Los resultados eran pésimos, pero queda claro que no fueron el detonante. Si no, la despedida habría sido el mismo martes, luego de consumarse la derrota ante Mitre. Algo habría pasado en el último entrenamiento que dirigió.
Andrés Yllana y su último partido en Colón. Foto: Flavio Raina
La última imagen de Andrés Yllana fue saliendo del predio 4 de Junio en la mañana del viernes luego de haberse despedido de los jugadores. Veinticuatro horas antes, quizás no imaginaba este desenlace. Fue abrupto, por más que parecía la “crónica de un final anunciado”. Más temprano que tarde se iba a producir. Nada lo favorecía a Yllana. Ni rascando profundamente la olla se podían encontrar argumentos sólidos para justificar su continuidad al frente de un plantel que no le respondía. Los resultados, principales sostenedores o detractores de la continuidad de los entrenadores, se habían tornado insostenibles para un técnico que llegó con el mejor de los antecedentes, pero que fracasó de una manera rotunda.
Confieso que pensé que Yllana se iba el martes, cuando finalizaron los 11 minutos que se jugaron para completar el partido con Mitre (hábil movimiento político de los dirigentes para que el partido se termine sin que mediara la intervención del Tribunal de Disciplina). Sin embargo, la respuesta de Yllana fue contundente: “Me siento con fuerzas para seguir”, dijo. Y los dirigentes – algunos, porque la “banca” no era irrestricta ni total – apoyaban su continuidad, sabiendo que no había casi nada que lo respaldara: 1) 6 derrotas en 9 partidos dirigidos; 2) 4 derrotas en serie; 3) apenas un 25 por ciento de los puntos cosechados; 4) un equipo que no terminaba de dar una imagen sólida, y 5) relaciones internas que no gozaban de buena salud.
Yllana fue tomando, en su corto proceso, algunas decisiones que desembocaron en enojos previsibles. Más allá de haber tenido sus razones; los permanentes cambios; jugadores que no integraban el plantel en un partido y que aparecían de titulares al siguiente; otros que de titulares pasaban a no ser convocados; aquella decisión de hacer cuatro días de doble turno que, más allá de que los jugadores acataron, en el fondo se lo pudo haber tomado como un “castigo” y no como una respuesta a la supuesta deficiencia en la parte física y táctica, que evidentemente existió e Yllana lo dejó deslizar en varias oportunidades, fueron algunas de las cuestiones que se dieron y que nunca tuvieron consecuencia favorable ni en el rendimiento del equipo (jugó siempre mal) ni tampoco en los resultados.
Gigliotti, uno de los frustrados con Yllana. Foto: El Litoral
Discusiones y 0 referentes
La realidad es que nunca le encontró la vuelta. “Limpió” a los históricos – en algunos casos con razón -, pero no fue solución. Eligió a los refuerzos pero se terminó yendo sin que uno de ellos (Cristian García) pudiera debutar (en esto no tuvo nada que ver porque fue un error administrativo). Insistió por Alan Sosa, contradiciendo la negativa de los dirigentes por la situación judicial de este jugador. Luego de las derrotas contra Chicago y Mitre, reclamó por los refuerzos y dijo que el equipo iba a cambiar cuando los nuevos pudieran jugar. Le faltó autocrítica, aunque posiblemente la tuvo de puertas para adentro. Puso y sacó jugadores sin darles confianza. Ni siquiera la tuvieron aquellos que más jugaron con él, en algunos casos haciendo bastante poco para justificar su presencia en el equipo, como por ejemplo ocurrió con Garrido. Y así podríamos seguir mencionando todas las cuestiones que acontecieron durante el tiempo (9 partidos) que duró su mandato como entrenador de Colón. No hubo nada positivo, no levantó el nivel de los jugadores, no lo mejoró y, por el contrario, el empeoramiento de la situación parecía no tener fin.
¿Cuál fue el desenlace?, justamente en el mismo día en que se confirmaba la vuelta de Luis Miguel Rodríguez, también se dio el despido de Yllana. ¿Tuvo esto algo que ver?, todo indica que no. Ya a esta altura no sirve saber si lo quería o no lo quería al Pulga, si era la característica de jugador que buscaba o no. La realidad es que una fuerte discusión con uno de los referentes, en el último entrenamiento que dirigió, habría sido el suceso que precipitó la decisión. “No es conveniente que se sepa cuál fue el real motivo por el que decidimos discontinuar la relación con Yllana”, señalaron los dirigentes a El Litoral.
La realidad es que el clima “se cortaba con una gillette”. Gigliotti, en el momento de mayor tensión la noche de la suspensión con Mitre, discutió fuerte con él. Y alguno más se sumó, en una imagen que vio todo el mundo. Si alguien pensaba o suponía que algo estaba quebrado en la relación o que el sentido de la disciplina y verticalidad estaba en riesgo, tuvo motivos suficientes para certificarlo. El mismo Gigliotti había tirado también un par de conceptos contundentes con relación al nivel de juego del equipo, más cercano a lo que se veía que a lo que decía el técnico, a veces tratando de tapar lo que estaba claramente al desnudo.
Lo que no fue y lo que sigue
Godano le había dicho a El Litoral en una entrevista exclusiva, el 1 de mayo pasado, que la idea era tenerlo “a Yllana hasta el final”. En fútbol – y mucho más en este país -, lo que hoy es blanco, en dos o tres partidos se convierte en negro. De la noche a la mañana la situación cambia. Y asegurar que Yllana iba a ser el entrenador hasta el último partido, tenía poco sustento. Iba a depender de los resultados. “Yo sé que nosotros dependemos de los resultados, pero mientras yo vea respuesta en los jugadores, seguiré adelante. Cuando los jugadores no me respondan, seré el primero en darme cuenta y daré el paso al costado”, dijo el martes luego de los 11 minutos con Mitre en los que se mantuvo la derrota que se había corporizado la noche anterior. Dos días después estaba fuera de Colón. Quizás lo que pasó (discusión o lo que fuere), fue el detonante para que los dirigentes entendieran que había llegado el momento de ponerle punto final al ciclo. La “banca” llegó a su fin.
Ahora asume Minella y el domingo quedarán expuestas las cartas. ¿Qué puede lograr Minella junto con el Chino Bonaveri en dos prácticas?, poco y nada. Por no decir nada. Es otra cara frente al plantel, un equipo diferente (Yllana también había provocado cambios constantes) y la responsabilidad de los jugadores puesta sobre el tapete. Ahora pasan a ser, ellos, los principales responsables. Diría que los únicos responsables, porque por más que la mano del técnico se nota en la formación del equipo, el tiempo de trabajo será casi inexistente (apenas dos entrenamientos).
Martín Minella, el encargado de traer un poco de calma a Colón. Foto: Luis Cetraro.
La prueba elocuente de lo que es la campaña, a catorce fechas del final, está dada en la salida ya de dos entrenadores y también del director deportivo y el secretario técnico. Llega el Pulga Rodríguez con todo lo que eso significa. Y seguramente la semana que viene (a más tardar la otra), estará por fin disponible Cristian García. Nace el tiempo de los jugadores. Y nace también la chance para que Minella pueda crear las condiciones de trabajo que permitan la esperada recuperación, si es que los dirigentes se animan a darle la conducción del plantel y lo convierten en esos habituales “bomberos” que tienen adentro de los clubes para apagar el incendio.
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