La Iglesia San Cayetano de la ciudad de Santa Fe volvió a reunir a una gran cantidad de fieles este domingo 7, fecha tradicional en la que cada mes se rinde homenaje al Santo del pan y del trabajo.

Como cada día 7, la comunidad de San Cayetano en Santa Fe se reunió para agradecer y pedir por trabajo, salud y pan en cada mesa. Pero esta vez, los protagonistas fueron los niños y niñas de primer año de catequesis, que regalaron un momento tan espontáneo como inolvidable durante la homilía del padre Diego Sosa, en el camino hacia la Navidad 2025.

La Iglesia San Cayetano de la ciudad de Santa Fe volvió a reunir a una gran cantidad de fieles este domingo 7, fecha tradicional en la que cada mes se rinde homenaje al Santo del pan y del trabajo.
Como ocurre en cada celebración, hombres y mujeres de todas las edades se acercaron para agradecer favores recibidos o pedir por salud, empleo y la serenidad de que, en cada hogar, nunca falte el pan de cada día.
Sin embargo, esta edición tuvo un color especial: la participación de los niños y niñas de primer año de catequesis de la parroquia, quienes terminaron convirtiéndose en los protagonistas de un momento tan inocente como inolvidable.
La misa fue presidida por el padre Diego Sosa, conocido por su cercanía con la comunidad, su calidez en el trato y esa cuota de humor que siempre logra distender a quienes participan de la celebración.
En tiempos de Adviento, cuando la Iglesia invita a prepararse espiritualmente para recibir la Navidad, el sacerdote eligió iniciar su homilía dirigiéndose especialmente a los más pequeños, que ocupaban los primeros bancos con miradas atentas e inquietas.
Con micrófono en mano y una sonrisa cómplice, el padre Diego lanzó una pregunta sencilla que parecía tener una respuesta evidente: “¿Los católicos nos preparamos en estos días para recibir a quién?”. Apenas terminó de formular la frase, los chicos, al unísono y sin dudar siquiera un segundo, respondieron con entusiasmo: “¡A Papá Noel!”.
La ocurrencia, tan espontánea como sincera, provocó una oleada de risas entre los fieles que colmaban la parroquia. El propio sacerdote no pudo evitar soltar la suya, contagiado por la frescura infantil que recorrió el recinto.
El momento sirvió como puente perfecto para que, ya entre sonrisas y miradas cómplices, el padre Diego retomara la palabra y explicara con paciencia que, para los católicos, el verdadero sentido de esta preparación es la llegada del Niño Jesús.
Lo hizo sin perder la ternura ni el humor, logrando que los pequeños comprendieran la esencia del Adviento sin apagar en ellos esa chispa que hace únicas sus intervenciones.
Tras ese episodio que quedará en la memoria de quienes asistieron, la celebración continuó su curso habitual. Los niños, ya distendidos y cómodos, siguieron participando con entusiasmo en la misa, dejando en evidencia que su presencia aporta una energía especial a la comunidad.
Entre cantos, oraciones y la habitual atmósfera de devoción, la misa del 7 de diciembre se convirtió en una mezcla perfecta entre fe, alegría y la inocencia que solo los más chicos son capaces de regalar.
En vísperas de la Navidad 2025, la Iglesia San Cayetano volvió a ser escenario de esos pequeños gestos que construyen comunidad y que recuerdan, incluso en tiempos difíciles, que la fe también se manifiesta en sonrisas compartidas.
Para muchos de los presentes, aquella respuesta inesperada fue un recordatorio perfecto de que la espiritualidad no está separada de la vida cotidiana y que Dios, probablemente, también sonríe ante la espontaneidad de sus hijos más pequeños.
El padre Diego Sosa, fiel a su estilo sencillo y cercano, agradeció al final la participación de todos y, especialmente, la de los niños, quienes con su frescura transformaron una pregunta litúrgica en un instante de alegría genuina.
Así, la misa del día 7 en San Cayetano dejó algo más que plegarias y agradecimientos: dejó una anécdota que ya forma parte de la historia reciente de la comunidad y que seguramente será contada más de una vez en los pasillos de la parroquia.
Mientras la comunidad se encamina a celebrar la Navidad, la escena permanece viva en la memoria de quienes compartieron la homilía de este domingo: un recordatorio de que la fe también se alimenta de esos momentos en los que la inocencia se cruza con lo sagrado, iluminando la vida cotidiana con un brillo tan simple como profundo.