En noviembre de 1964, la ciudad de Santa Fe se preparaba para celebrar un nuevo aniversario de su fundación, puntualmente el 391. En ese contexto, el Museo Municipal de Artes Visuales abrió sus puertas al XXXVIII Salón de Artistas Plásticos.

En noviembre de ese año, el Museo Municipal de Artes Visuales reunió a creadores de la región que intentaban encontrar una voz propia. En la lista aparecen grabadores, escultores y pintores. Los detalles.

En noviembre de 1964, la ciudad de Santa Fe se preparaba para celebrar un nuevo aniversario de su fundación, puntualmente el 391. En ese contexto, el Museo Municipal de Artes Visuales abrió sus puertas al XXXVIII Salón de Artistas Plásticos.
La exposición, organizada por la Sociedad de Artistas Plásticos del Litoral, reunió a creadores de Santa Fe, Rosario, Paraná y otras ciudades del interior, que buscaban un lenguaje propio, reconocible y ligado al paisaje y a la cultura del río.

El jurado de aquel año estuvo integrado por Jorge Taverna Irigoyen, Roberto Favareto Forner, Miroslav Bardonek, Jorge Cohen, César Borda, Reinaldo Avilés, Alicia Sedlacek y Sara Moya Ricci.
El mismo otorgó una serie de premios que, en perspectiva, pueden leerse como premoniciones: muchos de los galardonados se convertirían en referentes.

El Premio de Honor "Artistas Plásticos Santafesinos" lo obtuvo Nélida Fontanarrosa de Bayo, por su xilografía "Desde la ventana". Nacida en Santa Fe en 1914, egresó de la Escuela Provincial de Artes Visuales Manuel Belgrano y dedicó su vida a la docencia y al grabado.
Su obra, de trazo figurativo y atmósfera constructivista, transformaba líneas en urdimbre: estructuras geométricas que contenían ritmos y tensiones internas. En blanco y negro, o con leves incursiones en el color, sus grabados parecían traducir el pulso interior de la ciudad y su entorno fluvial.

El Premio Fondo Nacional de las Artes, en la sección pintura, distinguió al artista ítalo-entrerriano Carlos Castellán por su óleo "La casa del pintor".
De formación autodidacta y radicado en Paraná, Castellán abordó técnicas poco habituales, como la monocopia, combinando libertad formal con una sensibilidad que oscila entre lo cotidiano y lo metafísico.

El Premio Municipalidad de Santa Fe correspondió a Norma C. de Guastavino, por su óleo "Ropa tendida". Nacida en Rosario en 1933, formada con Ricardo Supisiche y Raúl Monsegur, fue una de las pintoras más reconocidas del Litoral.
Su pintura, de tono intimista y onírico, indagó la tensión entre lo real y lo poético. En sus telas, los objetos cotidianos se vuelven pretexto para el color y la composición.

La sección escultura consagró a Felipe Aldama, por su hierro Sobreviviente, y a Gloria Montoya, por su óleo y esmalte "Ciudad de los ritmos sumergidos". Ambos, junto a Gerardo Zapata, integraron el Grupo 633, un colectivo fundamental en la escena plástica de Paraná durante los años 60.
Montoya, además de pintora, fue poeta y gestora cultural. Desde su taller impulsó proyectos interdisciplinarios que integraron pintura, literatura y performance. Su obra evolucionó del informalismo al color como eje expresivo; la figura femenina fue su tema central. Aldama, por su parte, trabajó el metal con una destreza técnica notable.

En el terreno del grabado, el Premio Fondo Nacional de las Artes fue para Armando César Godoy, por su xilografía "Arquitectura musical", mientras que Gladys Brusa recibió el galardón de la Asociación Mutualista de Empleados Públicos por su aguafuerte "Fantasía".
Ambos egresados de la Escuela Mantovani, representaron una generación que comprendió el grabado como un lenguaje total. Brusa desarrolló una extensa carrera docente y obtuvo numerosos premios, entre ellos el de la Universidad Nacional del Litoral y el Fondo Nacional de las Artes.

Godoy, en tanto, llevó su formación pictórica hacia un terreno barroco y rítmico, donde la espátula y la línea dialogan con una musicalidad plástica única.
También fueron reconocidos Wenceslao Sedlacek, por su escultura "Personaje del estero", y Francisco Manuel Roggiano, por su obra "Cangrornero". Sedlacek fue autor de numerosas piezas públicas en Santa Fe, caracterizadas por su impronta figurativa y cierta atmósfera surrealista.

Roggiano, en cambio, provenía del ámbito de la arquitectura y trasladó esa mirada estructural al arte, combinando proporción, materia y equilibrio formal.
El XXXVIII Salón de Artistas Plásticos, además de ser la "foto" de un momento histórico puntual, de cambios y búsquedas, reflejó el talento de una generación. Muchos de sus participantes (Zulma Palacín, Adelina Cazzolaro, Maruca Bonazzola, Juan Carlos Migliavacca, Arturo Vianelli, entre otros) desarrollaron una obra sólida.
A más de seis décadas, las obras premiadas siguen funcionando como testimonio de una época en la que Santa Fe y la región iban en busca de una madurez de su cultura visual.