I


I
En la ciudad de Buenos Aires este domingo votan alrededor de 2.500.000 porteños, para elegir treinta legisladores sobre una base de sesenta. Es decir, se renueva la mitad de una legislatura a la que los porteños viejos se niegan a otorgarle ese título, porque siguen considerando que los elegidos con suerte y viento a favor llegan a la condición de concejales.
Las ironías no suelen ser gratuitas, sobre todo en una ciudad que, nos guste o no a los provincianos, es la principal vidriera de la nación, la ciudad donde Dios ha decidido atender, además de la reina del Plata. A los viejos porteños que se presenten diecisiete partidos o coaliciones para disputar cargos legislativos les parece una desmesura y hasta un papelón.
Durante décadas la ciudad de Buenas Aires confrontó entre radicales, socialistas y conservadores. No mucho más y en ese orden. Hoy esas disputas electorales parecen reliquias del pasado. El radicalismo perdió su principal distrito electoral en tiempos de Fernando de la Rúa.
Hoy va a las elecciones sin decir su nombre y con una candidata linda e inteligente, pero que lamentablemente se iniciará en las lides políticas electorales con una derrota abrumadora respecto a la tradición histórica del partido de Leandro Alem e Hipólito Yrigoyen, que en estas elecciones se llamará Evolución.
El peronismo, el otro partido histórico, no solo oculta su nombre, también oculta sus candidatos históricos y sus símbolos partidarios.
Leandro Santoro habla como un radical y en sus tribunas Cristina y Máximo Kirchner, o Guillermo Moreno, brillan por su ausencia. Pero sabemos que detrás de la figura de Santoro acecha el peronismo de pelo en pecho.
Juan Manuel Olmos lo expresa hasta con su nombre compuesto en homenaje a ese otro incondicional defensor de Buenos Aires que fue don Juan Manuel de Rosas, ilustre Restaurador de las Leyes. Olmos es el "padrino" real del peronismo porteño.
Todos los títulos honorarios lo legitiman. Hijo y nieto de peronistas, nacido en Mataderos, bautizado por Jorge Bergoglio e iniciado en La Matanza, en los últimos veinticinco años se jacta de haber recorrido todos los laberintos, madrigueras, garitos y lenocinios del peronismo porteño.
Así fue como se ganó su fama de rosquero, cumplidor de compromisos y creador de estrategias viables en un distrito muy desfavorable al peronismo, como es la ciudad de Buenos Aires, pero dueño de un estómago protegido por acero y capaz de digerir sapos escuerzos como si estuviera comiendo caviar.
De Olmos se dice que es una mezcla de Juan Carlos "Chueco" Mazzón y Enrique "Coti" Nosiglia. Tal como se presenta el panorama de estos últimos tiempos, daría la impresión de que el alumno está en vías de superar a sus maestros.
Por lo pronto es amo y señor del peronismo porteño y parecida influencia ejerce en el Poder Judicial, por lo que se le atribuye el privilegio de manejar los dos grandes PJ porteños. Como todo "padrino" de signo peronista, le gusta el poder, lo defiende sin escrúpulos y prefiere mantenerse en un segundo plano, pero dejando siempre en claro que a las cartas del naipe las reparte él.
Dedicado full time a la política nada escapa a su control y al ejercicio de una autoridad que ejerce con guante de seda, aunque nadie ignore que la mano es de hierro. Por principios no se pelea con nadie y está dispuesto a todos los acuerdos que fortalezcan sus estrategias de poder. Reparte favores, beneficios, canonjías y, con discreción, reclama devoluciones.
Un periodista que lo sigue de cerca dice que el lema de Olmos es que "en política es preferible que te deban favores a que te deban plata". Después todo transcurre lejos de los reflectores mediáticos.
Sin ir más lejos, en estos comicios su puesto en la lista es el número once, una apuesta fuerte de este apostador profesional; apuesta que le importa aunque ya ha dicho que lo que vale estratégicamente se juega en 2027.
¿Por qué? Porque allí Olmos aspira a ganar la ciudad con un peronismo que incluya en sus listas a radicales, macristas y mileístas, es decir "todo el mundo", con la única condición de que el patrón sea él, poder que podría llegar a compartir sigilosamente con el radical Daniel Angelici, con el que se entienden como viejos y mañosos jugadores de truco que no necesitan hacerse señas para cantar "¡Falta envido!" o "¡Quiero vale cuatro!".
Como para que nada falte a la hora de sostener la identidad peronista en sus repliegues más profundos, también es candidato un señor que se jacta de haber asaltado bancos, mientras militantes de la rama femenina lo miran arrobadas. Ni a Olmos ni a Alejandro Salvatierra los he visto trepados en las tribunas de Santoro.
Si hubo redobles de bombos y afiches con los rostros de Perón y Evita, lo han hecho con exquisita discreción. Tampoco he escuchado las estrofas sagradas de "la marchita", e, insisto, todo parece indicar que Cristina tiene prohibido hacerse ver en la ciudad porteña hasta el 18 de mayo.
Daría la impresión que la misma orden alcanza a Juan Grabois y, por supuesto, a los Fernández, Alberto y Aníbal. Digamos que Frankenstein se presenta con la sonrisa, los ojos y la pinta de Brad Pitt.
Acerca de este simulacro los porteños tendrán la última palabra el domingo, aunque a título anticipatorio las encuestas reiteran que el ex yerno de Lepopoldo Moreau puede ser el candidato más votado.
Manuel Adorni dijo en una reciente entrevista que el rival a derrotar en estos comicios es el kirchnerismo.
Una verdad a medias o una estrategia de nacionalizar los comicios en tanto en la ciudad de Buenos Aires el kirchnerismo o el peronismo o como mejor lo quieran llamar, no gana desde los tiempos de Erman González. Silvia Losppenato, por su parte, convoca a los porteños a votar por el PRO, es decir por la sigla que desde hace más de quince años gobierna en la ciudad.
Adorni es lo que se dice un candidato prolijo, correcto, educado, lejos por estilo y temperamento de los desbordes emocionales de su jefe. En definitiva, un buen candidato para los porteños, y así parecen reconocerlo las encuestas.
Dicho esto, agrego que por más que Adorni jure por Javier Milei y por Karina, por las Fuerzas del Cielo y por Murray Rothbard, no le creo cuando dice que su objetivo en estas elecciones es derrotar al peronismo.
Y no le creo, porque resulta evidente que lo que políticamente a él y a toda La Libertad Avanza les interesa es imponerse al PRO, quitarle su base territorial, su ciudad sagrada y ser la fuerza política que represente sin discusiones a la derecha argentina.
Supongo que jugando a la defensiva el PRO aspira a lo mismo. Es por eso que las expresiones más duras de la campaña se las prodigan el PRO y La Libertad Avanza.
A Mauricio Macri y a Milei les importa poco que Santoro gane ahora, porque ambos saben que la madre de todas las batallas se juega en 2027.
Este domingo en términos legales se vota por legisladores porteños, una cuota de poder que nadie subestima, aunque en su intimidad todos saben, Macri y Milei en primer lugar, que el lunes 19 de mayo, y con los números de las urnas en la mano, corresponderá barajar y dar de nuevo.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.