Más embates contra la prensa

El secretario de Cultura de la Nación ha dicho que los medios de comunicación pueden llegar a ser más peligrosos que las armas. Si es verdad que los funcionarios deben responsabilizarse de las palabras que pronuncian y los juicios que emiten, queda claro que Jorge Coscia, quien es, por añadidura, un caracterizado intelectual, sabe lo que está diciendo y se hace cargo de su “sentencia” sobre el periodismo; o, mejor dicho, sobre el periodismo no oficialista.

El jardín de Monet cumple 30 años deleitando a curiosos

Ya en tiempos de Claude Monet (1840-1926) el estanque de nenúfares y el maravilloso jardín del pintor impresionista en Giverny era un destino popular de excursiones a orillas del Sena. Su amigo y pintor Gustave Caillebotte venía en barco desde Gennevilliers, a 30 kilómetros de distancia, y el estadista francés Georges Clemenceau llegaba desde París en coche. Hoy, 30 años después de su inauguración el 1º de junio de 1980, acuden a este lugar fanáticos de Monet y amantes de los jardines provenientes de todo el mundo. El jardín, que fue la inspiración de Monet para algunas de sus obras más famosas es, después del Monte Saint Michel, el atractivo turístico más popular del norte de Francia, con casi 500.000 visitantes anuales (desde abril hasta finales de octubre).

AL MARGEN DE LA CRÓNICA

La estupidez es popular

“El fútbol es popular porque la estupidez es popular”; “Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos”; “La idea de que haya uno que gane y que el otro pierda me parece esencialmente desagradable. Hay una idea de supremacía, de poder, que me parece horrible”. Las frases, inmortalizadas por Jorge Luis Borges, hacían alusión a su particular definición de lo que era para él este juego llamado fútbol.

Reflexiones después del Bicentenario

Es lo que hay

En el año del Bicentenario de la Revolución de Mayo nos sentimos tentados a hacer reflexiones con contenido histórico cualitativo y cuantitativo, comparativas, apegados como estamos a las estadísticas y sus índices. Está bien que se hagan porque de los hechos históricos se aprende cuanto menos a no repetir los errores y sería de gran utilidad comparar valores de institucionalidad, datos económicos, el panorama de las relaciones internacionales, deuda interna y externa y muchos otros ítems que hacen a establecer los parámetros de partida en un país naciente. Pero estas líneas no proponen resaltar lo que fuera toda una gesta llena de audacia, más allá de desprolijidades y traiciones que conllevan los confusos hechos tumultuosos y que se dio entre nosotros en forma parecida a otras tantas revoluciones de la época. La propuesta es un ejercicio de imaginación preguntándonos si los diálogos de los habitantes de aquellos días con noticias, rumores y seguramente chismes, incluían alguna frase hecha, representativa de las modas de la época o con alguna connotación social o política. No lo sabemos al menos por los datos disponibles. Nosotros, en cambio, a doscientos años vista, tenemos una que, preferida y escuchada como muletilla en toda conversación, merece nuestra consideración: “es lo que hay”.

Siempre se hizo así

Una de las importantes razones por las cuales a la gente se le hace no decimos ya difícil, sino imposible, vivir en armonía, es debido al uso cotidiano de la programación psíquica negativa: “siempre se hizo así”. Recuerdo que ejerciendo la docencia en un establecimiento educativo noté que un profesor atravesaba todo el edificio en busca de los elementos para dar su clase lo que ocurría en el extremo opuesto mientras que el encargado de servir el té hacía lo propio, yendo y viniendo. Los reuní para decirles si no era mejor que cada uno pusiera las cosas en el lugar donde las tenía guardadas el otro, de manera tal que pudieran evitar esos largos e innecesarios recorridos. Con entusiasmo, aceptaron enseguida. Pero al preguntarles por qué lo estaban haciendo en esa forma, respondieron al unísono: “Siempre lo hicimos así. No sabemos cómo es que las cosas fueron a parar a esos lugares...”.

PUBLICACIONES

El pesimismo y amargura apocalíptica de Emil Cioran (Rumania, 1911- París, 1995) suele ser objeto de ironías, desde la idiotez de retrucarle: “si tan mal la pasaba en la vida, ¿por qué no se mató, y en cambio siguió vivito y coleando hasta una buena vejez, y famoso además, en París?”, hasta la malignidad de definirlo “cortesano del vacío”.