La Circulación Meridional de Vuelco del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés) es una corriente oceánica clave que transporta agua cálida desde los trópicos hacia el norte del Atlántico, mientras retorna aguas más frías y profundas hacia el sur.

Científicos alertaron sobre el posible colapso de la AMOC, una de las principales corrientes oceánicas que regulan el clima del planeta. Nuevas investigaciones estimaron que el punto de no retorno podría alcanzarse en menos de 20 años, con consecuencias graves y globales, incluso bajo escenarios de bajas emisiones.

La Circulación Meridional de Vuelco del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés) es una corriente oceánica clave que transporta agua cálida desde los trópicos hacia el norte del Atlántico, mientras retorna aguas más frías y profundas hacia el sur.
Este sistema regula el clima en regiones como Europa occidental, América del Norte y zonas tropicales de América del Sur y África. Su funcionamiento equilibrado es esencial para mantener las temperaturas estables, las precipitaciones regulares y el nivel del mar controlado en varias partes del mundo.

Según una investigación publicada en la revista Environmental Research Letters, la AMOC podría estar más cerca del colapso de lo que se creía. Contrario a los informes anteriores que preveían cierta estabilidad hasta fines de siglo, el nuevo modelo estima que el punto de no retorno podría alcanzarse en menos de 20 años, con un colapso total entre 50 y 100 años a partir de hoy.
Este escenario, explican los investigadores, implica una transición abrupta e irreversible hacia un nuevo estado climático. Aunque el cambio no sería inmediato, sí tendría impactos de gran magnitud en todos los continentes, aún si las emisiones globales de gases de efecto invernadero se mantienen bajas.

El calentamiento global, impulsado principalmente por las emisiones de CO₂ de origen humano, está derritiendo aceleradamente el hielo de Groenlandia. Este deshielo libera grandes volúmenes de agua dulce al océano, lo que altera la salinidad y la densidad del agua, elementos clave para el equilibrio de la AMOC.
La disminución de la salinidad impide que el agua se hunda como debería en el Atlántico Norte, lo que debilita la corriente y pone en riesgo todo el sistema.

Si la AMOC colapsara, las consecuencias serían profundas:

Voces como la del climatólogo James Hansen advierten que los modelos actuales podrían estar subestimando la rapidez y gravedad del fenómeno. “El gigante dormido del sistema climático podría despertar mucho antes de lo esperado”, señaló el experto en una publicación reciente.
Su llamado coincide con el de otros investigadores que insisten en reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero y reforzar las políticas globales de mitigación.
Además, estudios recientes como el del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático advierten que la probabilidad de colapso de la AMOC ya no puede considerarse baja: estiman un riesgo del 70% en escenarios de altas emisiones y del 25% incluso en los más optimistas.

No del todo. Un análisis reciente basado en 34 modelos climáticos sugiere que la AMOC se debilitará significativamente, pero no colapsará en este siglo. Esta visión más moderada, sin embargo, no descarta impactos importantes, y reafirma que la trayectoria actual sigue siendo preocupante.
Aun así, la comunidad científica coincide en algo: el sistema ya muestra señales de debilitamiento sin precedentes en los últimos 1.600 años.
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