
Asombra verlos girar con sus largas y amplísimas vestimentas blancas, girar y girar, girar y girar, sin desfallecer, sin mareos, sin desmayos, una y otra y otra vez, como si pendieran de una cuerda de luz hacia el cosmos y desde el cosmos hacia la tierra y siguen bailando en un trance místico, siguiendo el movimiento rotatorio el planeta.
Y seguramente en cada vuelta, resuenan las palabras del sufí "¡Baila cuando estés desgarrado, baila si te has quitado la venda, baila en medio de la lucha, baila en tu sangre, baila cuando seas perfectamente libre!".
Hoy día, las mujeres han aprendido a danzar con lobos. No sólo a los que puedan estar agazapados afuera, sino también a los que tal vez, estén agazapados en el interior de nosotras.
Y para fortalecer cuerpo y mente y alzarnos victoriosas en la diaria contienda, tal vez necesitemos una visita de Baubo o de Yambe, o que el médico de la TV vuelva a recordarnos el verdadero concepto de estar sanos, sin olvidar que para ello necesitamos hacer actividad física.
Como alternativa, ahora hay cantidad de lugares donde la gimnasia se practica como "baile_fitness" y se puede llamar salsa, samba, zumba, sh'bam, GAP.
Ochocientos años atrás, Mevlana Jalaluddin al-Rumi (al-Rumi), sabio, poeta y filósofo, ya aconsejaba, "Hay una fuente dentro de ti. No camines por la vida como un cubo vacío".
(1) En otras versiones del mito, es Yambe, la diosa del buen humor, la risa y la poesía, la que logra sacar a Deméter de su profunda aflicción.
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