La artista italiana radicada en Dinamarca pasó por el país para dictar un seminario de la mano del Centro de Antropología Teatral en Argentina, junto con Antonella Diana (cofundadora de Teatret OM, artista plástica y escenógrafa) y su maestra Iben Nagel Rasmussen; también presentó “I Maltagliati”, unipersonal codirigido por Ana Woolf. En diálogo con El Litoral repasó su formación, su camino artístico y la trasmisión del legado recibido.
Presentando “I Maltagliati” en El Birri de Santa Fe; días después repitió en Casa Boulevard de Paraná. Foto: Gentileza Diego Pratto
En el marco de la propuesta de residencia anual de CATA (Centro de Antropología Teatral en Argentina, sede itinerante de la Fondazione Barba Varley) se dictó Buenos Aires y Santa Fe el seminario “La autonomía del actor/actriz” a cargo de Sandra Pasini y Antonella Diana del Teatret OM (fundado en Italia y relocalizado en Dinamarca desde hace casi tres décadas), junto con Iben Nagel Rasmussen, histórica actriz del Odin Teatret. En la ocasión, se presentó en dichas ciudades y Paraná el espectáculo “I Maltagliati”, unipersonal interpretado por Pasini y codirigido junto a Ana Woolf (CATA, Grupo LAT).
Nacida en 1964, Sandra es autora teatral, actriz, directora, pedagoga y directora artística del Teatret OM, nacido en Roma en 1989 como Teatro di Sfera Om. Formada en diversas disciplinas (teatro, música, clown, malabares), desde 1993 forma parte de El Puente de los Vientos (Vindenes Bro), el grupo de trabajo anual de Rasmussen que conforma su herencia artística.
En ocasión de su visita, conversó con El Litoral sobre su descubrimiento de las artes escénicas, su formación, la búsqueda artística de su grupo y la vocación por transmitir el legado de su maestra.
Trabajando en El Puente de los Vientos con el argentino Guillermo Angelelli, uno de los fundadores de El Clú del Claun. Foto: Gentileza Francesco Galli
La pasión
-¿Recordás el momento o en qué circunstancia descubriste el teatro, y sentiste que era el camino?
-Cuando tenía 15 años, y estaba visitando a mi hermana que tenía una casa en otra ciudad de Italia. Ella hacía teatro, y cuando vi el ensayo dije: “Esta es mi vida”. Y comencé, a los 15 años. Dejé mi familia: mi mamá, mi papá, mis hermanos, para ir con mi hermana a hacer teatro y a estudiar música. Vivía con mi familia en Roma, y a Ascoli Piceno, un poco más al norte, es donde fui a aprender teatro.
Estaba muy feliz y con suerte, porque vi por primera vez al Odin a los 15 años: “Cenizas de Brecht” y “El millón”, en la misma ciudad, tenía invitación allá. Para mí fue bum: “Ah, esto quiero hacer, ahora verdaderamente convencida”. Y después de eso, nunca lo dejé: son muchos años que lo hago. Pero fue un amor a primera vista.
-Fue muy rápido: ver un ensayo y después al Odin.
-Un año muy fuerte: en el 79 estaba de vacaciones, vi el ensayo, después en el 80 vi al Odin Teatret y al Living Theater, además, que también estaban haciendo un espectáculo cerca de donde vivía. Fue muy fuerte para mí.
-¿Cómo fue esta formación un poco autodidacta? Música, teatro, clown...
-Comencé en el 79 con el Teatro dell’Arco, que era un teatro de Ascoli Piceno donde mi hermana estaba trabajando. El training, los zancos, todo ese malabarismo lo aprendí de un actor del Teatro Tascabile de Bérgamo que era nuestro director, Paolo Clementi: él venía del Teatro Tascabile y después hizo un grupo que era el nuestro, Teatro dell’Arco. Pero duró muy poco: después del primer año se fue, pero continuamos solos; hicimos mucho teatro callejero. Pero el primer espectáculo que hice cuando tenía 15 años era sobre Dostoievski: para mí era muy difícil entender todo esto, pesado. Pero me gustó mucho mi primer espectáculo con Dostoievski (risas).
