Aunque hay algunas dudas en las crónicas históricas respecto a la fecha exacta, la mayoría de las fuentes consultadas coinciden en que Rosalba Carriera nació en Venecia el 7 de octubre de 1675, en una familia de recursos modestos.

Vivió entre los siglos XVII y XVIII. Personalidades de toda Europa iban a su casa, en Venecia, para ser retratados por ella. La recordamos a 350 años de su nacimiento.

Aunque hay algunas dudas en las crónicas históricas respecto a la fecha exacta, la mayoría de las fuentes consultadas coinciden en que Rosalba Carriera nació en Venecia el 7 de octubre de 1675, en una familia de recursos modestos.
Su madre, Alba Foresti, era encajera, su padre, Andrea Carriera, funcionario. Con toda probabilidad fue autodidacta, alguien que se formó observando y probando. Con la idea precoz de quebrar el destino doméstico que su época reservaba a las mujeres.

Con habilidad para el detalle, comenzó diseñando cajitas decorativas y miniaturas sobre marfil, hasta que llegó a ser admitida en 1705 en la Accademia di San Luca de Roma, un logro para una artista mujer en aquel siglo.
Como afirmó Gisela Asmundo, "a partir del éxito como pintora de cajitas, Rosalba fue pionera en el uso exclusivo del pastel. Los visitantes y personalidades destacadas que acudían a Venecia, en su mayoría hijos de la nobleza y diplomáticos, pretendían ser retratados por ella".

"Entre los retratos de este primer período se encuentran los de Federico IV de Dinamarca, las damas más hermosas de la corte veneciana, algunos autorretratos, e incluso pintó a su hermana Naneta y Augusto de Sajonia", agregó.
A comienzos de la década de 1720, Carriera era una celebridad. Sus retratos al pastel eran tan demandados que viajó por las principales capitales europeas. Entre 1720 y 1721 residió en París, donde retrató al joven Luis XV.

Según el Instituto de Arte de Chicago, "es reconocida por la distinción que aportó al retrato al pastel en Italia y Francia durante la primera mitad del siglo XVIII. Ninguna artista mujer gozó de mayor éxito ni ejerció una influencia más profunda en el arte de su época que Rosalba, como se la conoce".
Su éxito fue tal que Federico Augusto II, elector de Sajonia, le dedicó una sala completa en su palacio de Dresde, con más de un centenar de sus obras. Hoy, muchas de ellas se conservan en la Gemäldegalerie Alte Meister, donde se la recuerda como una figura importante del Rococó.

La Gemäldegalerie Alte Meister señaló que "la pintura al pastel era entonces un género relativamente joven. Carriera contribuyó de manera decisiva a que esta técnica alcanzara reconocimiento como una forma de pintura apreciada".
"La gran demanda de su arte se refleja en los numerosos retratos de príncipes de las casas reinantes de Europa. También inmortalizó a literatos, músicos y bailarinas de su ciudad natal, Venecia; una visita a su taller era parte obligada del itinerario de muchos viajeros en Italia", añadió.

"Los pasteles de Rosalba Carriera son testimonio de los ideales de belleza del Rococó, cuya cosmética estaba dominada por el polvo: piel pálida y uniforme, cabellos y pelucas empolvados. En las superficies pulverulentas de la pintura al pastel se refleja esa moda, acercándonos así a una época ya lejana", indicó la misma fuente.
Su dominio técnico, su comprensión del carácter y su sensibilidad transformaron el pastel en un arte mayor, desplazando de esa forma los límites de un medio que hasta entonces se consideraba decorativo.

El Instituto de Arte de Chicago distingue dos caminos en la producción de la pintora. "La obra de la artista en pastel se divide en dos categorías: retratos y alegorías".
"Aguda observadora del carácter, sabía realzar, pero nunca ocultar, la apariencia real de sus retratados. En cambio, sus tipos alegóricos suelen ser tan generalizados que a veces resultan repetitivos, insípidos o poco distinguidos".

Sin embargo, en obras como "Una joven con un loro", Carriera une ambos géneros con ironía y sensualidad. El ave, al tirar del velo que cubre el escote de la modelo, da lugar a un juego entre la inocencia y deseo, típico del rococó.
La escritora y crítica Pilar Escamilla Fresco mencionó a Carriera como una mujer fascinante. "He de reconocer que una de las cosas más llamativas es cómo estas mujeres que como Rosalba pintaron y tuvieron grandes éxitos en vida, se retrataron a sí mismas pintando, con pincel en mano".

"Quizás intuyendo que la Historia trataría de ignorarlas o esconderlas y queriendo así dejar bien claro que ningún pintor pintaría a una mujer pintando. Eso, queridos y queridas, sólo lo puede hacer una pintora", agregó.
Carriera reclamó el derecho a existir como artista en un mundo que no concebía a las mujeres como autoras. Su obra, delicada y afirmativa, fue una manera de fijar su identidad.
En 1745, la vista de Rosalba comenzó a deteriorarse; hacia 1749 había quedado ciega. Pero había llevado el pastel a las más altas cortes de Europa y lo había transformado en un lenguaje de elegancia, intimidad y sutileza.
Murió en Venecia en 1757, la misma ciudad que la vio nacer y donde su nombre sigue presente entre canales, encajes y retratos empolvados.
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