El 4 de junio de 1973, en el contexto de una Santa Fe donde todavía existían los cines de barrio, una película de Woody Allen desembarcó en la sala del Garay.

"Sueños de un seductor" llegaba al cine Garay el 4 de junio de ese año. El filme traía nostalgia, humor y al primer “borrador” de un antihéroe que cambiaría la comedia romántica.

El 4 de junio de 1973, en el contexto de una Santa Fe donde todavía existían los cines de barrio, una película de Woody Allen desembarcó en la sala del Garay.
Era "Sueños de un seductor", una comedia romántica con referencias a "Casablanca", escrita por el propio Allen y dirigida por Herbert Ross.

En ese film estaba el germen del antihéroe neurótico, ese personaje que Allen empezaba a delinear con y que, desde entonces, no abandonaría hasta los ‘90. Y al cual debe parte de su reconocimiento.
La versión en castellano del título ("Sueños de un seductor") es desatinada. El original, "Play it again, Sam", remite a una frase emblemática (aunque erróneamente citada) de "Casablanca", y es más coherente con la nostalgia cinéfila que recorre el film.

Sin embargo, la película funcionó. Porque toca fibras profundas: las del que ama el cine como un refugio, las del que encuentra en la pantalla respuestas que la vida real no da. Algo a lo que Allen volvería en "La rosa púrpura del Cairo".
Allen encarna a un crítico de cine recientemente abandonado por su esposa. Su inseguridad, su torpeza, sus obsesiones, su romanticismo sin remedio lo vuelven entrañable.

Como si fuera necesario un manual para entender a las mujeres, Felix encuentra orientación en la figura fantasmal de Bogart (interpretado por Jerry Lacy), quien aparece para darle consejos sobre cómo encarar la vida amorosa.
El gesto de invocar a Bogey funciona a la manera de una declaración de principios. El cine como sostén y lugar desde el cual interpretar el mundo. Esa idea, presente en esta obra de juventud de Allen, sería uno de los hilos conductores de su filmografía.

Además del propio Allen, la película cuenta con Diane Keaton y con Tony Roberts y Jennifer Salt. Keaton y Allen establecerían, desde aquí, un vínculo creativo y afectivo que dejaría películas como "Annie Hall" y "Manhattan".
Ya en esta cinta se percibe una alquimia. Las escenas que ambos comparten tienen un ritmo, una musicalidad y, sobre todo, una ternura que eleva a la comedia por encima del sketch.

Revisar hoy ese estreno santafesino de "Sueños de un seductor" implica también rastrear el pulso de una ciudad que todavía respiraba cine en muchas salas. Que hoy, producto del avance de las nuevas plataformas, ya desaparecieron.
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