-Rusos que sufren.
-Rusos que sufren, sí.
-¿Cómo siguió tu formación?
-Estudié canto lírico, música, guitarra clásica por cinco años, paralelamente al teatro; y trabajaba también pintando cerámica para vivir. Hacía diferentes cosas.
Después de tres años en Ascoli Piceno me fui otra vez a Roma a otro grupo, que se llama Abraxa Teatro. Trabajé en Roma con ellos seis años, entonces llevaba nueve años trabajando en el teatro.
Con Abraxa Teatro tuve la suerte de trabajar con un gran clown del circo italiano, Nani Colombaioni: era un histórico, muy famoso en la familia circense. Trabajé con él y allá me comenzó a interesar el clown, la comicidad, todo eso.
Después de seis años en Roma, me fui a Colombia, después se sumó Antonella. Luego de ese viaje por Sudamérica, cuando regresamos en el 88, después de andar por Sudamérica seis meses, decidimos hacer nuestro teatro, Con el interés de unir la dramaturgia del actor con la estética del espectáculo: todo lo que es estético no debe ser sólo estético, sino algo más profundo para el actor. Esto era algo que buscábamos: no es superficial, sino algo más profundo.
Con ella hemos desarrollado con el Teatret OM una investigación donde el espectáculo nace de estos dos elementos: del trabajo del actor y el de la parte visual: los objetos, el vestuario. El trabajo de Antonella es más directo con el actor, entonces hace propuestas que pueden cambiar la dirección del trabajo del actor.
El Puente de los Vientos en Brasil, durante el concierto “Voces en el Viento” (2016). Foto: Gentileza Francesco Galli
Herencia
-Sos parte de El Puente de los Vientos desde el 93. ¿Cómo fue tu primer encuentro con Iben y cómo fue ese trabajo?
-Vi al Odin mucho antes de trabajar con Iben. En el 86, cuando tenía 21 años, pasé por una situación muy difícil que me cambió la vida; en ese período trabajaba mucho con el cuerpo, acrobacia, zancos, todo muy fuerte en lo físico. Pero en el 86 fui operada de un tumor en el cerebro, y entonces bum, me paró, no podía hacer nada.
Entonces comencé a trabajar más con la voz y con el canto; me gustaba esta nueva forma de creatividad, que no podía hacer más con el cuerpo. Pasé muchos años con la problemática de encontrar un training, por este problema. En el 91, 92 estaba en el Odin, habíamos viajado mucho Antonella y yo después de que formamos el grupo, para conocer al maestro (Eugenio Barba).
Allá hablé con Iben, y le conté del problema que tenía, que no podía hacer más el training por esta operación. Pensó y el día después me dijo: “Ven a El Puente de los Vientos”. “¿Que es El Puente de los Vientos?”. “Es un encuentro con actores de todo el mundo que se hace una vez al año”. “No sé si puedo”. “No, ven”.
Comencé a trabajar con ellos, pero porque no estaba bien debía hacer un poco y luego acostarme sobre un colchón; luego comenzar otra vez. Esa fue la primera vez que hice El Puente de los Vientos, fue muy fuerte. Pero comencé a mirar el trabajo, a ver cómo lo hacían; los principios y todo esta parte teórica de qué es la energía y cómo Iben trabaja sobre diferentes energías: eso me gustó mucho, me interesó mucho. Entonces seguí el año siguiente, y al siguiente, hasta ahora. Fue una gran ayuda para mí esta posibilidad.
-De la técnica y de la filosofía de trabajo de Iben, ¿qué es lo que más te ha marcado en ese sentido?
