- Yo pensaba que era un rumor, un mito, pero investigando confirmé que el naturalista más célebre de todos los tiempos, Charles Darwin, estuvo en Santa Fe, y cruzó por el Puerto en canoa.


- Yo pensaba que era un rumor, un mito, pero investigando confirmé que el naturalista más célebre de todos los tiempos, Charles Darwin, estuvo en Santa Fe, y cruzó por el Puerto en canoa.
- Estar, estuvo, pero por aquellos años no era naturalista y mucho menos famoso.
- ¿Y entonces?
- Era espía, espía de la Corona Británica.
- ¡Espía! ¿Usted dice cómo Mata Hari? ¿Cómo James Bond? (le replico, tratando de disimular mi tono burlón).
- Bueno, no precisamente. Eran otros tiempos, hablamos de 1833, Darwin tenía apenas 24 años y era un joven victoriano, con buenos contactos en la corona. Sin duda, tenía su revolucionaria teoría madurando en su cabeza, pero consiguió, de favor, un viaje por el mundo en un buque de guerra. No era muy común entonces, algo debía pagar a cambio.
- ¿Cómo un buque de guerra?
- Claro, llegó a nuestro país en un buque de la Armada Real Británica en misión oficial, el HMS Beagle, y no solo eso, un buque que estaba comandado por un marino prestigioso, el capitán Robert FitzRoy.
- Bueno, eso no lo convierte en espía. Leí que pasó su largo viaje, de más de cuatro años, colectando restos y pergeñando su teoría sobre la evolución de las especies.
- ¿Sabe usted que el capitán FitzRoy se negó a hacer puerto en Buenos Aires, como el resto de los barcos de Europa, y lo hizo en Montevideo, donde acordó no requisar la carga?

- ¿Y eso que prueba?
- Prueba que había cosas y personas ocultas a bordo. ¿Sabe cuál fue el primer destino en territorio nacional que tocó el Buque Beagle? Las islas Malvinas. Llegaron a las Malvinas en misión secreta el 1 de marzo de 1833.
- ¿Y?
- ¿Recuerda usted en qué fecha los ingleses se adueñaron por la fuerza de nuestras islas?
- La verdad que no.
- ¡En enero de 1833! Un mes después, llegó el HMS Beagle al mando del capitán FitzRoy, habiéndose negado a la requisa obligatoria en el puerto de Buenos Aires y con un joven y culto investigador que todo lo registraba en su libro de viaje. ¿Se convence ahora?
- Bueno, no sé qué pensar…
- Mire Dupuy, los ingleses tenían un gran interés por nuestro país, incluso tenían negocios ya en curso con muchos poderosos de acá. Era conocido que había tres zonas territoriales de mayor interés: las islas del Atlántico Sur, la Patagonia y la cuenca del Río de la Plata-Paraná.
- ¿Y eso dónde nos lleva?
- Charles Darwin fue el único tripulante inglés que descendió en Tierra del Fuego, recorrió gran parte de la Patagonia Argentina a caballo, cosa que en esos tiempos era de enorme riesgo. Y no solo eso, cumpliendo órdenes del gobierno británico llegó a nuestra provincia interesado fundamentalmente en la cuenca ribereña. Río de la Plata, Buenos Aires, Rosario, la desembocadura del río Carcarañá, Santa Fe y de aquí a Las Barrancas, actualmente la ciudad de Paraná. ¿No le parece extraño semejante periplo? Para terminar mi argumento y sin ánimo de convencer a nadie, le agrego un elemento más... ¿Sabe quién fue el poderoso contacto que le facilitó el salvoconducto a Darwin para caminar todas nuestras tierras, de sur a norte y de este a oeste?
- Ni idea.
- Un tal Juan Manuel de Rosas. Por entonces, con sus saladeros, era el socio estratégico de los ingleses, principales compradores de carne salada para los esclavos. Además, a Darwin se le tramitó algo excepcional para la época: todos los meses mandaba a Londres una encomienda secreta, según se decía, con muestras de especies y relato detallado de lo que iba encontrando a su paso.

- Bueno, de cualquier manera y yendo a lo que más me interesa. ¿Estuvo Charles Darwin en Santa Fe, caminó por nuestras calles? ¿Navegó por estos ríos?
- Le cuento: llegó desde Coronda a nuestra ciudad. Estaba enfermo, aparentemente de Chagas, y fue hospedado en el Convento de San Francisco, por ese entonces en la orilla del riacho. Allí conoció a una mujer con la que entabló una relación, a tal punto que lo acompañó en su recorrido americano y hasta se dijo que la mandó a buscar cuando regresó a las Islas Británicas. Cuando se compuso, abordó una canoa a vela en el antiguo puerto de la ciudad y tomó la ruta existente por el riacho Santa Fe, luego pasó por Colastiné, por entonces una tribu aborigen, y llegó a las Barrancas de Santa Fe, actualmente la ciudad de Paraná. En su libro de viaje cuenta un episodio que tuvo en la isla Sirgadero, donde desembarcó a chequear especies y se topó con un puma. Y esa es la historia. Al fin y al cabo son los historiadores los que se encargan de perfilar a los protagonistas, y Darwin pasó a la historia como un científico prestigioso, no como un espía de la Corona.
"En todo caso, usted publíquelo como quiera", concluyó vía WhatsApp un viejo conocido, académico de número de la Academia Nacional de Historia. Yo, a riesgo de salirme de tema, opté por publicarla así, tal cual fue la charla.
(*) Relatos literarios basados en hechos reales.
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