Cada 24 de noviembre se celebra en Argentina un doble motivo para alzar la copa. Es el Día Mundial del Vino Tinto y, al mismo tiempo, el Día del Vino Argentino, declarado por ley como bebida nacional.

Es mucho más que una fecha para levantar la copa: es una efeméride que celebra la identidad, historia y proyección internacional del vino tinto argentino. Desde su declaración como bebida nacional hasta su papel como exportador global, el vino tinto forma parte esencial de la cultura y, además, aporta temas interesantes para la salud.

Cada 24 de noviembre se celebra en Argentina un doble motivo para alzar la copa. Es el Día Mundial del Vino Tinto y, al mismo tiempo, el Día del Vino Argentino, declarado por ley como bebida nacional.
La elección del 24 de noviembre no es azarosa. En 2010, mediante el Decreto 1800, se declaró al vino argentino como “bebida nacional”.

Esta fecha coincide asimismo con uno de los momentos más intensos para los viñedos, justo cuando comienza un nuevo ciclo productivo.
Además, para muchos viticultores del mundo —y en especial en las regiones del hemisferio sur— fines de noviembre es época de vendimia para algunas variedades, lo que refuerza su simbolismo para el Día Mundial del Vino Tinto.
Aunque la celebración global del vino tinto no tiene un origen tan formal como la argentina, su reconocimiento ha crecido mucho en las últimas décadas.
El vino, y en particular los tintos, no sólo son parte de las culturas vinícolas tradicionales de Europa, sino que también se han consolidado con fuerza en lo que se denomina el “Nuevo Mundo” vitivinícola (como Argentina, Chile, Estados Unidos, Australia).
Estudios recientes sobre el comercio mundial del vino muestran que los países del “Nuevo Mundo” han ganado relevancia en exportaciones, gracias a la demanda creciente de consumidores sin tradición vitícola previa.
Por eso, la celebración de un día global del vino tinto también refleja esa expansión y diversificación del mercado vinícola más allá de las regiones históricas.
Según el Ministerio de Cultura, la vitivinicultura argentina se extiende hoy por 19 provincias, con unas 223.585 hectáreas de viñedos bajo cultivo.

Hay más de 900 bodegas distribuidas por todo el país, donde se producen cepas tan diversas como Malbec, Bonarda, Cabernet Sauvignon, Syrah, entre otras.
El desarrollo del vino en Argentina no es sólo un tema de exportación: una parte relevante de la producción está destinada al mercado interno.
Además, la industria vitivinícola es un motor importante de empleo, generando más de 106.000 puestos de trabajo directos y otros 280.000 de forma indirecta.
En el plano internacional, el vino argentino tiene una presencia fuerte. Según datos oficiales, Argentina exporta vino a decenas de países, entre los que se destacan Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Brasil y Países Bajos.
Esa capacidad de exportación no sólo diversifica los mercados sino que fortalece el prestigio del vino argentino en el mundo. Las bodegas locales han logrado consolidarse como actores globales, apoyadas por altos estándares de calidad y reconocimiento internacional.
Más allá de su sabor y su valor simbólico, el vino tinto también despierta interés por sus posibles efectos sobre la salud. Por ejemplo:
Sin embargo, no todos los efectos son iguales para todas las personas: hay estudios que explican por qué algunos sienten dolor de cabeza con apenas una copa, debido a variantes genéticas implicadas en el metabolismo del alcohol.
Es importante subrayar que los posibles beneficios deben considerarse dentro de un consumo responsable y moderado.