-El silencio. Porque Iben no habla cuando hacemos el training, nos deja perdidos; porque estamos allí trabajando mucho tiempo, pero ella no habla mucho, no dice casi nada. Entonces hay una forma de inseguridad en ti mismo, porque puede ser que no lo estás haciendo bien; pero después ahí llega una palabra, y esta palabra que ella dice te lleva a “ah, OK, entendí”. Para Iben la acción es la cosa más importante, no la palabra. Eso para mí fue algo importante, porque no debes pensar y hablar, bla bla bla: debes hacer.
Cuando tú encuentras el camino es la cosa más importante. Debo luchar, entenderme con mi misma. No preguntar qué puedo hacer, no con palabras. Haz. Eso es la cosa más grande, como filosofía de trabajo.
Hay equipo: Ana Woolf, Mónica Marrafa, Natalia Scolnik, Iben Nagel Rasmussen, Natalia Tesone, Antonella Diana, Sandra Pasini, Cecilia Volken y Marcela Brito Forconi. Foto: Gentileza Diego Pratto
Cambio de escenario
-En el 89 arrancan con Antonella en Italia. ¿Cómo fue trasladarse a Dinamarca y sumar a Annemarie Waagepetersen?
-Apenas iniciado el Teatret OM, nuestro grupo, la primera cosa que decidimos fue ir al maestro, conocerlo en vivo. Hicimos autostop para ir a Dinamarca a hacer una semana de Odin Week, y después otra vez autostop para regresar. Hemos comenzado así, poco a poco; Julia Varley también nos dijo de ir a un encuentro de Transit, de mujeres del Proyecto Magdalena; y después Iben nos invitó: “Vengan tres meses aquí”; “OK, venimos tres meses”, y siempre un poco más.
En el 96, después de muchos años viajando desde Roma a Dinamarca, debíamos decidir qué hacer: decidimos quedarnos en Dinamarca; hemos estado diez años cerca de la casa de Iben: había otra mujer que tenía una casa donde podíamos estar. Hicimos teatro, al comienzo había otra persona de Suecia, Petra Lindblom, que trabajaba con nosotros, hemos hecho espectáculos juntas; y después llegó Annemarie más tarde.
Fue muy difícil porque no hablábamos el idioma, no teníamos ninguna plata, no teníamos un teatro. El Odin siempre ayudó, pero en un cierto punto Eugenio dijo: “Ahora deben irse”. Entonces Iben dijo: “Vengan a casa”, porque ella tiene una sala en su casa en Ryde, cerca de Holstebro. Hemos trabajado allá un poco, pero en ese tiempo no era la Europa Unida; entonces cada seis meses debíamos mostrar contrato de trabajo: era muy duro. Hicimos eso por siete años, y después obtuvimos la permanencia en Dinamarca.
El idioma también era muy duro; por eso hemos trabajado con el clown, en la escuela, para niños, para vivir. Y también hice conciertos en las iglesias, muchos conciertos con el canto, la música, para sobrevivir. Encontramos el modo de hacerlo sin hablar danés.
Antonella Diana (artista plástica y escenógrafa) y Sandra, fundadoras en 1989 del Teatro di Sfera Om (hoy Teatret OM). Foto: Gentileza Diego Pratto
Camino personal
-Como directora artística, ¿cómo se preserva la identidad al mismo tiempo que se abre el juego con colaboradores, con nuevos lenguajes?
-Esta cercanía al Odin fue muy bella, pero también difícil, por esa identidad que dices que debemos tener. Yo me mantuve muy fuerte en no ser el Odin: quiero ser nosotras con el grupo, con el trabajo que hemos hecho con Antonella.
Porque para mí el trabajo con Antonella era la semilla, la parte más importante del trabajo. Para mantener esta parte hemos trabajado siempre sobre el espectáculo con esta unión. Hemos colaborado con el Odin, con otras personas; tengo este interés muy grande con las artes visuales y el arte del actor: me gusta mucho cómo se pueden hacer juntos.
