I

El gobierno de Milei, aunque no peronista, sorprende con la inclusión de múltiples figuras peronistas, reflejando las paradojas de la política argentina.

I
El gobierno de los hermanitos Javier y Karina Milei acomodó las piezas y ya hizo las primeras jugadas. Digan lo que digan, la pareja sabe ganar elecciones y sabe mover las piezas en el tablero. Cambiaron a Guillermo Francos por Diego Santilli. Demasiado prolijo, demasiado correcto, demasiado antiguo el ex discípulo de Francisco Manrique.
Para las batallas que se avecinan el hombre indicado es el político que atravesó por todos los climas y se embarró los zapatos en todas las zanjas y cunetas: Santilli. El Colorado, como le dicen en el ambiente de donde proviene, fue menemista, duhaldista, macrista y está dispuesto a ser y hacer todo lo que sea necesario.
Santilli dispone de recursos para agasajar visitas ilustres en la planta alta, ser amable con el personal de servicio, pero también está dotado de una singular destreza para recorrer los subsuelos, los sótanos e incluso mantener higiénicas los baños sin que se le arrugue la nariz. El Colorado es por lo tanto la persona indicada para el momento indicado.
Carlos Ruckauf lo recomienda y en estas faenas Ruckauf nunca se equivoca. Respecto de Manuel Adorni el futuro inmediato dirá si en la función que le asignaron está de adorno o sirve para algo.
II
Completa este primer vistazo político la inclusión -como amigo, asesor, socio y todo lo que se les ocurra- de José Luis Manzano, el joven peronista mendocino de Guardia de Hierro que llegó a Buenos Aires en 1983 en un auto atado con alambre y que a fuerza de ingenio y dedos rápidos fue, según las circunstancias, ortodoxo, renovador y menemista.
El mismo que desde el Ministerio del Interior, con ese desparpajo propio de un peronista de pelo en pecho, admitió que robaba para la corona.
Y en la actualidad es el empresario multimillonario que en estos días no solo ha formalizado su relación con la dulce Karina sin dejar de mantener la cálida amistad con Sergio Massa, sino que -además- a todos estos pases de baile los realiza en el contexto de un particular instante de felicidad:
El que le produjo saber que su yate Sea Lady, valuado en cien millones de euros y que hace unos meses había sido pasto de las llamas, fue reconstruido y ya está dispuesto para nuevas y glamurosas excursiones mar adentro, porque ya es bien sabido que para ganar galones en el peronismo es indispensable disponer de un yate con la tripulación adecuada para estas proezas náuticas.
Cualquier duda consultar con el compañero Martín Insaurralde.
III
Dios me libre y me guarde de imputar de peronista al gobierno de los hermanitos Milei, pero sí me tomaré por ahora la licencia de decir que el actual gobierno dispone del honor de ser el gobierno no peronista con más funcionarios y cortesanos peronistas que hayamos tenido noticias hasta la fecha. La historia suele tendernos estas celadas y divertirse con estas paradojas.
Cientos de miles de antiperonistas votaron por los hermanitos Milei para impedir el abordaje de la nave corsaria peronista, para descubrir luego que en la nave capitana hay más peronistas que en la más popular y aguerrida Unidad Básica de La Matanza. Nada nuevo bajo el sol.
El “movimiento” nacional peronista siempre consideró que su condición ideal es ser oficialismo y oposición al mismo tiempo con libro de pases abierto. “Ni sectarios ni excluyentes, peronistas solamente”.
IV
Hasta hace un mes en las mesas de bar se apostaba si Milei completaba su mandato o se trepaba raudo a un helicóptero; ahora las apuestas han variado porque todos dan como sobreentendido que al mandato lo cumple, motivo por el cual la apuesta es si lo reeligen o se va a su casa. Digamos que en el lenguaje azaroso de las apuestas subyace una lógica que se ajusta al sentido común de la sociedad.
Antes estaba en dudas si Milei cumplía con su mandato de cuatro años; ahora se duda si es o no reelecto. La diferencia en términos coyunturales es nítida: Milei ha mejorado su posición política, su liderazgo está más consolidado y los seguidores más entusiastas hablan de un Milei hasta 2030. Así son las oscilaciones de la política en estos pagos y así son los humores sociales.
