El agobio y la tristeza dejaron a Marilín Luna doblada por la mitad aunque sonríe cuando con las amigas de su hija Belén, Victoria Gastaldi y Valentina Bar, recuerdan las ocurrencias de la adolescencia.
Después de una salida, el 22 de agosto de 2009 las tres jóvenes iban en un taxi de regreso a sus hogares cuando en la esquina de La Rioja y 25 de Mayo, Sergio Mauri, alcoholizado y después de pasar el semáforo en rojo, las embistió. Belén Luna salió despedida del vehículo y murió inmediatamente.
“Una tragedia así no se explica ni se supera, se termina aceptando”, explicó Marilín apelando a la razón, porque el corazón le quedó vacío.
En los versos de un poeta encontró aliento: “Hace poco leí a un escritor que dijo que ‘después de una tragedia hay que refundirse para refundarse’ y creo que yo me estoy refundando rescatando los mejores afectos y sentimientos. Creo que de esto hay que salir fortalecido, mejor persona” porque no tiene dudas de que “la venganza no puede ser una meta”. Hoy su hija la acompaña y su legado son sus afectos, esas otras dos nenas que la contemplan apretando los ojos para no llorar. El accidente les dejó algunas heridas en el cuerpo que ya cicatrizaron, aunque Valentina y Victoria necesitaron ayuda psicológica para superar el estrés postraumático.
“Después de un tiempo todo se apacigua, pero me costó. Todo el mundo sabía lo que nos había pasado y era terrible, no quería ir a la facultad ni salir a ningún lado, intentaba distraerme pero siempre volvía ese momento”, contó Victoria, buscando en su memoria. Para Valentina la tragedia de su vida es pura ironía y ya no le busca explicación: “Ese día esperamos un taxi todas juntas, elegimos uno que nos había dado confianza. Venía todo bien y de golpe...” mencionó hasta que se quedó sin palabras. Cuando las encontró, recordó que los accidentes de tránsito eran una preocupación que compartían con su amiga Belén, tal es así que la seguridad vial fue el tema que eligieron en el último trabajo práctico que hicieron juntas en el colegio. “Vimos que los que más se morían en los accidentes eran jóvenes como nosotras, qué irónico”, cerró.
Belén Luna era una nena intrépida, feliz, disfrutaba de la adrenalina que le generaba lanzarse en rollers por las rampas del Parque del Sur, no le tenía miedo a nada, había empezado una carrera universitaria en Rosario, nadaba, el mar le daba paz, le gustaba salir, tenía amigos y una familia que hoy la extrañan.