¿Y si el “mercado” crea los conflictos y no solamente los refleja?
La narrativa oficial dice que los mercados “reaccionan” a la guerra. Que suben o bajan según el nivel de tensión internacional. Pero la evidencia de los últimos años permite formular una hipótesis más inquietante: los mercados no reflejan los conflictos, los necesitan. Y, en muchos casos, los empujan.
Los mercados no reaccionan a los hechos: los anticipan, los necesitan y los incorporan. Foto: Reuters
Un patrón repetido, en 2025, en los conflictos sucesivos de Israel con diferentes naciones, ha mostrado que el precio del precio del crudo, con su subida en la semana, anunciaba una escalada del conflicto que sucedía, religiosamente, los fines de semana – cuando el mercado no opera.
La guerra, en este esquema, no es un accidente externo que el sistema financiero intenta digerir. Es un insumo estructural. Un clima. Una condición de funcionamiento que imponen las “manos fuertes”.
House of Cards. 4ta. Temporada imagen final del último episodio. Frank y Claire sintetizan la creación del terror en el mundo desde la presidencia del país más poderoso.
¡Uy la guerra de Ucrania! Cuidado Irán.
Desde 2022 en adelante, el mapa global se volvió más inestable: Ucrania, Medio Oriente, expansión del gasto militar, tensiones entre Estados Unidos y China, rearme europeo. Lejos de colapsar, los mercados centrales consolidaron uno de los ciclos alcistas más prolongados de las últimas décadas.
El DAX alemán, epicentro industrial de Europa, subió más de 70% desde los mínimos de octubre de 2022, en pleno shock energético y con una guerra abierta en su frontera oriental. No fue un rebote técnico. Fue una tendencia sostenida. El conflicto no fue un obstáculo: fue el contexto.
Los mínimos fueron generados por el pánico de pequeños y medianos inversores – que corrieron al resguardo de la renta fija - y quienes compraron fueron los fondos de inversión a precio “regalado”.
Cada escalada bélica refuerza la narrativa del riesgo. Foto: Reuters
La incertidumbre no es un problema, es el negocio
Para que un mercado suba durante años, necesita algo más que liquidez: necesita desconfianza social. El miedo cumple una función clave. Mantiene afuera al inversor minorista, evita la euforia y permite que los grandes fondos acumulen posiciones sin competencia masiva.
En ese marco, la geopolítica deja de ser una variable exógena y pasa a ser una herramienta narrativa. Cada escalada militar, cada amenaza nuclear, cada titular alarmante cumple el mismo rol: justificar el riesgo, frenar el entusiasmo y sostener el ciclo.
No es casualidad que los mercados se muestren más sólidos cuando el mundo parece más inestable. La guerra no genera volatilidad desordenada: genera orden financiero.
El colmo de la manipulación se dio con un pánico masivo del inversor común cuando los mercados estaban en máximos o a pocos puntos de retomarlo.
Rheinmetall, símbolo del boom bursátil militar en Europa.
Quién gana cuando el mundo se arma
El sector defensa es la prueba empírica más clara de esta hipótesis. En Europa, Rheinmetall multiplicó su valor bursátil más de 300% desde 2022, impulsada por el salto histórico del gasto militar alemán y europeo. No se trata de expectativas: se trata de contratos estatales de largo plazo, garantizados por gobiernos.
En Estados Unidos ocurre lo mismo. El presupuesto de defensa supera los 800.000 millones de dólares anuales, y empresas como Lockheed Martin, Northrop Grumman o RTX operan con una previsibilidad que ningún otro sector tiene. Para estas compañías, el conflicto no es riesgo: es flujo asegurado.
El mercado no apuesta a la paz. Apuesta a la permanencia del conflicto en baja intensidad, suficientemente grave como para justificar gasto, pero no tanto como para desestabilizar el sistema.
Cada escalada bélica refuerza la narrativa del riesgo. Foto: Reuters
La paz como evento disruptivo
Desde esta lógica, la paz es el verdadero cisne negro. Un acuerdo duradero en Ucrania, por ejemplo, no sería automáticamente una buena noticia para los mercados. Implicaría el fin del relato de riesgo permanente y abriría la puerta a la entrada masiva de capitales tardíos.
Ese es, históricamente, el momento de distribución: cuando los grandes jugadores venden lo acumulado durante años de miedo, aprovechando el optimismo generalizado. La paz no inicia el ciclo alcista; suele marcar su agotamiento.
Wall Street tampoco “refleja” la realidad
El comportamiento del S&P 500 refuerza la hipótesis. Las acciones más ligadas a seguridad, defensa, energía estratégica e infraestructura crítica muestran una resiliencia que no se explica por la economía real, sino por la lógica geopolítica.
Los mercados no reaccionan a los hechos: los anticipan, los necesitan y los incorporan. La guerra funciona como un marco estable dentro de un mundo inestable.
No es ni bueno ni malo. Es
Decir que los mercados crean los conflictos no implica afirmar que los inventan desde cero, sino que los integran, los amplifican y los vuelven funcionales. El sistema financiero no es un espectador de la geopolítica: es uno de sus actores.
La guerra no aparece como una falla moral del sistema, sino como una de sus condiciones de posibilidad. Mientras exista conflicto, habrá miedo. Y mientras haya miedo, el mercado podrá seguir subiendo sin que la mayoría se anime a entrar.
No es intuición, es dato duro de la manipulación del mercado en las últimas décadas de ingreso masivo de ahorristas a la Bolsa.