Milei convoca a los legisladores, convoca a los gobernadores y, además, asegura que ahora sí se promoverán las reformas de fondo expresadas en el campo impositivo, laboral, previsional y penal, además de la sanción de un presupuesto como Dios manda.
V
Todos dan como un hecho que el gobierno ahora dispondrá de las mayorías sociales para poner en discusión estas propuestas, aunque importaría advertir acerca de la diferencia entre abrir un debate y sancionar las leyes.
Todos, por ejemplo, compartimos que es necesario reformar el régimen laboral e impositivo, pero tengo mis serias dudas respecto al acuerdo existente acerca de los contenidos de esas reformas.
Por lo pronto, el presidente está haciendo buena letra, sus modales son los de un señorito inglés, hace rato que no le escuchamos decir una palabrota y hasta daría la impresión de que se baña más seguido y renueva con más frecuencia su vestuario.
La otra apuesta que circula en las mesas del bar es acerca de cuánto tiempo le durarán esos modales. Los argentinos mientras tanto, bien y gracias. La vida de todos los días no es una fiesta, pero hemos conocido tiempos peores.
VI
Por diferentes motivos se estima que el rumbo del gobierno está bien orientado, entre otras cosas porque en el horizonte no se sabe de nadie que proponga con un mínimo de credibilidad un rumbo diferente. Hasta la fecha, el único enunciado político cualitativamente alternativo es la revolución social propuesta por Myriam Bregman y Nicolás del Caño.
Una propuesta de la que dudo que ellos mismos crean en ella, e incluso me animo a decir que estos camaradas de izquierda a esta altura del partido están resignados e incluso satisfechos con el tres o cuatro por ciento de los votos que obtienen en las elecciones. Un porcentaje que les permite disfrutar de sus bancas de diputados y asustar burgueses anunciando una revolución social.
Una revolución social cuyas posibilidades de realización son tan mínimas, que un científico social se animó a postular que hay más posibilidades de que el planeta Tierra se desintegre en la nada a que los obreros y campesinos liderados por Bregman y del Caño tomen el poder e inicien la construcción del delicioso paraíso socialista.
VII
En toda esta vorágine política precipitada por el oficialismo y en la que circulan nombres previsibles e imprevisibles, la que se ha convertido en una ausente a tiempo completo es la vicepresidenta Victoria Villarruel. Nada sobre ella, ni una palabra, ni una declaración, ni una foto. Nada. Como si no existiera o como si hubiera pasado a la clandestinidad.
Dicho sin ánimo de ofender: un cero a la izquierda. Su espacio de poder es la Cámara de Senadores, pero pareciera que su destino será el que en su momento Domingo Faustino Sarmiento le asignó a Adolfo Alsina: tocar la campanilla que da inicio a las sesiones y a otra cosa mariposa.
Para colmo de males, a partir de diciembre ingresa a la Cámara Patricia Bullrich, una muchacha que si mal no la conocemos contribuirá a que de Villarruel no queden ni rastros.
Digamos que a la hora de cortar cabezas a los hermanitos Milei no les tiembla el pulso. Como todo proyecto de poder que merezca ese nombre, la máquina de picar carne funciona con estremecedora precisión. En otros tiempos, la señora Victoria hubiera renunciado o le hubieran precipitado la renuncia.
Ahora la tarea de profilaxis es más higiénica: condena a la más absoluta soledad, a la total irrelevancia. Las tareas de Victoria se reducirán durante el tiempo que le quede de vicepresidenta a asistir, con algo de suerte y viento a favor, a ceremonias de militares retirados, a festivales de doma y folclore o a ensayar alguna rosca impotente con algún peronista marginal de la derecha nacionalista.
Mucho más campo de acción no le veo. El bloque libertario en el Senado lo manejará con rigor castrense la señora Bullrich, y de Victoria lo más probable que quede como registro de su paso por la política es aquella noche en la que debatió con Agustín Rossi y le propinó una paliza sin atenuantes.