María del Carmen Méndez es la mamá de Diego López, un adolescente que tenía 16 años cuando el 6 de enero de 2006 murió en Aristóbulo del Valle y Ángel Cassanello. Luciano Cidor lo chocó y terminó con su vida y la de su amigo Rubén Miño, por lo que la Justicia lo condenó a tres años de trabajo comunitario y ocho de inhabilitación para conducir. Tiempo después se supo que el conductor estaba corriendo picadas en la avenida al momento de chocarlos.
Desde hace cinco años, la mujer se levanta en el mismo día en que enterró a su hijo. “Al 8 de enero de 2006, lo vivo una y otra vez, siento el silencio mortal en mi casa, nos falta algo” dijo apretándose el pecho. En esa parte del cuerpo sintió todo y tanto que en una de las marchas que organizó para pedir justicia después del accidente, sufrió un infarto en el que “se murieron las tres cuartas partes de mi corazón”, dice.
Los días posteriores de lo que para ella fue “un homicidio de tránsito” fueron duros, inentendibles, tal es así que cuando llegaba la noche no podía cerrar la puerta de su casa con llave “porque sentía que lo dejaba afuera”.
Hoy María del Carmen logra hablar del presente y cuenta que todos los días se levanta con el apoyo de sus otros dos hijos. Pero inmediatamente vuelve al peor día de su vida: “Quedó una familia destruida, nunca vamos a volver a ser lo mismo. Ese día sólo me devolvieron su par de zapatillas, me acuerdo que antes del accidente me había mandado un mensaje para avisarme que ya volvía y nunca llegó pero yo lo estoy esperando porque no tengo un último abrazo aunque me imagino que volvía a casa feliz”.
María del Carmen dijo que Diego López era alumno de Colegio Nacional, tocaba la armónica, tenía una hermana y un hermano, más amigos, era un cascabel, el ruido, la risa, un buen chico, no creía en la maldad, era inocente, un chico especial, muy alegre, eléctrico. Para su mamá, “Dios sabe por qué lo llevó” y espera que las leyes cambien para condenar a quien le arrebató la vida de su hijo que “no vale un par de horas de trabajo comunitario”.