Es muy diferente del trabajo del Odin, porque en el Odin es el actor el que hace todo: que se hace vestuario, que se hace todas las cosas. Nosotras no, es Antonella. Para mí era muy fuerte tener esta cosa así, no debemos cambiar eso. Es siempre Antonella quien propone el vestuario: tal vez no me gusta, pero vamos a hablar. En el Tercer Teatro nunca uno de afuera te va a decir cómo te debes vestir: no se puede hacer eso, es el actor el que va a decidir, junto con el director. Pero con Antonella, esta personalidad externa para mí ha sido un centro nuestro.
Pasini afirma que “Enseñar es también un modo de aprender” y que es una responsabilidad transmitir a otros las enseñanzas de Iben. Foto: Gentileza Diego Pratto
Transmisión
-Enseñaste teatro a niños, a adultos, a amateurs, a profesionales. ¿Qué es lo importante transmitir a alguien quiere aprender teatro?
-Enseñar es también un modo de aprender, porque cuando enseño yo aprendo de otro modo. Siempre ha sido así. Entonces, para mí es también un modo para aprender cómo ir adelante: no tanto dar, sino recibir. Y otra cosa que pienso que es importante para nosotros, El Puente de los Vientos, es una responsabilidad: Iben ha dado a nosotros todo su trabajo, su saber, y nosotros debemos darlo a otra persona.
Es como un testigo, como cuando corres con un palito y tú das la posta. Me siento así: siento que debo tomar eso y lo debo dar a otro. Eso es una responsabilidad, una cosa aceptada: “Eso es mío, eso lo debo hacer”; porque es importante que el trabajo de ella siga adelante.
No solo el trabajo, sino la mentalidad, la filosofía, la ética; todo eso que para mí es muy sano, en este mundo que no es sano. Entonces, cada aspecto sano de la vida es importante darlo, en este momento en particular. Por eso que quiero mucho enseñar en este período.
No lo he hecho por muchos años porque hice más dirección de espectáculos, entonces he tenido muchas cosas que hacer. Pero en este período pienso que es necesario dar eso, porque es importante lo que han hecho el Odin e Iben, y debemos tener un modo de compartirlo, de darlo.
-Eugenio dice hace rato que el porqué del teatro lo tiene que resolver cada uno.
-Pienso lo mismo. Lo que puedo dar es lo que siento yo, lo que ha sido para mí el teatro; mostrar con todo el amor que puedo, pero después de eso no puedo más. Tú debes decidir. El teatro es muy particular, se debe hacer porque lo amas: como cuando lo encontré yo a los 15 años.
“I Maltagliati”: La cocina, las canciones y la radio antigua que traduce al idioma de cada país los textos centrales de lo que se canta en italiano (y otras lenguas). Foto: Gentileza Diego Pratto
Vida en verso
-En esta gira trajiste el espectáculo “I Maltagliati”, el viaje vital de una mujer en canciones, con los cantos tradicionales, con la recopilación de textos de Beatrice Bugelli realizada por Paolo Ciampi. Es una obra muy personal y muy universal al mismo tiempo. ¿Cómo surgió la idea?
-Esta producción tiene muchos años antes de realizarse, porque tenía demasiadas cosas que hacer; fueron siete años con la idea de hacer este espectáculo, haciendo poco a poco.
Al principio había dos cosas que me interesaban. una era el canto: leí el libro de Bruce Chatwin “Los trazos de la canción” (“The Songlines”), que habla de los aborígenes y el poder del canto: los aborígenes en Australia pueden encontrar el camino sólo con escuchar una canción. Para mí eso era muy bello. Y la otra cosa: como actriz me gustaba trabajar sobre las diferentes edades, la vieja y la joven. Me gustaba a mí como desafío: “¿Puedo hacerlo yo? ¿Puedo hacer eso?”. Esas son dos cosas de donde partí. El canto popular siempre me interesó, por la vida que tiene el canto popular, la sabiduría.
