Esta famosa foto fue sacada en Vietnam, el 8 de junio de 1972. Es un grupo de chicos que, quemándose vivos por causa del napalm, huyen desesperados de un ataque con bombas de napalm.


Esta famosa foto fue sacada en Vietnam, el 8 de junio de 1972. Es un grupo de chicos que, quemándose vivos por causa del napalm, huyen desesperados de un ataque con bombas de napalm.
Esta foto ayudó de manera decisiva a que cayeran las vendas de los ojos y se viera por tanto la extrema gravedad, y la extrema injusticia de la guerra. Ganó el prestigioso premio Foto del Año de la organización World Press Photo en 1973.
Los chicos son siempre los más inocentes en todo conflicto, y a la vez son los que más sufren. El autor de esta foto icónica, hasta ahora se pensaba que era un joven fotógrafo vietnamita de AP (Associated Press) llamado Huynh Cong Út, más conocido como Nick Út.
Pero ahora, el pasado 16 de mayo para ser más precisos, World Press Photo le retiró el reconocimiento como autor de la imagen porque sofisticados estudios, y un documental estrenado en enero en Estados Unidos, ponen en duda que él fuera realmente el autor de la foto.
Estos estudios se basan en la posición que tenía el fotógrafo respecto a los chicos en el momento de la foto, y a las características de la cámara que entonces llevaba.
World Press Photo admite que no sabe ahora quién es entonces el autor; éste podría ser un fotógrafo militar, o quizá otro, pero nada de esto puede darse por seguro. Indican que la foto continúa premiada, continúa siendo merecedora del premio.
La foto lleva por título "The terror of war" ("El terror de la guerra") pero más se la conoce como "La nena del napalm". Sigue siendo un alegato contra la barbarie que algunas personas aplican con impunidad contra otras personas.
La foto es todo un ícono de la guerra de Vietnam, y por extensión de las guerras que desde entonces se sucederían, y que incluso hoy sacuden ciertas conciencias mientras otras continúan con vendas en los ojos.
La nena corre desnuda porque el calor generado por el napalm le deshizo la ropa. Las bombas de napalm son bombas incendiarias, y provocan de entrada una oleada de calor tan poderoso que quema toda forma de vida.
La nena corre con los brazos abiertos porque, en el momento de la foto, gran parte de su pequeño cuerpo infantil, quemado por el calor extremo, se está ampollando. Grita de dolor porque se está quemando viva. Tiene 9 años.
El napalm es un combustible similar a la nafta, pero no es un líquido sino una gelatina que se esparce lejos y se engancha, se pega allá donde cae. A diferencia de la nafta, el napalm arde durante mucho más tiempo, y se apaga cuando consume todo el oxígeno disponible, pero vuelve a encenderse, y vuelve a quemar, cuando vuelve a estar en contacto con el oxígeno de la atmósfera.
Llevaron la nena a un puesto sanitario y de allí al Hospital de Niños de Saigón, donde no sabían cómo controlar esas quemaduras que volvían a quemar una y otra vez. La dieron por perdida. La envolvieron con vendas y la dejaron aparte para que muriera. Y así fue como en realidad le salvaron la vida.
Las profundas quemaduras, impregnadas aún con napalm, ya no volvieron a encenderse porque estaban cubiertas, privadas de suficiente oxígeno.
Un hermano, que la buscaba desde la explosión, allí la encontró, superó el espanto, abrió la puerta de la esperanza y la trasladó a otro hospital. Estuvo más de un año internada, recibió numerosos injertos de piel. Aún hoy sufre los dolores de las quemaduras por napalm.
Argentina usó bombas de napalm en 1982, en Malvinas. Así consta en un documento oficial del museo de la marina británica (*), que dice que estas bombas fueron arrojadas desde un avión Pucará.
Y Wikipedia afirma que los aviones Pucará, industria argentina, tenían capacidad para bombardear con napalm y con bombas de racimo (se trata de un extenso artículo de Wikipedia en castellano al que se puede acceder mediante la entrada "FMA IA-58 Pucará").
A causa del enorme daño humano que producen, las bombas de racimo están hoy prohibidas por más de cien países. Pero el napalm no está prohibido: se permite usarlo contra objetivos militares, aunque no contra objetivos civiles. Esto último, según se observa en Gaza y en Ucrania, es toda una ingenuidad.
Aparte de provocar extensas quemaduras, tanto por contacto directo como solo por proximidad, el napalm produce cambios en la composición química de la atmósfera. Crea una nube donde el oxígeno se cambia por monóxido de carbono, que provoca intoxicación, asfixia y luego muerte.
De esta manera, el efecto mortal del napalm llega incluso a las personas, niños, mujeres, hombres, que estén protegidos de la explosión en trincheras y túneles. Morían asfixiados, o a causa de la extrema temperatura del aire. La combustión del napalm, a su vez, genera vientos violentos y de calor extremo, los que a su vez esparcen el napalm cada vez más lejos.
La organización World Press Photo, tras considerar argumentos propios y ajenos, más de cincuenta años después, reconoce que hay serias dudas sobre la verdadera autoría de la foto. Ante la duda prefiere decir que no sabe quién es el autor de la misma.
En un mundo donde abunda la mentira y el engaño, en la palabra y en la imagen, en un mundo donde el discurso pierde valor porque pocos aún les creen, World Press Photo justifica su decisión en aras de la verdad, del más alto nivel de honestidad, de seriedad, de respeto por un documento de valor incalculable que retrata el sufrimiento de personas ocasionado por otras personas.
La decisión de World Press Photo, de rectificar, de admitir dudas sobre una decisión pasada y actuar en consecuencia, es una lección que tenemos que aprender. Es necesario repensar lo pensado, lo dicho y lo hecho, y luego actuar consecuentemente.
Hay que buscar y encontrar los argumentos nuevos, sean propios o ajenos, sean una novedad o hayan estado ocultos desde siempre. Ya se sabe que suele pasar que no se ve bien de entrada, ni se ve todo, y entonces se necesita tomar cierta distancia. Y desde esta distancia hay que ver la realidad y buscar en ella la verdad.
Mientras tanto, en Gaza continúa feroz un genocidio que busca apropiarse del territorio ajeno sin importar las personas, y un tercio son chicos. Incalculable sufrimiento de unas personas ocasionado por otras personas.
Algunas vendas en los ojos ya han caído, pero otras permanecen, serviles. La táctica israelí de provocar hambruna, luego incapacidad por hambre, luego desnutrición, luego inanición, luego muerte, en la población que tiene encerrada en Gaza sin poder salir ni recibir socorro, es una manera cruel e inhumana de aniquilar una población.
Hay impunidad en aquel lado, e indiferencia en este. El reparto actual de alimentos en Gaza, en manos privadas, que hacen negocio, solo es una gota de alivio en un mar de sufrimiento.
Es solo para la foto. Pero continúa, y sigue impune, y cuenta con apoyos, por acción o por omisión, y el silencio es cómplice. Por esto digo entonces que tenemos que repensar lo pensado, lo dicho y lo hecho, lo permitido y lo ignorado. Y rectificar.
(*) Gordon Smith. "Battle atlas of the Falklands War 1982 by land, sea and air". 1989, 2006, página 117.
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