Por Verónica Dobronich

Aunque parezca una habilidad moderna admirada, la ciencia demuestra que hacer muchas cosas a la vez no nos vuelve más productivos, sino todo lo contrario. La multitarea agota, dispersa y reduce la calidad del trabajo. La clave está en entrenar la atención para enfocarse.

Por Verónica Dobronich
Vivimos en una cultura que celebra hacer varias cosas a la vez: responder mensajes mientras escuchamos una reunión, leer correos durante el almuerzo, o planificar la semana mientras manejamos. Pero… ¿es realmente eficiente este “superpoder” que creemos tener? La neurociencia tiene una respuesta clara: el multitasking es, en gran medida, un mito.

Según estudios del Massachusetts Institute of Technology (MIT), nuestro cerebro no procesa múltiples tareas de forma simultánea, sino que cambia rápidamente de un foco a otro en un proceso llamado task-switching.

Cada vez que cambiamos de tarea, el corte prefrontal y el corte parietal posterior deben “reiniciar” el contexto mental, y este cambio tiene un costo:
En un experimento de la Universidad de Stanford, las personas que se definían como “multitaskers” habituales mostraron menor capacidad de concentración y peor memoria a corto plazo que quienes trabajaban en modo monotarea. Curiosamente, estos multitaskers creían que eran más productivos, pero los resultados demostraron lo contrario.
El psicólogo Clifford Nass, que dirigió el estudio, lo resumió así: “El multitasking es menos productivo porque tu cerebro se vuelve menos eficiente a medida que entrenas a tu mente a dispersarse”.
La ciencia reconoce una excepción: cuando una tarea está completamente automatizada, es decir, no requiere atención consciente (como caminar o doblar ropa), el cerebro puede sumar otra tarea que sí requiera procesamiento cognitivo.

Pero hay un riesgo: cuando la segunda tarea exige más atención de la prevista, la primera puede verse afectada (sí, por eso nos perdemos salidas de autopista cuando conversamos mientras conducimos).
Alternar constantemente entre tareas activa el sistema de alerta del cerebro, incrementando niveles de cortisol y adrenalina. Esto puede dar una sensación adictiva de urgencia, pero también aumenta el desgaste mental y el riesgo de burnout.
Tres estrategias para pasar del multitasking al enfoque inteligente
Reservar bloques de tiempo para tareas únicas. Estudios del University College London demuestran que el trabajo enfocado incrementa la eficiencia y la calidad del resultado.

Trabajar en intervalos de 25 minutos de concentración total seguidos por pausas breves ayuda a entrenar al cerebro para sostener la atención.
Establecer horarios fijos para revisar correos y mensajes evita la fragmentación continua de la atención.
El multitasking es, en su mayor parte, un mito productivo. Nuestro cerebro brilla más cuando puede sumergirse en una tarea, terminarla y pasar a la siguiente con energía renovada.
En un mundo que nos empuja a hacer de todo, el verdadero desafío —y el mayor diferencial— es saber enfocarse. Porque la calidad, la creatividad y la claridad nacen en la calma de la atención plena.
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