Dentro de la cocina del clima: cómo funciona la estación meteorológica de Sauce Viejo
Dependiente del Servicio Meteorológico Nacional, cumple un rol fundamental para la aviación y la comunidad, transformando datos meteorológicos en pronósticos precisos bajo condiciones climáticas cambiantes.
Francisco Sosa, encargado de la estación meteorológica (SMN) de Sauce Viejo.
En la estación meteorológica de Sauce Viejo —dependiente del Servicio Meteorológico Nacional— se prepara cada hora un tablero de datos que luego se convierte en pronóstico, alerta o información clave para la aviación y la comunidad. Este es el relato de “la cocina” donde aire, nubosidad, viento y lluvia se mezclan para generar certezas en medio de lo cambiante.
Al cierre de octubre, bajo un variado abanico de condiciones climáticas, El Litoral recorrió la estación meteorológica ubicada dentro del aeropuerto de Sauce Viejo. “Formamos parte del Servicio Meteorológico Nacional y tenemos cobertura en todo el país, desde la Quiaca hasta la Antártida”, explica Francisco Sosa, encargado del lugar.
La ubicación no es casual: estar dentro del predio aeroportuario le otorga un doble rol. “Estamos atentos a la seguridad operacional aérea —señala—. Nuestros datos sirven para que los aviones aterricen y despeguen con seguridad”.
El campo de observaciones meteorológicas de la estación de Sauce Viejo.
Paso 1: la rutina de medición
El corazón del trabajo es la observación. Cada hora, sin excepción, los técnicos registran temperatura, humedad, presión, viento, estado del cielo y nubosidad. “Son mediciones constantes, que hacemos tanto para la aviación como para la meteorología sinóptica”, detalla Sosa.
Los instrumentos responden a estándares internacionales. “El viento se mide a diez metros de altura; la lluvia, con pluviómetros instalados a metro y medio del suelo —aclara—. Todo se calibra en la sede central del SMN para garantizar que los datos sean precisos”.
El heliógrafo, al centro, mide la duración e intensidad de los rayos solares.
Paso 2: la gestión de alertas
Cuando el clima se vuelve extremo, entra en juego el sistema de alertas. “Se dividen por colores: amarillo, naranja y rojo. Pueden activarse por tormentas, ráfagas de viento, granizo o lluvias intensas”, describe el meteorólogo.
Y agrega un ejemplo concreto: “Si se supera un umbral —por ejemplo, 40 milímetros de lluvia en 12 horas o ráfagas de 67 nudos— lo informamos de inmediato. Esa información llega al pronosticador y se ajustan los datos en tiempo real”.
La oficina de la estación meteorológica de Sauce Viejo con vista a la pista de aterrizaje del aeropuerto.
Paso 3: procesamiento y transmisión de informes
Las observaciones no quedan en la estación. Cada registro se codifica y se transmite al Servicio Meteorológico Nacional. “Elaboramos dos tipos de informes: el SINOP, para climatología y meteorología sinóptica, y el METAR o SPECI, que son los informes aeronáuticos”, explica Sosa.
Los datos viajan a través de un sistema seguro y se comparten con redes internacionales. “Somos como el primer eslabón de la cadena”, resume.
La estación funciona las 24 horas, los 365 días del año. “Somos siete personas, aunque ahora estamos seis porque uno de los compañeros está en la Antártida”, cuenta Sosa. “Trabajamos incluso cuando el aeropuerto no está operativo, ya que por”.
El equipo se conforma por Francisco Sosa (Responsable de Estación Meteorologica), Leticia Bravo, Emiliano Mendoza (Actualmente Campaña Antártica), Veronica Berta, Sandra Schvemler, Juan Schmidt e Ian Benesovsky.
El ritmo es intenso y cambiante. “No hay dos días iguales —dice con una sonrisa—. A veces llegás y hay niebla muy densa, o precipitaciones que te obligan a registrar datos minuto a minuto. Es un trabajo muy dinámico”.
Francisco Sosa, encargado de la estación meteorológica (SMN) de Sauce Viejo.
Tecnología y tradición
Aunque buena parte del proceso se automatizó, el factor humano sigue siendo clave. “Tenemos termómetros, barómetros, anemómetros y sensores de humedad y temperatura. Cada hora recogemos los datos y los procesamos”, explica Sosa.
Esa combinación de tecnología y observación manual garantiza la calidad del registro. “Lo que medimos acá alimenta los pronósticos y las estadísticas que después usan desde los pilotos hasta los productores agropecuarios”, agrega.
Aeropuerto de Sauce Viejo.
La importancia cotidiana de la estación
Para Sosa, lo apasionante del trabajo está en su impacto directo. “Lo lindo de este trabajo es que no hay dos días iguales —dice—. Todo lo que medimos tiene un impacto real: desde la visibilidad para los aviones hasta la planificación de los cultivos o las alertas por granizo”.
Cada observación, cada número, tiene un valor concreto en la vida cotidiana. La estación de Sauce Viejo es, en efecto, un laboratorio vivo donde la ciencia se traduce en información útil para todos.
Más que un conjunto de sensores y pantallas, la estación meteorológica de Sauce Viejo es una verdadera cocina del clima: un espacio donde la precisión técnica y la dedicación humana se combinan para anticipar el tiempo y proteger vidas. Cada dato registrado por Francisco Sosa y su equipo es parte de una tarea silenciosa, pero esencial, para Santa Fe y toda la región.