Por Verónica Dobronich

Evitar una conversación difícil suele parecer lo más prudente. El problema es que lo que no se habla, se actúa. Y lo que parece evitar un conflicto, a largo plazo, suele profundizarlo.

Por Verónica Dobronich
Hay frases que no se dicen… pero se sienten. Se cuelan en los silencios incómodos, en las reuniones tensas, en los mails demasiado formales o en los saludos que evitan la mirada. En los equipos, como en cualquier vínculo humano, lo no dicho también habla. Y muchas veces, grita.

Evitar una conversación difícil suele parecer lo más prudente. “Mejor no armar lío”, “para qué decir algo si no va a cambiar nada”, “es solo un mal momento”. El problema es que lo que no se habla, se actúa: en pasividad, en sarcasmos, en bloqueos, en microagresiones. Y lo que parece evitar un conflicto, a largo plazo, suele profundizarlo.
Porque tenemos miedo: a herir, a perder algo, a exponernos, a no saber cómo responder. Porque nos educaron para agradar, para evitar el enojo del otro, para tragarnos las emociones. Pero en el ámbito del trabajo —como en la vida— no hablar tiene consecuencias.
Las organizaciones saludables no son las que no tienen conflictos, sino las que pueden hablarlos sin destruir vínculos.Para eso, hay algunas claves que marcan la diferencia:
El momento perfecto no existe. Lo que sí se puede elegir es un contexto donde ambas personas estén disponibles, no solo físicamente, sino emocionalmente.

En lugar de “vos hacés todo mal”, intentá con: “cuando pasa esto, me siento así”. Cambiar el foco del reproche al impacto personal desactiva resistencias.
La franqueza no está reñida con el cuidado. Se puede decir la verdad sin agredir, y se puede marcar un límite sin violencia.
A veces el otro tiene razones que no conocemos. Escuchar de verdad puede cambiar toda una conversación.

El objetivo no es ganar la discusión, sino sanar el vínculo o mejorar la dinámica.
Tener conversaciones difíciles no es un talento natural. Es una práctica. Se aprende, se entrena, se mejora. Hay herramientas, acompañamientos, entrenamientos específicos para eso. Lo importante es no normalizar el silencio incómodo como parte del trabajo.
Porque lo que no se dice, igual se siente. Pero lo que se dice con respeto, puede transformar.
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