Las coordenadas de "El último secreto", el nuevo éxito de Dan Brown
El creador de "El código Da Vinci" retoma su clásica fórmula que incluye símbolos, arte y conspiraciones investigadas por el profesor Robert Langdon. Pero la lleva a una nueva dimensión. ¿Por qué sus libros tienen tanto éxito?
Sherlock Holmes hacía sus deducciones entre la bruma de un Londres decimonónico, mezclada con el humo de su pipa. Indiana Jones iba a templos y desiertos para hallar reliquias sagradas. Guillermo de Baskerville se movía en el peligroso microcosmos de una abadía benedictina del siglo XIV.
Robert Langdon se maneja, en cambio, en el entorno de las ciudades más grandes del mundo (Londres, Roma, París, Venecia). Parado siempre en los lábiles terrenos de la fe y la razón. En "El último secreto", su creador Dan Brown confirma que el profesor está en pleno auge.
El libro, que encabeza la lista de las ficciones más leídas según la página de la editorial Planeta, sitúa al carismático Langdon en Praga, entre conferencias, manuscritos desaparecidos y una persecución que une misterio medieval con espionaje contemporáneo.
Gentileza Planeta
"Esta es, con diferencia, la novela más meticulosamente trazada y ambiciosa que he escrito hasta ahora", dijo Brown en el dossier editorial, donde definió la obra como "un inolvidable viaje de descubrimiento".
Tiene razón. "El último secreto" vuelve a ese terreno híbrido que Brown domina como pocos, donde la ciencia roza lo espiritual y la intriga se convierte en una forma de meditación sobre los alcances de la conciencia humana.
Langdon como arquetipo moderno
Langdon es un académico, pero tiene mucho de héroe clásico. Ostenta algo de Holmes (la obsesión por el detalle, el método), un toque de Indiana Jones (se lanza al abismo con un libro bajo el brazo) y una dosis de espía al estilo Ethan Hunt, atrapado en una red internacional que lo supera.
Dan Brown. Foto: Gentileza Planeta
En relación a esto, parte del magnetismo de Dan Brown proviene de su estilo seco, visual, casi cinematográfico, donde un personaje como Langdon calza a la perfección.
"El último secreto" se lee como si la cámara lo siguiera mientras el reloj marca el tiempo. El lector, atrapado entre ruinas y laboratorios, reconoce esa especie de cadencia a la que Hollywood le supo sacar el jugo.
De hecho, las adaptaciones cinematográficas, protagonizadas por Tom Hanks, profundizaron ese tono que va de la intriga a la introspección o viceversa. Su Langdon (sereno, racional, algo melancólico) contribuyó a la difusión global del personaje.
"El Código Da Vinci" de 2006. Foto: Columbia Pictures
En "El último secreto", esa impronta reaparece: uno puede "ver" la historia mientras la lee. Las descripciones de Praga recuerdan a tomas de una película de espionaje, los diálogos, a secuencias donde cada palabra es una pista.
Las ciudades como protagonistas
Desde "El código Da Vinci" hasta "Inferno", Brown convirtió las ciudades en personajes. Ahora, Praga ocupa ese rol: un escenario donde la ciencia y la superstición se entrelazan.
Ese desplazamiento geográfico, de París a Roma, de Florencia a Praga, es también una metáfora del tránsito del propio autor. Que fue pasando a lo largo de veinte años del misterio religioso a la conciencia humana.
"Ángeles y demonios". Foto: Columbia Pictures
Un lector como nosotros
El "último secreto" que Brown propone no figura en códices ni en criptogramas, sino que está insertado en la mente humana. En cómo el pensamiento puede ser manipulado y la búsqueda de sentido sigue siendo el motor de la ficción moderna.
Langdon, en definitiva, es un espejo del lector: alguien que intenta comprender un mundo que cambia más rápido de lo que se puede decodificar. Quizá por eso su figura sigue atrapando a millones de personas.
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