Letra profunda y emotiva si las hay, es la del tango titulado "Tormenta", composición de Enrique Santos Discépolo del año 1929. Discépolo, considerado una de las grandes figuras icónicas de la cultura argentina y exponencial en la expresión tanguera, en la poesía de sus trabajos nos acostumbró a una innegable profundidad emocional.
En su afán de navegar, imaginariamente, nos llevó a inmiscuirnos en los retratos de la vida cotidiana, las dificultades económicas y sociales, también en la melancolía y en el pesimismo y porque no, también a la fe y la desesperación, como lo ilustra este relato:
"Aullando entre relámpagos/ perdido en la tormenta/ de mi noche interminable,/ Dios, busco tu nombre"
Discépolo expone la lucha interna de un individuo frente a las adversidades de la vida. Su mundo es un tormento de desesperación y confusión, de allí el paralelismo metafórico con el factor climático, que lo obliga -por sentido y por propósito- a buscar a Dios en ese período de crisis y de confusión.
Va en la búsqueda de la luz divina para enfrentar la oscuridad y desesperanza, no decaer y no aflojar en su derrotero:
"No quiero que tu rayo/ me enceguezca entre el horror,/ porque preciso luz…/ para seguir"
Miedo, mucho miedo a ser cegado por la adversidad por el temido, verdadero y lapidario obstáculo, como el "rayo" para la concreción de sus desafíos:
"Lo que aprendí de tu mano/ no sirve para vivir/ Yo siento que mi fe se tambalea/ que la gente mala vive ¡Dios!/… mejor que yo"
El personaje, en medio del "caos que horroriza y espanta", parafraseando el tango "Qué sapa señor", arremete con todo y contra todos. Indagando en lo que aprendió y lo que le enseñaron, mazorqueándose y cuestionándose "para qué tantos valores y principios", si al final el que mejor vive es donde prevalece la maldad:
"Si la vida es el infierno/ y el honrao vive entre lágrimas/... ¿cuál es el bien?"
Sigue hurgueteando en la nada, pero no cesa en encontrar respuestas a tantos interrogantes: ahora la "x" a despejar es "¿cuál es el bien?" Enardecido cuestiona el infierno que es la vida en el mundo donde el honrado sufre, la pasa mal y ve el horizonte cada vez más lejos:
"Del que lucha en nombre tuyo,/ limpio, puro, ¿para qué?/ si hoy la infamia da el sendero/ y el amor mata en tu nombre/ ¡Dios! Lo que has besao"
El enorme conflicto interno de este hombre fiel a sus principios, ve asomar su rebeldía y tentado de ceder y lograr la posibilidad de vivir mejor sin necesidad de seguir en el camino correcto viendo que la infamia y la maldad le ofrecen mayores posibilidades ("El seguirte es dar ventaja/ y el amarte sucumbir, al mal").
Pone en duda si seguir a Dios y hasta pone en duda en amar a Dios ya que no le quedan dudas que el triunfo va por otro camino. En su conflictiva lucha interna tiene la absoluta y plena seguridad que la mala acción nunca queda impune y que la recompensa siempre cae en manos equivocadas:
"No quiero abandonarte, yo/ demuestra una vez sola/ que el traidor no vive impune, ¡Dios!/ para besarte"
En su lucha interminable y cuestionamientos por no haberse apartado de su honestidad, cree en Dios, no lo quiere abandonar, cree en la justicia divina y "besarte" es la urgente necesidad de buscar conexión y unión con el Ser Supremo:
"Enséñame una flor que haya nacido/ del esfuerzo de seguirte ¡Dios!..Para no odiar…/ Al mundo que me desprecia/ porque no aprendo a robar (…) Y entonces de rodillas/ Hecho sangre en los guijarros/ Moriré con vos/ Feliz, Señor"
Fiel a su moralidad e integridad, le pide a Dios disponiéndose a morir con la fe intacta, una señal, una señal de justicia, la necesidad de erradicar el odio en el mundo y que todo el sacrificio y sufrimiento se vea compensado con esperanza, paz y felicidad único objetivo de búsqueda en un mundo convulsionado, perdido y confundido, lleno de injusticia y maldad.
En definitiva, "Tormenta" es un tango que invita a la reflexión sobre los valores y la integridad en un mundo que transita a contramano.
Fuente de inspiración (*)
Todo hace suponer que Enrique Santos Discépolo, en medio de un trance religioso, se inspiró en el Salmo 73 para componer "Tormenta", porque él se crió en un colegio jesuita y le debe haber impactado ciertos pasajes de la Biblia, ya que en varias de sus composiciones usa referencias bíblicas y aún la nombra en su famoso "Cambalache".
Es evidente que el realismo, la pincelada de Discépolo caló hondo en el pueblo y por eso sus tangos, su obra, permanece en el candelero. Incluso muchos de sus temas han dado la vuelta al mundo.
La opresión, la explotación del ser humano, la insatisfacción, están presentes en muchos de ellos. Y en el título de éste, ya está mostrando la gran sombra que se extiende sobre el mundo. "Discepolín" filosofa sobre ese Dios que los humanos tienen como creador y redentor, su gran esperanza pero que no puede detener la mano destructora del hombre y entonces razona sobre su poder terrenal.
En el Salmo 73, atribuido a Asaf, reflexiona sobre la aparente prosperidad de los impíos y malvados, y la consecuente aflicción de los justos. El salmista se siente "envidioso" al observar cómo aquellos que se alejan de Dios parecen vivir vidas sin dificultades y sin problemas, mientras que los que lo siguen parecen sufrir.
Sin embargo, el salmo culmina con una reflexión profunda sobre la verdad de Dios y la importancia de permanecer cerca de Él.
En esencia, el Salmo 73 nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de la prosperidad y el sufrimiento, y a confiar en la sabiduría y la justicia de Dios, incluso cuando no comprendemos sus planes. Nos recuerda que la verdadera felicidad no se encuentra en la prosperidad temporal, sino en la comunión con Dios.
(*) Texto original de Tangos al Bardo, adaptado para su publicación en El Litoral.
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