EDITORIAL

¿Cuál es el problema? ¿Dólar o inflación?

Es la pregunta más repetida en el ámbito económico y que mayor cantidad de comentarios ha generado en las últimas semanas, quizá porque cada respuesta tiene un propio disparador.

ARTISTAS, PRODUCCIÓN Y REPETICIÓN

Del agotamiento del arte y otros cansancios

Una de las más hondas pesadillas para un artista puede ser, suponemos, no ya el desconocimiento, ni la minimización de sus facultades, ni la ignorancia de los críticos, ni la atención desaprensiva de los críticos. No. Ni el-...

Al margen de la crónica

Salven a las ballenas

Ambientalistas latinoamericanos afirmaron que hay que convencer a Japón de que “una ballena viva vale más que una muerta”, para impulsar la conservación de la especie en el seno de la Comisión Ballenera Internacional (CBI).

“La” biblioteca está en Alejandría

Comencemos por el final: la Nueva Biblioteca de Alejandría es sencillamente fascinante. Está recostada junto al mar de los mares, el Mediterráneo, y evoca el pasado mítico de esta urbe. Junto al delta del Nilo, la ciudad fue fundada en el 331 antes de Cristo por Alejandro Magno y ahora, con el apoyo de la UNESCO y de varios países europeos se propone recuperar al menos parte de lo que fue un faro cultural de aquellas épocas.

Publicaciones

“La metáfora y lo sagrado”

Héctor A. Murena (Buenos Aires, 1923-1975) fue un escritor ligado al grupo Sur. Fino polemista, supo discutir con los principios hegemónicos que se imponían en su tiempo (Sartre, el estructuralismo, la sociología con pretensiones científicas). Ahora se reedita La metáfora y lo sagrado, de 1973, que incluye “El arte como mediador entre este mundo y el otro”, de La cárcel de la mente, de 1971. En “Ser música”, describe el éxtasis que le produjo escuchar un disco con un recital de textos del Corán, “trozos de ardorosa matemática, de rigor tan preciso como la caligrafía árabe”, en la que poco a poco empieza a reconocer distintos instrumentos musicales (violín, piano, tambores) pero conjugados en la voz de recitador: “El cantor era todos los instrumentos. Pero lo que brotaba con mayor claridad era aquello hacia lo que el canto crecía en homenaje: el silencio”. La descripción de esta sublime fruición le revela el origen de las artes, y el recuerdo de otra música de inefable intensidad: las Seis piezas para orquesta de Anton Webern.