-“Se dicen cosas y no palabras”.
-Exactamente: esa frase que Beatrice escribió es muy bella. Descubrí el libro sobre Beatrice después de algunos años que estaba trabajando con este espectáculo. Annemarie, mi compañera de trabajo, me ha dicho, “Mira, en este disco, hay un escrito sobre una Beatrice que es una cantora del inicio del 900”. Ella improvisaba rimas “octavinas”, en octavas, muy difícil. Era una cosa increíble: era analfabeta, no había estudiado, no leía, pero podía hacer eso.
-¿Hay grabaciones de ella?
-No: leí el libro, compuse la música sobre el texto. Sólo quedó el registro escrito. Eso me fascinó muchísimo, y uní esta historia con “Los trazos de la canción”, con el canto popular y con el trabajo sobre la vieja y la joven. Todo esto ha hecho el espectáculo.
-En la parte de la mesa, cuando está tocando y cantando la canción, al bajar el pañuelo y la falda, se produce la transformación en tu cuerpo de la joven a la vieja, después pedís que te ayuden a bajar. El público queda como “uhh”, es uno de los momentos fuertes.
-Eso es lo que quería en el espectáculo como actriz.
-Salió bien.
-Gracias (risas). El canto también puede ser diferente: muy fino, muy fuerte, muy delicado, todo eso también me interesa.
-También hay una en dialecto.
-Sí, es siciliano.
-Al padre de Iben, Halfdan Rasmussen, le hubiera gustado el canto toscano, por el tipo de rima: “La donnina che semina il grano / volta la carta si vede il villano / il villano che zappa la terra / volta la carta si vede la guerra...”.
-Exactamente.
-Es un espectáculo muy italiano, a los argentinos nos entra por ahí. ¿Cómo responden los diferentes públicos?
-En Italia no lo he hecho, solo una vez muchos años antes, al comienzo: entonces no estaba la radio. Pero lo he hecho en Dinamarca: es increíble porque no entienden nada, pero el danés quiere entender. Para mí también es un desafío, si les va a gustar, y están felices. Hay personas que vienen varias veces al teatro a ver el mismo espectáculo.
-La radio siempre se traduce.
-Lo pensé cuando comencé, porque no me gusta hablar diferentes idiomas en los espectáculos, no soy buena. Entonces pensé: “OK, pongo una radio que va a traducir las cosas importantes que ha escrito Beatrice”.
Entonces puse la radio y decidí con Ana (Woolf) cuáles textos traducir para que se pueda entender el centro de la cosa.
Compartiendo algunas canciones, en el final del seminario dictado en Santa Fe. Foto: Gentileza Diego Pratto
Encuentros
-Después de tantos años de toda esta búsqueda de creación, de docencia, de giras. ¿Qué desafío te movilizan hoy?
-Esto que decía antes de transmitir: es un deseo que tengo. Y también me gusta mucho la dirección ahora: me gusta dirigir las obras. Esto es una cosa también que me pone en otro pensamiento completamente: de actriz a directora me cambia todo. Es muy interesante para mí continuar eso.
Normalmente no quiero pensar a largo plazo; puede ser por la enfermedad que tuve, no lo sé, pero no quiero pensar de aquí a diez años. En Dinamarca estamos obligadas a decir en diez años que hacemos; pero yo me lo invento.
-Son gente muy estructurada.
-Para mí fue muy difícil cuando nos convertimos en un teatro regional en 2006 (del municipio de Ringkøbing-Skjern), después de diez años en Dinamarca; y donde hemos recibido la plata. Fue un cambio enorme. Ahora son 20 años que tenemos el teatro, y tenemos un soporte económico, todo eso. Hemos siempre invitado personas que para nosotros son importantes, en el festival que organizamos (cada tres años). Todo eso es una cosa que queremos continuar, y que nuestro lugar siga siendo un lugar donde las persona puedan venir.