En el barrio El Pozo, el mayor problema este martes por la mañana no era el frío ni la niebla. Era el olor nauseabundo y la contaminación que generan los desbordes cloacales.
Aguas servidas emanan de las alcantarillas e inundan las calles de cordón a cordón. ASSA dice que reparó un caño roto y obstruido. Los vecinos aseguran que el problema persiste y contamina el barrio.
En el barrio El Pozo, el mayor problema este martes por la mañana no era el frío ni la niebla. Era el olor nauseabundo y la contaminación que generan los desbordes cloacales.
En la Manzana 12, los vecinos conviven desde hace días con el agua servida que inunda la calle de cordón a cordón. Lo mismo ocurre en otros sectores del FoNaVi, donde el agua servida brota a borbotones de las alcantarillas y se desparrama por todo el barrio.
“Estamos desde hace días con este desastre”, dijo Griselda, vecina de Alejandro Greca al 1000. “Dicen que lo estuvieron arreglando, pero ahora se agravó. Así que no sé qué nos deparará en adelante, si lo van a solucionar”.
“El barrio es un desastre. Hay varios lugares en los que están ‘explotados’ los caños. No sé qué pasó. Vinieron ayer a reparar y la situación ahora es peor”, agregó la vecina, quien mencionó que realizaron los reclamos correspondientes a la empresa Aguas Santafesinas (ASSA).
“Acá no se puede salir”, expresó Marcelo, parado en el umbral de la puerta de su casa, frente al “lago” de aguas servidas que se formó sobre la calle Alejandro Greca. “Mirá mi auto”, señaló. “Mirá a dónde le llega el nivel del agua putrefacta en las ruedas, esto es un asco. No se puede vivir así”.
El barrio El Pozo nació como un emprendimiento de vivienda social promovido por el Municipio a finales de los años ’70 y principios de los ’80, con el objetivo de dar respuesta a la creciente demanda habitacional. Fue inaugurado en 1988. Su trazo urbano combina casas individuales —de una y dos plantas— y torres de departamentos; en total, alberga unas 1.476 unidades distribuidas en 20 manzanas de casas y 14 torres de 10 pisos cada una. Las viviendas accesibles se diseñaron pensando en familias jóvenes, con patios internos y calles peatonales que se entrelazan con la trama vehicular.
A lo largo de las décadas, el barrio consolidó una identidad propia: cuenta con servicios como escuela, jardín de infantes y espacios públicos, y mantiene un entramado comunitario activo a través de asociaciones vecinales. Su tipología mixta —casas bajas y edificios altos— y su vocación de vivienda popular lo distinguen como uno de los conjuntos urbanos clave en la historia moderna de Santa Fe.
Con 37 años de historia, el desgaste se hace notar. La rotura de las cañerías —entre otros problemas— se sucede cada vez más.
El Litoral consultó a la empresa prestataria del servicio. Desde ASSA explicaron que “se estuvo haciendo una limpieza en profundidad de todo el sistema de la red cloacal, como se hace en distintos sectores de la ciudad”, comenzó diciendo el vocero, Germán Nessier. “Y se detectó un inconveniente asociado a una rotura, a una obstrucción importante, que provocó desperfectos e inconvenientes en el sistema, con algunos desbordes en la vía pública”.
El jueves pasado, los operarios de ASSA comenzaron las reparaciones en el lugar. “Se trabajó con equipos de gran porte, y surgió un contratiempo con la rotura de una red de agua potable que va paralela a la cloacal. Se resolvió en el mismo momento”, indicó Nessier.
“Los trabajos continuaron el viernes y ayer (lunes). El inconveniente quedó solucionado. De todos modos, estos días se continúa atendiendo las cuestiones puntuales que hayan quedado pendientes como consecuencia de esta importante intervención”, explicó el representante de ASSA.
El problema de los desbordes cloacales en El Pozo no es nuevo. En los últimos años, es casi habitual. El Litoral dio cuenta de ello en sucesivas publicaciones.
Los vecinos denuncian episodios reiterados de desbordes cloacales que inundan veredas, calles e incluso ingresos a hogares, generando olores nauseabundos y serios riesgos sanitarios. Además, provocan salpicaduras de autos y colectivos y contaminan patios y veredas. Los perros y gatos del vecindario deambulan por la zona infectada y luego ingresan a sus hogares con las patas sucias. Lo mismo ocurre con el calzado de los vecinos.
Estas situaciones se explican por la antigüedad y fragilidad de las cañerías, el alto nivel freático del terreno —que favorece hundimientos y roturas— y el ingreso de residuos sólidos y grasas al sistema cloacal, lo que provoca obstrucciones frecuentes.
ASSA interviene sistemáticamente con tareas de desobstrucción e incluso renovaciones de redes, pero los arreglos son temporales y el problema persiste en diversos puntos, como frente al jardín de infantes y acceso este del barrio, lo que mantiene la alarma vecinal por las consecuencias sanitarias y ambientales.
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