Adentrarse en esta excepcional obra de Susana; detenerse en las páginas de "Los Derechos del Niño Globalizados", y recorrer sus "Historias de Flores" representa un privilegio, una visión inédita iluminada por el talento de su autora. Ella en este libro ha ido más allá de lo conocido. Por cierto, su investigación es abarcante. Gracias a lo vasto de su exploración terminamos de conocer y valorar al niño de países diversos, de vidas exóticas como salidas de cauce. Entrar en el mundo de la infancia como Susana Elena Dalle Mura lo hace es comprender que el niño día a día va descubriendo el mundo que nadie como él se aventura en lo incomprensible, en el misterio que encierra el sucederse de los días. Asomarse a él es como hacerlo a un cielo caído que pugna por levantarse.
Portada del libro.
La infancia encarna un torbellino de preguntas. Por otra parte, nosotros creemos conducir al niño sin advertir que es él quien nos conduce.
Esta inteligente escritora santafesina recorre ese ámbito de la edad primera y llega más lejos de lo que se ha llegado en la indagación del conocimiento. Ella advierte y señala las diferencias, los acaeceres que los países y las trayectorias vierten en los niños como un agua bautismal. Nada escapa a la agudeza obstinada de sus ojos. Necesita descubrir y de continuo lo hace. Indaga y juzga. Su estudio posee la firmeza contumaz de lo indiscutible. Nada escapa a su mirar de investigadora.
Entrar en la realidad es a veces entrar en el laberíntico o perderse en sucesivos túneles. Pero Susana Elena Dalle Mura no vacila. ¿Dónde están los niños que ella busca? ¡Ah, cuántas veces sumidos en el dolor, en la injusticia, en la abominable pobreza! Y es como si ella les extendiese los brazos y los atrajera hacia sí para ampararlos.
A lo largo de sus medulares páginas se advierta su espíritu de protección, más aún, de salvación. Necesita expresarles su amor sin término y lo hace con las voces siempre reveladoras de la poesía.
En 'Las canciones de Tía Leguleya' el humor se consubstancia con el decir poético, invariablemente extemporáneo, surgido con naturalidad. Su conjunto es una ofrenda de la autora a los niños de uno y otro país. Le dedica a Nelson Mandela la 'Canción de un niño sudafricano'.
La posición tan humana de esta escritora convierte la alegría contenida en estos versos en una suerte de himnos victoriosos, ya que el niño entraña, más que nadie, la verdadera victoria humana. En su 'Canción de la paz' es como si acabara de salir el sol.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.