El café es mucho más que el puntapié inicial de nuestra rutina; es el segundo producto más comercializado del planeta después del petróleo y un motor cultural que impulsa encuentros, incluso en las mañanas santafesinas.

Este producto, es el segundo producto más comercializado en el mundo; es vital para millones de familias, pero la desigualdad en el reparto de ganancias sigue siendo un desafío crucial. En Argentina, esta bebida se consolida como un fenómeno social y cultural, trascendiendo su función inicial para convertirse en una experiencia compartida.

El café es mucho más que el puntapié inicial de nuestra rutina; es el segundo producto más comercializado del planeta después del petróleo y un motor cultural que impulsa encuentros, incluso en las mañanas santafesinas.
Este 1 de octubre, se celebra el Día Internacional del Café, una fecha que la industria utiliza para honrar a los millones de trabajadores que lo producen, pero, sobre todo, para exponer un desafío crucial: la necesidad de un comercio equitativo para los agricultores.

El Día Internacional del Café se estableció en 2015 por iniciativa de la Organización Internacional del Café (OIC). La elección del 1 de octubre no fue azarosa: coincidió con la Exposición Mundial del Café en Milán, donde se formalizó la necesidad de unificar las distintas celebraciones que ya existían en países como Japón (desde 1983) y Estados Unidos.
El objetivo central de la OIC fue darle una voz común a los países productores y consumidores. Históricamente, los pequeños agricultores han enfrentado una gran volatilidad de precios e inestabilidad que compromete su sustento. La jornada busca visibilizar a estos eslabones primarios de la cadena.

La trascendencia económica del café es monumental. Más de 25 millones de familias dependen directamente de su cultivo, principalmente en regiones de América Latina, África y Asia. Gigantes exportadores como Brasil, Vietnam y Colombia dominan el mercado, aunque la labor se extiende a naciones como Honduras, Perú y Etiopía.
Pese a que el comercio mueve miles de millones de dólares anualmente, la realidad en el campo es dispar. Los agricultores a menudo reciben una porción mínima de la riqueza generada, una problemática que se agrava por:
Por esta razón, la OIC reitera cada 1 de octubre la urgencia de impulsar el comercio justo, garantizando mejores condiciones y un pago digno que reconozca el esfuerzo y la calidad del grano.

En Argentina, si bien la tradición del mate es fuerte, el café ha consolidado su lugar, especialmente en el ámbito social y urbano. En Santa Fe, como en el resto del país, el consumo de café, con tendencia al café de especialidad, sigue en alza, pasando de ser una bebida funcional a una experiencia sensorial y social.
Desde las emblemáticas confiterías santafesinas hasta los modernos coffeeshops, la bebida se mantiene como un patrimonio cultural compartido. El café ha sido el escenario de tertulias políticas, debates artísticos y encuentros cotidianos.
Tostar el grano en Etiopía o disfrutar un espresso en una mesa de Buenos Aires o de la capital provincial, todo forma parte de una misma historia de hospitalidad, conversación y creatividad.

El sector cafetalero enfrenta un panorama complejo que va más allá de lo económico. La industria debe orientarse hacia:

El Día Internacional del Café no es un simple brindis; es una plataforma global para el debate sobre certificaciones de calidad, fomento del consumo interno y la búsqueda de soluciones que aseguren que esta bebida siga siendo una fuente de sustento y un motor cultural en el futuro.
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